Comparto con ustedes -con profunda decepción- la carta que le envié el 14 de mayo último al congresista Carlos Bruce antes de que decidiera salir del clóset, mucho antes de que faltara a su palabra de hablar aquí “por primera y última vez” de su vida privada y sucumbiera a la tentación de dejar de ser el héroe discreto paseando su biografía por todos los programas y todas las portadas. Y, ciertamente, muchísimo antes del vergonzoso debate en el que “concertó” y se dejó aplastar por la derecha más aberrante.
Estimado Carlos:
Luego de que el propio Eguren me dijera que “va a aprobar su ley y no la tuya” y luego de las señales que voy recogiendo, estoy pesimista. Tuve grandes esperanzas pero ahora veo imposible que la unión civil se apruebe. Incluso te leo hablando de “concertar” y los derechos, tú lo sabes, no se negocian. Aunque sé que nunca estuviste del todo convencido, quiero repetírtelo: es crucial, es de vida o muerte que tú salgas y digas lo que tienes que decir. Si te fijas, ese es nuestro flanco más vulnerable. Todos los que conjuran en contra de nosotros, Chávez, Rosas, Cipriani apelan a lo mismo: “Que hable Bruce, que diga, que salga….” Lo dicen porque saben que con eso te cancelan y nos cancelan. Porque están seguros de que no te atreverás. “No lo hará porque jamás podría candidatear a presidente.” -dicen. Y el subtexto de eso es nefasto: “¿Ya ven cómo, al final, se avergüenzan?” Contra el consejo de tus asesores, creo que es la única manera de voltear este partido. Quizá no tienes idea de la inmensa repercusión positiva que tendría. Tienes hijos, la gente te respeta, tienes una carrera brillante, que tú salieras sería lo mejor que podría pasarle a la causa gay en el Perú. ¿Qué podrían decirte? ¿Que eres un mal ejemplo, que no debes tener familia, que cómo se lo explican a los niños? Sería el fin de la discusión. ¿No te das cuenta? Tienes la bala de plata. Atrévete a dispararla.
Ya no te hablo como periodista, claro que sería épico que me lo dijeras en una entrevista pero, ¿sabes qué? a estas alturas, no me importa que se lo digas a otro con tal de que lo digas. Escríbelo en un artículo de El Comercio que se llame: “Sí, soy gay” como la célebre declaración de Ellen Degeneres en la tapa de “Time”. Cuéntale al país lo que me contaste a mí en el teléfono: que cuando por fin te animaste a decírselo, tus hijos se rieron en tu cara porque hacía años que lo sabían, hazlo sin eufemismos, con humor, con el corazón en la mano y después cállate, no le des entrevistas a nadie más. Habla una sola vez y siéntate a ver qué ocurre. Ya no te hablo como comunicador. Te estoy hablando como un ciudadano peruano homosexual al que -muchas veces, al igual que a muchos- este país ha tratado como si fuera escoria y no te estoy hablando solamente de la prensa chicha del 2000. El tiempo nos juega en contra. No nos defraudes. Nadie más debería pasar por las humillaciones que muchos hemos sufrido. Está en tus manos cambiarlo. O, mejor dicho, en tus huevos.