No todo lo que mejora la vida se encuentra incluido en el PBI. Un ejemplo es el avance logrado en cuanto al control de la natalidad. La práctica no es nueva. Desde hace milenios se conocen métodos folclóricos de control, a veces con gran éxito, como es el caso de algunas tribus de la Amazonía. Pero el progreso de la ciencia médica durante el siglo veinte ha traído métodos nuevos, con alta efectividad, bajo riesgo médico y costos accesibles para las familias más pobres. Según las Naciones Unidas, dos de cada tres parejas en el mundo ahora practican el control, y más de la mitad utilizan métodos modernos como el IUD y, especialmente, la esterilización. En la República Dominicana, por ejemplo, el 41% de las mujeres emparejadas ha adoptado la esterilización y en México, el 36%.
La capacidad para decidir el tamaño de la familia, y decidir además los momentos más oportunos para la concepción, se ha vuelto un poderoso instrumento para salir de la pobreza y, más generalmente, para la liberación humana. La adopción masiva de las nuevas prácticas de control ha sido mayormente una decisión voluntaria de las familias. Al mismo tiempo, millones de decisiones familiares han dado lugar a una dramática reducción en la tasa de crecimiento de la población mundial, desde un pico de 2,1% al año en 1968 a su tasa actual de 1,1%.
Según Malthus, el aumento inevitable de la población nos condenaba a pobreza. Pero lo que vivimos hoy es una frenada poblacional que estaría contribuyendo a la extraordinaria reducción de la pobreza en el mundo. La coincidencia es notable en la India y la China, los dos países que más han contribuido a la reducción de la pobreza, y que han visto una masificación de la planificación familiar, especialmente vía la esterilización.
Los beneficios de la planificación familiar son indirectos, pero es probable que hayan contribuido a reducir el entrampamiento que sufre una pareja joven cuando debe soportar una creciente carga de hijos antes de consolidar su economía familiar. El estrés alimentario, por ejemplo, es causa de un debilitamiento físico e incluso mental con posibles consecuencias duraderas. Otras consecuencias comunes son la inasistencia a la escuela, la muerte materna y la limitación de la capacidad de ahorro, debido al abultamiento del gasto de consumo para la mera sobrevivencia.
La planificación de la natalidad también se difunde en el Perú, aunque su llegada ha sido demorada por resistencias ideológicas. Un estudio reciente de María Cecilia Villegas, “La verdad de una mentira”, evalúa el mito creado acerca de la existencia de esterilizaciones forzadas durante el gobierno de Fujimori. El estudio cita informes de la Defensoría del Pueblo que desmienten el mito de un intento de genocidio étnico a través de una campaña masiva de más de 200.000 esterilizaciones forzadas, acusación que hasta el día de hoy no tiene sustento.
Ciertamente la defensoría sí identificó un pequeño número de casos de aparente coacción por parte del personal médico. Pero, en vez de reforzar los controles y el sistema de distribución, el mito fue usado políticamente para reducir el apoyo a la planificación familiar, perjudicando la salud y el bienestar de las familias más pobres del país.