Ya empezó la campaña por ver quién ocupa el sillón en el municipio de Lima y, por el momento, creo que ya hay varias noticias, buenas y malas, que destacar. Empecemos por las buenas: la mayoría de los candidatos anunciados (Luis Castañeda, Susana Villarán, Salvador Heresi, Jaime Zea, Fernán Altuve, Enrique Cornejo, Alberto Sánchez Aizcorbe, etc.) tienen experiencia municipal, ya sea como alcaldes o como regidores. Casi todos llegan con el respaldo de fuerzas políticas serias que arropan sus candidaturas con planes de desarrollo de la ciudad. Para seguir mirando el vaso lleno, podemos decir que estas características deberían permitirnos a los ciudadanos ser testigos de una campaña donde primen las soluciones y los compromisos de dar continuidad a grandes proyectos de infraestructura o a la reforma de transporte echada a andar por la actual gestión.
Eso sería lo esperable, pero la mala noticia es que acabamos de empezar con este asunto y la cosa ya pinta mal. Veamos: esta vez, la candidata más cuestionada ha sido la alcaldesa Susana Villarán, a la que han acusado de mentir a los ciudadanos al decir que no iría a la reelección, a la que le han probado, vía un mecanismo diseñado por Transparencia, que usa las cuentas de Twitter del municipio para hacerse propaganda como candidata (lo cual es ilegal) y finalmente a la que el programa “Panorama” ha cuestionado en un serio reportaje por los indicios de malos manejos en la Caja Municipal de Lima.
Hasta ahí podríamos preguntarnos ¿entonces cuál es el problema si las denuncias son serias? El problema es que la alcaldesa-candidata Susana Villarán que debiera esclarecerlas ha empezado banalizando la campaña, imprimiéndole el espíritu chicha de programas tipo “Amor amor”, en el que todos salen llorando, victimizándose y acusando al otro. A lo que sus opositores han llamado “mentira” ella ha rebautizado como “cambio de opinión”, sobre el uso del Twitter se han callado en ocho idiomas, y ante los serios cuestionamientos en los manejos de la caja a la señora le han dado náuseas, ha acusado a la prensa de parcializarse, ha puesto las manos al fuego por sus gerentes, pero lo que se dice una verdadera explicación, clara y prístina que despeje las dudas, pues hasta ahora nada.
¿Es nueva la táctica de Villarán? La verdad es viejísima. Enfurecerse en lugar de transparentar operaciones dudosas es como normalmente ha actuado lo peor de nuestra clase política. Tal vez un ingrediente que desconcierta aun más es que todo este discurso tipo “Susana también llora” se escuda en un tema de género al afirmarse que la atacan porque es mujer y honesta.
No tengo la menor duda de que Susana Villarán tiene enemigos políticos que son capaces de jugarle sucio por evitar que sea reelegida. No es la primera a la que le pasa y, por cierto, no le pasa por ser mujer sino por ser una candidata con posibilidades. Pero, en honor a la verdad, los cuestionamientos que se le han hecho hasta ahora son concretos, claros y merecen una explicación. De lo contrario, perpetraremos el rol del político víctima que se ofende de todo y no explica nada. De esos que prefieren pasársela llorando o muditos. Así no, ¿no?