Me conmueve –pues no veo mala intención detrás– el entusiasmo de muchos políticos, incluso liberales, por el aporte político de militares y policías en retiro. Roberto Chiabra, Jorge Montoya, José Cueto y José Williams son algunos de estos generales y almirantes que han aterrizado en el Congreso con el aura de tener la voz y el don de mando que le hacen falta al Perú.
No tengo esos prejuicios a favor y batallo contra los prejuicios en contra cuando recuerdo que más de la mitad de nuestra bicentenaria República fue asolada por el autoritarismo de algunos militares y que, durante los 90, sus altos mandos se aconchabaron con Montesinos. Ninguno de los caballeros mencionados encarna esa historia negra, así que adiós prejuicios, pero tampoco tenemos que olvidar su impericia política porque sean herederos del espíritu de Grau o Bolognesi. Que sigan aportando a sus bancadas y a la patria, aprendiendo de su experiencia congresal y ‘aggiornándose’ en el intento.
Vaya y pase, pues, que despierten el entusiasmo que yo veo nostálgico por valores de orden, mando, disciplina o lealtad; que se computan bienes escasos o esquivos a la política contemporánea y –he ahí los prejuicios a favor– se creen más presentes en los cuarteles. Lo que deploro es que algunos den un paso más y presuman que estos caballeros en retiro tienen, por espíritu de cuerpo institucional, el respaldo incondicional de las fuerzas del orden. Algunos incautos, creen, incluso, que estos son dateados por los servicios de inteligencia y saben más que cualquiera.
Pamplinas. Quien piensa así, no respeta el proceso evolutivo de las Fuerzas Armadas en el Perú y en el mundo; desde la defensa militar clásica a la defensa civil y el respeto estricto del principio de no deliberación. María del Carmen (o Maricarmen) Alva llevó –tal y como se la oye en un audio de otra coyuntura, pero no desmentido– su entusiasmo y su nostalgia mandona a decir algo que ni siquiera cabe compartir en privado, pues es iluso: “las Fuerzas Armadas están con nosotros”, le dijo a no sé quién, sin considerar que aquellas están solo con el bando cuyo mandato esté amparado en la Constitución.
Que los altos mandos, en gran porcentaje, antipaticen con Castillo no los llevará a apoyar una interrupción de mandato que no sea constitucional. Si ni siquiera opinaron sobre la tesis del fraude a pesar de tantas señales que recibieron, tampoco van a opinar ahora. Si, muy discretamente, se mostraron en una foto con Vizcarra el día que disolvió el Congreso fue porque vieron jurar a Mercedes Araoz y creyeron oportuno conjurar una fugaz percepción de anarquía. Ya deliberaron que no son deliberantes y van a estar del lado de quien actúe de acuerdo con la Constitución. Dejémoslos tranquilos.