El 7 de diciembre, ocho días antes de que el gobierno anunciara el fin de la protesta de 117 días en Saramurillo (Loreto), el diálogo estuvo a punto de quebrarse. “Si no hay un ministro, no hay debate político”, le respondió el apu James Rodríguez a Gonzalo Tamayo, minutos después de que el titular de Energía y Minas se excusara de no quedarse en la zona durante los dos días que restaban del último tramo de la negociación. “Tengo obligaciones urgentes en Lima”, insistió Tamayo.
Otro apu, Daniel Saboya, terminó por increpar a Tamayo, quien permanecía de pie junto a los otros funcionarios presentes (entre ellos dos viceministros). “Se podrán burlar de nosotros, pero no se pueden burlar del pueblo”, alzó la voz Saboya, avalado por el coro de cientos de nativos, quienes seguían el debate con lanzas en mano. “Son libres de irse, pero no vamos a dialogar más sin un ministro presente”, dijo Rodríguez.
A unos metros de esa escena, tres funcionarios del equipo de gobierno cuestionaban en una conversación informal la estrategia de los líderes nativos: “En una negociación se debe ceder y cerrar acuerdos de a pocos”, comentó uno de ellos.
Al mismo tiempo, para los representantes nativos el gobierno había puesto en riesgo el diálogo por incumplir el compromiso de enviar un ministro. “Estamos cansados de conversar sin acciones concretas. Solo la presencia de un ministro nos garantiza eso”, explicó José Fachín, asesor legal de las comunidades.
–Lanzas al pie del río–
Los ánimos alcanzaron el punto de ebullición cuando en la Estación 1 de Petro-Perú, ubicada a 15 minutos a pie desde Saramurillo, los trabajadores fueron alertados de una posible toma del local por parte de los indígenas. La zozobra provocó una evacuación inmediata y las barcazas de petróleo (que trasladan crudo desde que en febrero se cerró el oleoducto por los continuos derrames) zarparon rumbo a Iquitos. La reacción del personal de Petro-Perú fue interpretada por los nativos como una provocación mayor, y entonces decidieron interceptar las embarcaciones.
Los indígenas del pueblo kukama kukamiria, conocidos por ser los mejores pescadores de Loreto, no tuvieron problemas en alcanzar en sus lanchas a las tres barcazas, de mucho mayor tamaño, que pasaron a toda máquina. Alonso Chero, reportero gráfico de este Diario, fue testigo del momento en que los conductores de las naves fueron obligados a dar media vuelta y retornar a Saramurillo.
La tensión y confusión afectó también al equipo de funcionarios de gobierno, que permaneció esa noche en Saramurillo. Tras un diálogo que duró algunas horas más, y luego de una comunicación con la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM), la condición del gobierno fue que se garanticen las actividades de la empresa Petro-Perú en la zona. Solo cuando se dieron las garantías, al día siguiente, la PCM anunció la llegada –el martes 13– del ministro de la Producción, Bruno Giuffra, quien finalmente firmó los últimos acuerdos y concluyó con la protesta el 15 de diciembre.
–Desenmarañando el Marañón–
Desde el satélite, la comunidad de Saramurillo se reduce a dos líneas cortas, paralelas y casi imperceptibles a orillas del Marañón. Para llegar desde Iquitos se debe viajar durante tres horas en auto hasta el puerto de Nauta, y diez horas más por río.
Saramurillo se ubica en el tramo más estrecho del río –ruta clave para el transporte de productos y personas entre Iquitos y Yurimaguas– y al lado de la Estación 1 de Petro-Perú, donde se inicia el recorrido de los 1.200 kilómetros del oleoducto.
Esto la convirtió en el centro de la protesta convocada por comunidades de cinco cuencas amazónicas (Tigre, Marañón, Pastaza, Corrientes y Chambira), quienes desde el 1 de setiembre bloquearon el Marañón por el impacto de la actividad petrolera y los recientes derrames de crudo; en todo el año hubo al menos 13 derrames (según Petro-Perú, varios de ellos fueron provocados por terceros).
El de Saramurillo fue el conflicto más prolongado que ha enfrentado este gobierno. Como ocurrió en Las Bambas y Espinar, obligó a un cambio en la estrategia de abordar las protestas, que al inicio implicaba que los ministros no participen en el diálogo. El propio primer ministro Fernando Zavala lo reconoció de alguna forma en Saramurillo, cuando dijo: “Así se debe gobernar, de frente con la gente”.
Hubo otros grupos afectados por el petróleo que no acataron el paro, como la Asociación Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca, del apu Alfonso López. Ese detalle lo conoció el propio Zavala cuando, luego de Saramurillo, visitó a López en la comunidad Dos de Mayo, en Nauta.