El pasado 19 de junio, el Ministerio de Salud (Minsa) anunció el inicio de la cuarta ola del COVID-19 en el país. El suceso llega con índices de vacunación que, si bien han aumentado, no han alcanzado aún el objetivo esperado.
Para fines de marzo –en plena fase de descenso de la ola– existían más de 400 vacunatorios en Lima y Callao. Actualmente, para la semana que comprende del 4 al 8 de julio, hubo solo 38 vacunatorios en las mismas regiones.
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En diálogo con El Comercio, la directora de Inmunizaciones del Minsa, María Elena Martínez, señaló que el cierre de vacunatorios responde a que los locales que se utilizaban –por ejemplo, estadios– ya han retomado sus actividades regulares. Por ello, indicó, la nueva estrategia del Gobierno está enfocada en aumentar las brigadas móviles que acuden a buscar a la población con menor avance de vacunación.
“Pero eso no quiere decir que se elimine la brigada. Ello significa que la brigada ya no está fija, sino que es móvil, se traslada a vacunar casa por casa, a los parques, a los mercados”, indica la funcionaria.
Menores de edad: los menos vacunados
Según información del Repositorio Único Nacional de Información en Salud (REUNIS) actualizada al 4 de julio, los adultos de 70 a 79 años son quienes más ha completado el esquema de vacunación, es decir, las tres dosis requeridas por el Minsa. Este grupo etario tiene un avance de 81,3%. Le siguen aquellos de 60 a 69 años, con un progreso de 78,1%.
Por otro lado, quienes menor avance presentan en la vacunación son los menores de 30 años. En la población de 18 a 29 años de edad, solo el 65.4% cuenta con las tres dosis.
El caso de los niños de 5 a 11 años y de los adolescentes de 12 a 17 es distinto, pues el esquema de vacunación se completa con solo dos dosis. Aun así, solo el 54,4% del primer grupo tiene el esquema completo. En los adolescentes, el avance es de 79,3%.
Al respecto, María Elena Martínez señala que, para lograr inmunizar a los menores, el Minsa busca intensificar la vacunación en los colegios en coordinación con el Ministerio de Educación. “Especialmente, necesitamos que se impulse el consentimiento informado por parte de los padres de familia”, asevera.
Según Percy Mayta-Tristán, médico epidemiólogo y director de investigación de la Universidad Cientifica del Sur, el insuficiente avance en la vacunación de niños y adolescentes no tiene que ver con una “negativa estructural” de los padres respecto de la vacuna, ya que ellos sí han sido inoculados, sino que responde a una deficiencia en la estrategia del Minsa para inmunizar a estos grupos de edad.
“La falta de vacunación en jóvenes y niños se ha dado principalmente por una falla del Ministerio de Salud en su estrategia de vacunación, que fue relegada desde que ingresó el exministro (Hernán) Condori. No tiene sentido que en los niños, que son a quienes se tiene más acceso a través de las escuelas, no se haya logrado un avance adecuado de vacunación”, indica.
La funcionaria del Minsa, no obstante, señala que sí existe resistencia por parte de un sector de padres de familia.
“Ciertamente, algunos padres se vacunan porque tienen la necesidad de ingresar, por ejemplo, a los bancos. Pero no permiten que sus hijos se vacunen. Hemos encontrado varios casos así”, afirma.
De acuerdo a la funcionaria, otra estrategia para cerrar la brecha de vacunación en los menores de edad consiste en acercarse a los lugares que frecuentan los fines de semana junto a sus padres, como los parques o centros comerciales.
La importancia de continuar vacunando
Según cifras del REUNIS, las regiones con mayor avance de vacunación con las tres dosis son Ica (78,8%), Callao (76,7%), Lima (75,8%) y Áncash (75,4%). Por otro lado, las que menor avance registran son Madre de Dios (41,3%), Puno (41,5%) y Ayacucho (45,8%).
Para Mayta-Tristán, la vacunación debe seguir impulsándose en general en todas las edades, pues el COVID-19 “sigue siendo mortal para quienes no tienen su esquema completo de vacunación”.
“El virus va a seguir generando nuevas variantes, cada cierto tiempo habrá nuevas olas. La diferencia está en que el riesgo de muerte cada vez será menor a medida que estemos inmunizados”, sostiene.
En la misma línea, Gabriel Carrasco-Escobar, profesor e investigador de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, asegura que la vacunación debe continuar para disminuir la cantidad de cuadros graves de la enfermedad.
“Por más que parezca que ha pasado mucho tiempo, el comportamiento del SARS-CoV-2 todavía es poco predecible. Hemos visto cómo algunas nuevas variantes han cambiado características clínicas de la enfermedad y la dinámica de la transmisión. El rol de las vacunas en ese contexto es disminuir este bolsón de personas hospitalizadas o muertes por COVID-19. Mientras la pandemia no termine, debemos agotar todas las herramientas y estrategias disponibles para minimizar la carga en términos de muertes, hospitalizados y secuelas″, explica.
Carrasco-Escobar está de acuerdo en que es necesario pasar de una “estrategia pasiva de vacunación” –es decir, que las personas acudan a los vacunatorios para inmunizarse– a una estrategia proactiva, en la que las brigadas se acerquen directamente a las poblaciones con menores índices de inmunización.
“Lo que ahora se requiere es tener estrategias más proactivas, es decir, salir a buscar a las personas. Tenemos que detectar a estas subpoblaciones con bajas coberturas y diseñar estrategias para aumentar su cobertura de vacunación”, asegura.
Menos pruebas registradas
Entre la tercera y la cuarta ola, la cantidad y el tipo de pruebas para detectar el COVID-19 ha variado considerablemente. El 4 de enero, el entonces ministro de Salud Hernando Cevallos confirmó el inicio de la tercera ola de la pandemia en el país. Según cifras del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC), durante la semana posterior a dicho anuncio, el promedio diario de pruebas moleculares (PCR) fue de 21.966. Dicha cifra se redujo a casi un tercio en la semana posterior al anuncio de la cuarta ola, en la cual el promedio diario de muestras de PCR fue de 7.855.
Lo mismo ocurre con las pruebas rápidas y antígenas. Las primeras pasaron de un promedio diario de 63 a 26 y las segundas se redujeron a casi un tercio.
Mayta-Tristán explica que la reducción en el número de pruebas puede tener que ver con que, tras la vacunación, las infecciones por COVID-19 tienden a ser asintomáticas o más leves, por lo cual son menos las personas que se realizan pruebas de descarte. A ello se suma el hecho de que hoy en día existe la opción de realizarse pruebas antígenas caseras que no son registradas en el sistema.
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