Carmen Jesús Castro Barrenechea tiene 66 años y una enfermedad llamada fibrosis pulmonar idiopática, que causa el deterioro progresivo de sus pulmones. Hace dos años le diagnosticaron este mal inexplicable que la obliga a estar conectada a un respirador artificial diariamente. “Es una enfermedad que no tiene cura y que tampoco tiene una causa. Hace dos años vimos que la enfermedad empezó a agudizarse y nos dimos cuenta que su única opción de salvarse era un trasplante pulmonar. Ella iba constantemente al hospital a hacerse sus chequeos, pero iba empeorando”, cuenta su hija, Jimena Sánchez.
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Actualmente, Carmen utiliza de 14 a 15 litros de oxígeno por minuto. Su hija comenta que su madre no puede escribir, masticar o respirar bien. Su madre necesita con urgencia un trasplante de ambos pulmones. Sin embargo, la pandemia la dejó a la espera al igual que a otro centenar de pacientes.
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Según la Dirección General de Donaciones, Trasplantes y Banco de Sangre del Minsa (DIGDOT) en 2019 se realizaron 1.048 trasplantes: córneas (505), médula ósea (282), riñón (189), hígado (53), corazón (15), páncreas/riñón (3) y pulmón (1). Sin embargo, este año la cifra se redujo a más de la tercera parte. Los trasplantes realizados hasta fines de noviembre fueron 285. Los que más se efectuaron fueron de córneas (123), médula ósea (115), riñón (32), hígado (12). Los menos frecuentes fueron de corazón (2) y pulmón (1).
En Essalud, entidad en donde está asegurada Carmen Castro la historia es similar. En lo que va del año han tenido 137 trasplantes, en el 2019 se realizaron 534 trasplantes, casi cuatro veces más. Durante la pandemia han realizado 76 trasplantes de médula ósea, 11 trasplantes de hígado, 2 trasplantes de corazón, 27 trasplantes renales, 1 trasplante de pulmón y 20 trasplantes de córneas.
En suma, los 422 trasplantes realizados en Minsa y Essalud en lo que va de este 2020, representan casi la cuarta parte de los que se hicieron en ambas entidades de salud durante el año pasado (1,582).
Principales dificultades
Durante la pandemia los hospitales del país priorizaron a los pacientes con COVID-19. Por ello, la atención de quienes buscaban un trasplante bajó en 20%. “Básicamente, en los hospitales de Lima, que han tenido casi la mayor demanda de casos con COVID-19, se han tenido que disminuir los espacios de las áreas quirúrgicas, áreas clínicas o la consulta para evitar la posibilidad de contagio. Por ello, también se limitó el personal ya que algunos se infectaron del virus. Ahora la atención hospitalaria ya se está recuperando poco a poco”, explica la coordinadora nacional de Procura y Trasplante, Mary Díaz.
Agrega que no cualquier paciente es apto para recibir un órgano. Todos ellos deben pasar por un proceso que dura meses y requiere control constante para ser incluido en la lista de espera. “Hay varias contraindicaciones, por ejemplo, un paciente de 80 años que tenga cirrosis o un paciente que tenga algún tipo de cáncer ya no se puede trasplantar. El trasplante es una cirugía muy compleja de alto riesgo por eso que se hace un protocolo exhaustivo tratando que los beneficios del trasplante superen los riesgos de la propia cirugía”, indica.
EsSalud tiene a 800 pacientes a la espera de un trasplante renal, 45 en espera de un hígado, 11 en el área de pulmón y cinco pacientes aguardan por un corazón.
Los trasplantes de médula ósea nunca se detuvieron durante la pandemia. Además, durante la crisis hubo constante evaluación a través de la telemedicina con los pacientes que necesitaban otro tipo de órganos. Desde octubre, se comenzó a citar al resto de pacientes presencialmente para coordinar sus trasplantes, al igual que aquellos que deseaban entrar a una lista de espera. Actualmente, el área de trasplantes de EsSalud ya está funcionando al 100%.
Cuidado de los donantes
Juan Antonio Almeyda Alcántara, médico emergenciólogo del Minsa y director general de la División General de Donaciones indica que la pandemia generó dificultades en la disponibilidad de donantes. Debido a que las camas de Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) estaban ocupadas por los pacientes graves con COVID-19, no se podían mantener a los donantes cadavéricos para atender a quienes estaban en lista de espera. Para conservar los órganos de los pacientes con muerte cerebral se necesita de un ventilador mecánico, monitores y control exhaustivo todo el día para mantenerlos viables hasta el momento del trasplante.
“Recién en diciembre se han retomado los trasplantes de pacientes cadavéricos, que son aquellos que están con muerte cerebral y cuyos órganos pueden utilizarse”, explica Almeyda.
También se redujeron las consultas de los 9.000 pacientes que se encontraban ya en las listas de espera del Minsa. Debido a que eran personas de riesgo no era recomendable que asistieran a los hospitales de manera presencial.
Almeyda explica que también hay rigurosos filtros para que alguien busca ingresar a las listas de espera. “Un hospital acreditado evalúa a los pacientes. Para hacer un trasplante hay que cumplir una serie de criterios, por ejemplo, yo necesito tener una evaluación psicológica para poder recibir un órgano, hay casos en que una persona no puede tolerar un órgano extraño en su cuerpo y lo rechaza, eso es un tema psicológico. La evaluación es total para que no haya ninguna causal de rechazos”, explicó el experto.
Voluntad de donar
Otro obstáculo para los trasplantes, que va mucho más allá de la pandemia, es la autorización de donación por parte de la familia del fallecido. El doctor Almeyda explica que si la persona señala en su documento de identidad que es donante de órganos, casi el 100% de las familias acepta hacerlo. Por otro lado, cuando dice que no en su DNI o no tiene ninguna especificación, la mayoría de familias se opone.
Según estadísticas del área de donaciones, el 13.13% de la población peruana, en su mayoría jóvenes de no más de 30 años, son donantes según su DNI. Casi el 78% coloca que no y al menos un 10% no dice nada. El emergencista Almeyda afirma que esto se debe a que el Reniec no es el mejor lugar para expresar una voluntad de donar.
“Siempre hay colas y lo que uno quiere es salir rápido y no pensar en si seré donante o no. Las generaciones más jóvenes tienen mayor predisposición a donar, otra cosa es que los DNI duran 7 años y en 7 años no se puede cambiar esa voluntad de donar y si quiero ser donante tengo que pagar para que cambien ese estado en mi documento. El sistema no ayuda”, señala.
“Nosotros hicimos un estudio donde se le preguntaba a las personas si estaban a favor de la donación de órganos y el 80% decía que sí, cuando le dijeron si donarían sus órganos la aceptación bajó al 60% y el 30% dijo que donaría los órganos a una familiar cercano. Lo que hay que trabajar todavía es ese momento crítico y el choque emocional que se da cuando se hace la solicitud de la donación”, añadió.
Por ello, Almeyda indica que es importante que las personas comuniquen a sus familias su voluntad de donar sus órganos. “Es un tema de información constante, todos vamos a morir, pero no todos vamos a tener la posibilidad de quedar con muerte cerebral y poder dar vida a otros. Creo que la familia debe saber y entender que sí, es una desgracia, pero dentro de ese dolor, su familiar puede dar vida a otras personas”, señala.
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