Ser madre va más allá de los lazos de sangre - 2
Ser madre va más allá de los lazos de sangre - 2
Redacción EC

La hermana María Lucía Verona Santisteban es madre de 47 niños y adolescentes que, desde hace cinco años, cría en la La Divina Providencia, cuando asumió la dirección de este orfanatorio.

El día para ella empieza a la 5 a.m., cuando se levanta a dar el primer biberón a uno de los nueve bebes que viven en la casa hogar, ubicada a pocas cuadras del .

Dedicada al servicio de Dios desde que tenía 22 años, la también profesora de lengua y literatura se enorgullece sobre todo de saber cambiar pañales.

“Mis niños han cambiado mi vida totalmente”, afirma Verona Santisteban, quien considera que la maternidad es un sentimiento que toda mujer tiene dormido hasta que llega el momento de criar a una persona.

Los niños y adolescentes que se crían en esta casa-hogar viven con sor María y las otras tres hermanas que los cuidan hasta los 18 años. Algunos vuelven por un consejo o un abrazo. “Se comportan como verdaderos hijos”, cuenta satisfecha. 

LA MÁS EXPERIMENTADA

Dora Liza Becerra Rodas es la madre sustituta con más experiencia en la aldea infantil Virgen de la Paz, ubicada en la carretera a Pimentel. Llegó allí en 1989, cuando tenía 24 años. Su labor se desarrolla las 24 horas del día, siempre pendiente de sus engreídos.

“En todos estos años he tenido varios niños y a todos los quiero como si fueran mis hijos”, dice mientras vigila que dos pequeños, un niño de 10 años y una niña de 4, hagan sus tareas. Dora no tiene hijos propios. No se casó y se limita a decir que su galán se cansó de esperarla. “Pero espero casarme con un viejito”, dice entre risas.

Lo que más la llena de alegría es ver que sus niños logran prosperar en la vida. Son varios, convertidos ya en adultos, los que la han visitado para agradecerle  por haberlos criado.

PURO CORAZÓN

Cuando la técnica en enfermería Angélica Rodríguez de López sintió que sus tres hijos estaban realizados, entró a trabajar en la aldea infantil San Miguel de Piura para cuidar a niños y niñas en estado de abandono. Desde entonces han pasado ocho años. Actualmente es madre sustituta de siete bebes y una adolescente. Ahora, dice ella, tiene 11 hijos.

Angélica visita a su familia una vez a la semana, pues dedica la totalidad de su tiempo a sus bebes. El apego emocional con los niños es tan grande que cuando cumplen los 6 años, y deben ser cambiados de hogar, siente mucha nostalgia. “Solo espero que sean felices, tal y como yo lo fui con ellos”, afirma.

SIN CONDICIONES

A falta de un hijo biológico, Verónica Beltrán Quispe tiene 20 niños lactantes a su cargo en el (CAR) Chaves de la Rosa de la Beneficencia Pública de Arequipa, donde se acoge, por orden judicial, a los menores abandonados por sus familias.

Actualmente, en este edificio viven  51 niños de todas las edades, quienes son alimentados, cuidados y educados por Verónica y sus colegas hasta que son adoptados por una nueva familia o cumplen la mayoría de edad.

“Es un trabajo sacrificado pero te recompensa el cariño de tantos niños. Cuando se van, te pones muy triste, aunque también sonreímos porque se van con una nueva familia”, reconoce  Verónica.

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