"La situación no podría ser más caótica: nos queda una Comisión Permanente, encabezada por el señor Olaechea, que parece no haberse dado cuenta de que los peruanos no somos idiotas: negar la corrupción dentro del Congreso para acusar de golpista a Vizcarra es, de lejos, lo más bizarro que hemos tenido que escuchar en los últimos días".  (Foto: EFE)
"La situación no podría ser más caótica: nos queda una Comisión Permanente, encabezada por el señor Olaechea, que parece no haberse dado cuenta de que los peruanos no somos idiotas: negar la corrupción dentro del Congreso para acusar de golpista a Vizcarra es, de lejos, lo más bizarro que hemos tenido que escuchar en los últimos días". (Foto: EFE)
Patricia del Río

Había muchas formas de terminar este traumático período presidencial que empezó el 28 de julio del 2016. Pudimos tener un gobierno de consenso, en el que el Ejecutivo y el Legislativo, que compartían la misma política económica, se pusieran de acuerdo para llevar adelante las reformas urgentes y trascendentales que el tanto necesitaba, se pudo avanzar en la reforma laboral, en reglas más justas para la distribución del canon, en medidas que reforzaran la eficiencia del gasto público pero no… nada de eso ocurrió. Primó el obstruccionismo, la matonería, la pequeñez. El fujimorismo jugó su enloquecido partido de choque permanente que lo llevó a la debacle, y el presidente usó la cuestión de confianza como escudo mágico hasta que se sacó el de encima.

La situación no podría ser más caótica: nos queda una Comisión Permanente, encabezada por el señor Olaechea, que parece no haberse dado cuenta de que los peruanos no somos idiotas: negar la corrupción dentro del Congreso para acusar de golpista a Vizcarra es, de lejos, lo más bizarro que hemos tenido que escuchar en los últimos días. En Palacio de Gobierno queda el presidente Vizcarra, que ha cerrado el Congreso haciendo piruetas con la Constitución y que, le duela a quien le duela, tiene la calle de su parte. Sin embargo, a pesar de que el Congreso le dio todos los pretextos que necesitaba para clausurarlo, no podemos hacernos los locos ante un hecho innegable: ningún cierre del Congreso debe descansar sobre una medida que necesita ser explicada, justificada y acomodada para que no parezca arbitraria. Ninguna medida drástica debió tomarse sobre la base de argumentos discutibles y pantanosos.

Los goles siempre se celebran, pero no es lo mismo hacerlos limpiamente que ayudarse con la mano. La hinchada igual aplaudirá, pero, aunque los miembros del otro equipo se hayan comportado como unos delincuentes, nada legitima un tanto anotado con trampa. Podríamos pedir interpretación del VAR, en este caso el Tribunal Constitucional, para que dirima si hubo mano o no, peeeero resulta que justamente la elección de los miembros del TC desembocó en este lío y sus miembros no han sido renovados. Obviamente, su decisión tampoco tendrá la legitimidad que se necesita en momentos tan delicados.

¿Cuál debe ser la solución? Difícil saberlo, pero ¿qué tal si volvemos al lema “el Perú primero”? Si se acepta la propuesta de Transparencia de buscar un adelanto de elecciones consensuado, que nos permita a los ciudadanos elegir nuevas autoridades, tal vez podamos recuperar parte de la calma y la decencia que nuestro país merece; y por fin salir de esta pesadilla que ya ha durado demasiado. Cambio y fuera.

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