Dos modelos se están enfrentando en América Latina para definir el futuro de la región. Uno es liderado por el Perú, Chile y otros países en la vertiente del Pacífico que han optado por el capitalismo democrático. El otro lo conforman Argentina, Brasil y Venezuela, países atlánticos de baja libertad económica, alta injerencia estatal en la vida de sus ciudadanos y crecientes problemas de corrupción.
Esa es la perspectiva de José Piñera, reformador chileno que jugó un papel clave en la transformación de su país y quien estuvo de visita esta semana para disertar en la conferencia sobre competitividad y confianza de la Cámara de Comercio de Lima. Su mensaje es oportuno en momentos en que bajan los precios de las materias primas y en que el ciclo político alienta retórica infundadamente pesimista sobre el progreso y el futuro del Perú.
Según Piñera, hay fuertes motivos para ser optimista. El “modelo del Pacífico”, que también conforman Colombia y México, está basado en la apertura económica, el manejo responsable de la macroeconomía y sistemas privados de pensiones que distinguen a estos países y traen beneficios tanto a nivel personal como nacional. Para enfatizar el poder de las ideas, Piñera destaca 1975 como un punto de inflexión en la historia chilena. Fue entonces que se empezaron a implementar las grandes reformas en ese país.
En un gráfico que vale mil palabras, Piñera muestra el crecimiento económico histórico de Chile, que en su promedio fue mediocre, pero que se dispara a partir de 1975 al aplicarse este modelo del Pacífico. Durante ese período, el ingreso per cápita se multiplicó por más de cuatro veces, la pobreza cayó del 50% a menos del 8%, y el país ha llegado a las puertas de ser desarrollado.
Una gráfica similar mostró Piñera para el Perú. El punto de inflexión que cambia el rumbo del país fue 1991 (año en que empiezan las reformas), luego del cual el ingreso por persona se triplica, según sus cálculos. Cae la pobreza del 55% a menos del 23%.
Con la desaceleración mundial, también ha disminuido el crecimiento económico en todos los países, pero el modelo del Pacífico sigue firme, lo cual posiciona mejor a los países que lo conforman y augura bien para el futuro. El modelo del Atlántico, por otro lado, está cada vez más en crisis, pues el crecimiento económico de sus países en años recientes ha caído a alrededor de cero o peor. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, pronostica que la economía venezolana se contraerá este año en 10%, la brasileña en 3%, y la argentina el año que viene en 0,7%.
La buena noticia es que toda América Latina está viendo esta película, la cual refuerza las bondades del modelo del Pacífico. Uno de sus pilares son sus sistemas privados de pensiones, que ahora cuentan con más de 50 millones de personas con cuentas individuales de jubilación. Estas benefician no solo a los trabajadores, sino también incrementan el ahorro y la inversión internos. También quitan un peso enorme sobre la economía al reducir la deuda pública previsional. En el caso chileno, esta cayó del equivalente del 100% de la economía al 6% en el 2012.
Piñera nos recuerda que siempre podemos afinar las políticas dentro del modelo. Pero es otra cosa abandonarlo o, por ejemplo, tirar el sistema de pensiones privadas por la borda, como lo hizo en su momento Argentina. Felizmente en el Perú no ha ocurrido eso y es improbable que suceda. Y en Chile las propuestas de la cada vez más impopular presidenta Bachelet para alterar el modelo se enfrentan a una resistencia creciente y es probable que al fin del día no perduren. Esa experiencia será para el bien de toda la región.