"La prisión preliminar a la que se ha sometido a su ex brazo derecho César Villanueva no es moco de pavo". (Foto: GEC)
"La prisión preliminar a la que se ha sometido a su ex brazo derecho César Villanueva no es moco de pavo". (Foto: GEC)
Patricia del Río

Es tiempo de mea culpa. En CADE desfilan los líderes empresariales y los presidentes de gremios reconociendo que las conductas corruptas, de parte de los que siempre fueron los empresarios más poderosos del Perú, son inaceptables. En los medios de comunicación aparecen los candidatos al Congreso prometiendo portarse bien, no robar y servir a la población. Algunos juran que nunca fueron obstruccionistas, otros inventan párrafos en sus informes de investigación para justificar los millones que se gastaron persiguiendo enemigos y salvando amigos, y hay quienes ahora defienden el trabajo de los fiscales del equipo Lava Jato, cuando en su momento los acusaron de regalarle el país a Odebrecht.

Ciertos arrepentimientos serán sinceros, otros oportunistas y hay, por supuesto, tremendas mentiras. Pero lo cierto es que soplan vientos distintos y ese ciudadano despreciado hace solo unas semanas por quienes no creían en referendos ni adelantos de elecciones hoy vuelve a ser un sujeto al que hay que seducir, convencer, enamorar. Los políticos, porque necesitan sus votos, y los empresarios, porque están aterrados de que un día se prenda la mecha y la gente salga a la calle a pedir cambio de modelo económico, como en Chile.

Pero en este carrusel de revelaciones hay alguien que se la está llevando demasiado fácil: el presidente Martín Vizcarra. Es cierto que él ha sabido encarnar la lucha anticorrupción, nadie puede negar que ha hecho esfuerzos para que la fiscalía cuente con los recursos y el apoyo necesario para hacer su trabajo y ahí están sus declaraciones condenando al anterior Congreso cada vez que blindaron a Chávarry. Sin embargo, cuando la corrupción lo ha rozado, cuando descubre que ha dormido con el enemigo durante meses, su condena es gaseosa, al personaje en cuestión casi no lo nombra y, lo que es peor, considera que los peruanos no nos merecemos mayores explicaciones.

La prisión preliminar a la que se ha sometido a su ex brazo derecho César Villanueva no es moco de pavo. El otrora primer ministro de Martín Vizcarra, que está siendo investigado por presuntamente haber recibido 320 mil dólares de la empresa Odebrecht, fue ampayado mientras cerraba tratos con dos fiscales para que “le dieran una manita con su investigación”. Está clarísimo que si bien nosotros nos acabamos de enterar de tremenda sinvergüencería, Villanueva siempre supo que en cualquier momento lo iba a alcanzar el brazo de la justicia y que estaba en peligro de terminar en la cárcel.

¿Y qué fue lo que hizo el amigo de Vizcarra? ¿Cuál fue su táctica para evadir sus responsabilidades? Si nos atenemos estrictamente a los hechos ya conocidos, César Villanueva fue quien lideró la vacancia de PPK y quien llevó la voz acusadora contra el expresidente. Fue Villanueva el que coordinó con los fujimoristas para permitir una transición democrática poniendo a Vizcarra al mando. Fue Villanueva el que pactó los encuentros secretos entre Keiko Fujimori y el presidente. Fue Villanueva, en resumen, el que eligió, propició y consiguió que Martín Vizcarra asumiera la presidencia y no renunciara como sí estaba dispuesta a hacerlo Mercedes Araoz.

¿Por qué dos personas que le temían a la justicia decidieron poner a Vizcarra en ese puesto? ¿Lo hicieron a cambio de algún pacto de inmunidad que luego se rompió? No lo sabemos y sacar conclusiones sería caer en el terreno de la especulación. Pero las preguntas están ahí, y el presidente Vizcarra no puede pasar por agua tibia un hecho tan escandaloso. Los ciudadanos merecen explicaciones claras y deslindes firmes. Si se los exigimos a los empresarios, con mayor razón hay que exigírselo a los políticos, y en CADE Vizcarra dio una explicación tibia y casi por cumplir. Así no.

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