La idiotez de donar órganos, por Fernando Vivas
La idiotez de donar órganos, por Fernando Vivas
Fernando Vivas

La campaña para donar órganos es una idiotez. Me explico:

 La ministra Midori de Habich ha aparecido en varios medios lamentando el escaso porcentaje de donantes efectivos de órganos y tejidos, más o menos 4 en un millón, mientras el promedio latinoamericano es alrededor de 8 en un millón (la cantidad siempre será baja, pues son casos infrecuentes los de donantes vivos en condiciones de donar sin que ello implique un sacrificio supremo de su integridad; o de pacientes muertos o con muerte cerebral, en condiciones médicas y logísticas de que se les extirpe un órgano que sirva a otros).

Lo penoso es que exista una legislación atrasada (Ley 28189) que establece que solo al que deje explícita constancia, en su DNI, de su voluntad de donar, se le podrán tomar órganos. ¡Debiera ser al revés! ¡Qué todos sean donantes salvo el que expresamente diga que no! ¿A ver cuántos van a dejar establecido que prefieren donar sus órganos y tejidos a los gusanos antes que a los humanos?

Lo peor no es eso, sino que la ley abre la puerta para que la familia decida lo contrario que su ser querido. Y, claro, en medio del dolor por la pérdida real o inminente, algunos familiares se ciegan y se aferran al cadáver, impidiendo que los médicos lo usen para salvar vidas. Y la tradición católica del velorio en cuerpo presente, ¡tampoco ayuda! 
Vamos, ministra De Habich, en lugar de  esa inútil sensiblería, llamando a marcar ‘sí’ en el DNI, el Minsa debiera promover una modificación de esa ley para que, por ‘default’, todos seamos donantes salvo negación expresa. Ya hay un proyecto en ese sentido, presentado por Carlos Bruce, al que el Minsa debiera sumar el suyo.

Dicho esto, ahora debo conciliar con el doctor César Flower, director ejecutivo de la Organización Nacional de Donación y Trasplantes (ONDT). Me contó que en otros países donde ya existe esa donación presunta, subsiste la oposición cerrada de muchas familias que ponen el grito en el cielo si se les toca a su cadáver querido. Por eso, él insiste en que las campañas de sensibilización siguen siendo tan importantes como los cambios de legislación.

 Tiene razón Flower en que hay que proseguir con las campañas, pero no en el sentido en el que he oído declarar a De Habich ni en el sentido de la gráfica que adorna la página de la ONDT, llamando a los ciudadanos a que se asuman como donantes y dejen constancia documentada de ello. Esa fase hay que superarla de una buena vez con la adopción de la donación presunta. Entonces, ya no nos estancaremos en una campaña en pro de la donación de órganos, que es idiota, pues todos están de acuerdo. La campaña a la que estamos obligados es a fomentar el respeto de los familiares a la voluntad de su ser querido, que quiso que el Estado y la ciencia, no ellos, decidan el uso médico de su cuerpo.

Estoy seguro de que tanto liberales como conservadores podemos ponernos de acuerdo en que la posibilidad de salvar al prójimo se debe imponer sobre el dolor de los deudos. Tengo fe –estoy hablando en serio– en que el cardenal Cipriani pueda aclarar que la Iglesia no se opone, ni por dogma ni por ritos mortuorios, a que un cadáver o un cuerpo con muerte cerebral, sea intervenido para dar vida.