Keeping Up with the Keikistas, por Marco Sifuentes
Keeping Up with the Keikistas, por Marco Sifuentes
Marco Sifuentes

Es curioso cómo la cobertura mediática de no se corresponde a su caudal electoral. Si miramos la prensa nacional, pareciera que está primero y no tercero. ¿En qué está el fujimorismo? Veamos. El cálculo electoral con el que se viene manejando es relativamente simple y depende de una cifra casi mística: su inamovible 30% de intención de voto. 

Un número así garantiza dos situaciones. La primera, que sus adversarios preferirán concentrar sus ataques entre ellos antes de dirigir su fuego a la puntera. Para el resto de los –hasta el momento– 19 candidatos, atacar a Keiko Fujimori es desperdiciar municiones. Lo que ellos necesitan es pasar a segunda vuelta y eso pone bajo los reflectores, básicamente, a quienes actualmente tienen más posibilidades: PPK y Acuña. La segunda vuelta tiene un cupo asegurado y todos los demás tienen que pelear por el otro.

Este escenario deviene en la segunda situación: que Keiko Fujimori puede empezar a jugar, desde ya, para ganar la segunda vuelta. Es decir, se está concentrando más en junio que en abril. Eso explica el proceso que algunos han llamado de desfujimorización: alejar a las figuras “históricas” más cuestionadas, jalar figuras de izquierda como , “caviarizar” su discurso como en Harvard, etcétera. La candidata Fujimori aprendió la lección de su derrota del 2011: necesitará ofrecer menos resistencias, conciliar con sectores antes antagónicos, recibir el respaldo de líderes de opinión que se le oponían. Es decir, mostrarse como la líder no de un movimiento específico, sino como la opción –quizá resignada– de varios otros sectores del país frente a un rival que inevitablemente termina estigmatizado con la etiqueta del movimiento que lidera. En resumen: utilizar la fórmula que terminó llevando a la presidencia a Toledo frente a García, a García frente a Humala y, por supuesto, a Humala frente a Fujimori. 

Como la candidata Fujimori está moviendo sus piezas con la mirada en la segunda vuelta, se ha podido dar el lujo de remecer su partido y desprenderse de nada menos que 18 fujimoristas y quedarse, básicamente, con los keikistas (incluso luego de los muy públicos desafíos y cuestionamientos de su hermano y su padre). ¿Y qué pasó? ¿Renunciaron Chávez, Cuculiza o algún otro? Nah, nadie abandona un barco que le lleva más de 10 puntos a su más cercano competidor. ¿Electoralmente? No ha perdido nada, salvo el apoyo de un puñado de anónimos tuiteros radicales. El votante normal no se ha dado por enterado. 

Así, la tormenta interior está amainando y los de afuera están muy ocupados acuchillándose entre ellos como para causarle una mella significativa. A partir de ahora, y hasta abril, Keiko Fujimori solo tiene que temerle a ella misma. Su último gran escollo hasta entonces serán las presentaciones de sus nuevos congresistas y de su equipo de gobierno. Por supuesto, no todo está dicho. Todavía puede cometer gigantescas torpezas como la de presentar como experto en seguridad a Octavio Salazar, que no solo es más conocido como cazador de pishtacos, sino que fue ministro del gobierno de García en el que se inició la ola de inseguridad ciudadana que vive el Perú en estos días. La presentación de Salazar puede ser una patinada aislada o una tendencia hacia el autosabotaje. Ya se verá.