En el Ejecutivo, el despropósito campea. Esta semana, haciendo alarde de su natural facilidad para transmitir ideas claras y distintas, el presidente del Consejo de Ministros, Walter Martos, declaró: “Hasta el momento no hemos tomado ninguna decisión referente a la ley seca”… Y la ambigüedad de la frase provocó carreras precipitadas a las licorerías y colas sedientas.
Su intervención dejaba, efectivamente, la impresión de que existía sobre el particular una decisión pendiente y susceptible de ser adoptada en cualquier instante por el Gobierno. Una torpeza sin coartadas.
¿No podía simplemente descartar la idea de plano, como atinó a hacer algunas horas más tarde la titular de Economía? ¿Quería acaso convertir de nuevo a Alejandro Toledo en el líder de la oposición? Quién sabe, pero tenemos que admitir que no cualquiera es capaz de generar un problema allí donde aparentemente no podía haberlo.
De otro lado, se confirmó ayer la designación del expremier Vicente Zeballos como representante de nuestro país ante la OEA. Cabe destacar que, para justificar la “encargatura” (que, como todos sabemos, es algo muy distinto a un encargo), Zeballos acudió al argumento inapelable de que, al nombrarlo, el presidente Vizcarra estaba “haciendo uso de una potestad constitucional”. Eso, sin embargo, no despeja los temores que han surgido sobre eventuales problemas de idioma que podrían afectar su desempeño en ese organismo. Las sesiones, después de todo, son muchas veces en castellano.
No obstante, tenemos que decir que, por mal que camine el Ejecutivo, esta semana las palmas de las performances necias y perniciosas se las ha llevado el Legislativo.
—”¡No nos ganan!”—
Usted seguramente ha escuchado con frecuencia que en el Congreso existen nueve bancadas. Eso es falso. En la actual representación nacional, solo pueden distinguirse en realidad dos grupos: el de los que no entienden las materias que tienen entre manos y el de los que, entendiéndolas (solo brumosamente, tampoco exageremos), no tienen reparos en proceder a propósito de ellas con absoluta irresponsabilidad y espíritu destructivo. Las dos, además, trabajan en estrecha colaboración cuando de sacar adelante medidas inconstitucionales o dañinas para la economía del país se trata. De ahí que tales iniciativas se aprueben invariablemente con más de cien votos –cuando la supuesta bancada mayoritaria solo tiene 25– y que aquello de exonerar los proyectos espinosos del paso por comisiones y de las segundas votaciones, cuando corresponde, sea un clamor permanente en el hemiciclo.
Para no distraernos con nombres anecdóticos –Acción Popular, Frepap, UPP, etc.–, sugerimos hablar de la bancada de los Godínez y la bancada de los Gremlins, respectivamente: dos nombres que evocan a personajes que dieron color a la infancia de muchos de los ciudadanos que en enero votaron por ellos. A ver si así la próxima vez toman conciencia de lo que están haciendo.
En los últimos días, por citar algunos ejemplos bastante ilustrativos, Godínez y Gremlins aprobaron solidariamente la insistencia en la ley contra la “especulación y el acaparamiento” (un alias del control de precios), la insistencia de la ley sobre los ascensos automáticos en el sector Salud y la ley de “devolución” de hasta 4.300 soles a los aportantes y exaportantes de la ONP: iniciativas en las que lo obtuso disputa preeminencias con lo nefasto.
En lo que concierne a la última de ellas, dicho sea de paso, el Ejecutivo ha anunciado que la observará, pero no sería raro que, como sucedió con la ley que permitió el retiro de fondos de las AFP, más bien la contemple.
En cualquier caso, el presidente del Congreso –quien, consecuente con las responsabilidades del cargo que ostenta, representa a las dos bancadas por igual– ha adelantado lo que, a su entender, tendría que hacer el Legislativo si la ley fuese observada. “Tenemos que ir por la insistencia”, ha dicho Merino ensayando una variante del inolvidable “¡no nos ganan!” que inmortalizara décadas atrás Augusto Ferrando. Y ante la objeción de que el proyecto demandaría del Estado recursos que no tiene, ha planteado una salida luminosa: “Tiene que hallar la fórmula”.
Como para demostrar que estamos ante una postura institucional de la Mesa Directiva, además, su primer vicepresidente, el congresista Luis Valdez, la ha emprendido contra los miembros del Tribunal Constitucional que acaban de declarar inconstitucional la ley sobre la suspensión del cobro de peajes que Godínez y Gremlins aprobaron en su momento con pitos y matracas. “Han sido concebidos bajo la modalidad de repartija y de designación a dedo”, ha dicho. Y los ha acusado de “direccionamiento” (sic), encono y persecución. Menuda antesala de la renovación de magistrados de ese órgano del Estado que él y los demás miembros de su sociedad literalmente anónima se disponen a acometer.
—Arquetipo de la cosa—
Reflexiones como esta sobre la naturaleza de la actual conformación congresal no son infrecuentes en los medios y otros foros de discusión política. Y llegados a este punto, la pregunta que siempre surge es por qué Godínez y Gremlins actúan como actúan. ¿Es que acaso no entienden lo que está en juego o no les importa? Pues en el caso de los Godínez, el nombre –que, como anotó el poeta, es arquetipo de la cosa– encierra la respuesta; y en el de los Gremlins, creemos que lo que pesa es la imposibilidad de ir a la reelección. Si no hay futuro posible, las consecuencias de lo que hacen en el presente, efectivamente, no les importan. Con los efímeros aplausos de las graderías se dan por bien servidos.
Lo que realmente debemos preguntarnos, entonces, es a quién le debemos la elección de un Legislativo con estas deplorables características. Y eso, paradójicamente, nos lleva de regreso al Ejecutivo.