Muchos de los peruanos que nos acercamos a los 50 años hemos sido testigos del proceso que viene llevando al Perú hacia el ansiado destino de convertirse en una nación en la que todos nuestros compatriotas tengan las mismas oportunidades para salir adelante.
Nos levantamos cada día llenos de fe, con ganas de emprender nuevos proyectos, con la convicción de que al hacerlo vamos construyendo un Perú admirado por todos que será para nuestros hijos un mucho mejor país que aquel que nos tocó vivir cuando nosotros éramos hijos.
Hijos de aquellos tiempos en que los días transcurrían entre apagones, bombas y asesinatos selectivos ocasionados por el demencial Sendero Luminoso y una hiperinflación que hacía imposible poner en marcha cualquier sueño. Días aquellos en que poco a poco el miedo, la desazón y la frustración iban mellando la confianza de toda una generación que, en muchos casos, tuvo que renunciar a su patria para buscar lejos de su tierra un nuevo camino.
Un miedo que quienes llegamos al medio siglo de vida con los años hemos aprendido a dominar, conscientes de que si bien nunca nos podremos librar de él, tenemos el deber de superarlo sacando siempre lo mejor de nosotros, porque solo así podremos contribuir a que nuestros jóvenes nunca más vivan aquello que nos tocó vivir, más aun teniendo en cuenta los enormes desafíos que el mundo enfrentará en los años por venir.
En efecto, asistimos en todo el mundo a una inminente ola de cambios que transformarán nuestras vidas dramáticamente.
La conectividad que nos acercará más que nunca y ofrecerá a todos aquellos que accedan a ella información libre y cada vez más veraz de forma ilimitada.
La aceleración tecnológica en la que todo un mundo de nuevas y fascinantes tecnologías le dará al ser humano peligrosos poderes casi sin límites.
El aumento irrefrenable de nuestra población que traerá en los próximos años 4.000 millones de nuevas personas a un planeta que no resiste más con nuestro actual patrón de vida.
Todas realidades que demandarán de nosotros, los mayores, estar a la altura de la enorme responsabilidad que este escenario nos exigirá, no dejándonos intimidar por ese miedo que habita en nosotros, sino por el contrario, poner el pecho en cada momento difícil y así abrir el camino para que nuestros jóvenes puedan volar hasta lo más alto.
Porque la realidad es que en todo el mundo va surgiendo una nueva generación de jóvenes conscientes de estos desafíos, comprometidos con todo aquello en lo que creen, y dispuestos a participar activamente en las urgentes batallas que hoy se libran para resolver los grandes problemas de la sociedad que los rodea.
Una nueva generación que no lleva dentro ese miedo que habita en sus mayores, sino que ha nacido creyendo en su cultura y su patria.
Jóvenes que se despiertan cada día listos a romper estereotipos; que se arriesgan sin temor a fallar siguiendo solo a la fuerza lo que creen; que provocan cambios disruptivos con cada uno de sus actos más que con sus palabras; que en vez de detenerse a reclamar por lo vivido, salen al frente de las injusticias en el medio que los rodea; que se inspiran en los desafíos de su entorno para crear proyectos con consecuencias de positivo impacto no solo para ellos, sino para todos y para todo. Jóvenes que avanzan sin miedo, convencidos de su rol en la construcción de un mejor planeta en el que podamos vivir en paz.
Hoy, en el marco de Yuntémonos, el encuentro que organiza la Pontificia Universidad Católica del Perú para dialogar sector privado y sector público acerca del rol de la gastronomía en el desarrollo del Perú de los próximos años, una nueva generación de cocineros jóvenes nos contarán cómo trabajarán unidos para que nuestra cocina contribuya aún más al desarrollo del Perú. Una nueva generación que abraza una causa común, para trabajar juntos por ese país que ellos sienten y llevan dentro.
Una generación con causa que, no solo en la cocina, sino en todas las actividades y colectividades del Perú de hoy está lista para llevar a su patria por los caminos de la prosperidad y el bienestar. Una generación que por ello espera que nosotros estemos a la altura del momento histórico que hoy nos convoca, allanando sin miedo el camino de una juventud lista para llevar al país a lo más alto. La hora de los jóvenes del Perú ha llegado. Es deber de todos sumarnos a su causa.