¿Cuántas veces nos ha visitado el Circo Ruso? ¿En cuántas oportunidades se ha apoderado de Lima la conmoción que traen consigo los osos de Kamchatka, los funámbulos de San Petersburgo y los payasos de la antigua y nueva KGB? ¿No era ya hora de que les devolviésemos el favor a los descendientes de los que sobrevivieron a las carnicerías de Stalin? Pues bien, eso parece ser exactamente lo que ha hecho un grupo de congresistas locales, que hace algunos días partió hacia Moscú con espíritu de paseo de promoción. Al momento de escribir estas líneas, se sabía de 13 legisladores que, aprovechando que el turismo es de cualquier forma la principal de las actividades que se espera de ellos en la semana de representación, se embarcaron en la referida excursión, pero no se descarta que el número aumente. Con los ya identificados, sin embargo, hay suficiente como para conformar una nueva comisión parlamentaria que, más que sesionar en el exilio, podría deleitar a los habitantes de la capital rusa con una función que deje en claro que aquí en el Perú también tenemos gente con talento para arrojar cuchillos, confundirse con las bestias en sus jaulas y ensayar mil malabares.
–'All you can eat’–
Si existe, en efecto, una Comisión Permanente, ¿por qué no podría haber una trashumante? Entre los migrantes de esta ocasión, además, se cuentan varias congresistas que participaron hace poco de una sonada expedición a la China y que, por lo tanto, tendrían la experiencia necesaria para presidir la hipotética comisión. Las señoras Kelly Portalatino, Karol Paredes, Silvia Monteza y Elizabeth Medina ya conocen el camino al Asia y la etiqueta esotérica que se debe observar en esos confines del mundo frente a quienes le han cubierto a uno todos los gastos, así que para cuando toque la expedición a Kalimantán del Norte podrían tener ya bien instruidos en la materia a Jaime Quito, Guillermo Bermejo, Abel Reyes y el resto de esos colegas suyos que recién se estrenan en aquello de sacarle lustre al pasaporte diplomático y aprender a conciliar el sueño en los vuelos largos.
Frente a la ola de críticas que se ha levantado contra ellos, los legisladores en tránsito se han apresurado a recitar que el viaje no le ha costado ni un céntimo al Estado Peruano, pues todo ha sido una de esas invitaciones ‘all you can eat’ que a veces se les ocurre cursar a las autoridades de otras latitudes. Eso, por cierto, no responde a los señalamientos sobre el abandono de sus responsabilidades en el territorio nacional durante estos días o sobre la simpatía implícita que están expresando hacia la invasión rusa a Ucrania, pero ellos lo recitan igual. Hay que destacar, no obstante, el esfuerzo adicional del representante de Alianza para el Progreso (APP), Eduardo Salhuana, que ha argumentado que el saltito a Moscú “enriquecerá el trabajo parlamentario” y “redundará en el fortalecimiento de las relaciones bilaterales y el desarrollo del país”: un brote ejemplar de aquello que en el argot juvenil se conoce como “irse en floro”.
Aturdidos por fantasías en las que asoman quizás el vodka, las matrioshkas y el caviar, los congresistas que nos ocupan no parecerían haberse preguntado por qué el señor Iván Melnikov, primer vicepresidente de la Duma Rusa, ha tenido de pronto el impulso de convidarlos tan generosamente a visitar la Plaza Roja y sus alrededores. Para tomar ideas suyas sobre cómo solucionar los problemas de educación, seguridad o salud en la comunidad a la que representan no será, así que hay que maliciar otras motivaciones. Como, por ejemplo, la de utilizarlos para contrarrestar, al menos a nivel de imagen, el aislamiento internacional del que el gobierno de Putin ha sido objeto desde que decidió trasponer con sus tanques las fronteras de Ucrania. Cómo será de rochosa la puesta en escena a la que nuestros legisladores se han prestado, que hasta Alejandro Soto, actual presidente del Congreso y baquiano en la ardua disciplina de encajar repudios por inconductas antiguas y recientes, ha tratado de sacar su cuarta frente a ellos, divulgando un comunicado en el que se solidariza “con el pueblo de Ucrania y su gobierno, frente a la masiva ofensiva militar que sufre por parte de la Federación Rusa”. El asunto de si los 13 paseanderos contaron o no con autorización y licencia de la Mesa Directiva para irse de gira, sin embargo, es todavía incierto.
–Acto de justicia–
Dicho esto, no obstante, queremos aclarar que en esta pequeña columna no todo lo asociado a este episodio nos parece negativo. Por un lado, está el hecho de que hace rato teníamos un vuelto pendiente con los camaradas rusos, por lo que haberles mandado esta vez nosotros el circo a ellos se nos antoja como un acto de justicia. Y, por el otro, ¿no será mejor en el fondo tener a esos parlamentarios haciendo piruetas por allá que legislando por acá? ¿Imagina alguien la de despropósitos que nos hemos ahorrado gracias a la prolongada ausencia de Digna Calle del hemiciclo? Pues bien, multiplique usted ahora esa bendición por 13 y díganos si no estamos viviendo una temporadita de inadvertida bienaventuranza.