Por esa razón, los seguidores de Francisco tuvieron que caminar bajo los 32°C que se registraban ayer en la ciudad. Una temperatura agobiante y retadora. (Captura)
Por esa razón, los seguidores de Francisco tuvieron que caminar bajo los 32°C que se registraban ayer en la ciudad. Una temperatura agobiante y retadora. (Captura)
Lourdes Fernández Calvo

Todos los caminos de Puerto Maldonado condujeron al papa Francisco. Las avenidas Aeropuerto, La Joya, entre otras vías principales de la ciudad se vieron el viernes abarrotadas de fieles y curiosos, que estaban expectantes de recibir un saludo del Sumo Pontífice.

Familias enteras que no pudieron entrar al coliseo regional ni al Instituto Jorge Basadre realizaron, a pie y otros en moto, el recorrido que hizo Su Santidad hacia el hogar "El Principito" y hacia el centro pastoral Apaktone.

“Corre que allá se va el Papa”, decían los niños, que parecían los más emocionados.

La ciudad de Puerto Maldonado mostró una gran multitud de feligreses católicos vestidos con polos blancos y amarillos, que llevaban impresos el rostro del Papa.

Los mototaxis, principal sistema de transporte de la región, eran escasos debido a la medida municipal que prohibió el tránsito de estos vehículos durante la visita del Papa.

Por esa razón, los seguidores de Francisco tuvieron que caminar bajo los 32°C que se registraban ayer en la ciudad. Una temperatura agobiante y retadora.

Algunas personas vestían gorras y otros llevaban consigo sombrillas para evitar los rayos de sol. La imagen de madres con bebes en brazos se repetía en varias calles de la ciudad.

Muchas de ellas esperaron varias horas, a la salida de los eventos donde estaba el papa Francisco, para pedirle una bendición.

Una de ellas fue Rosa, quien prefirió no dar su apellido. Como no logró entrar al coliseo, cogió su moto y a sus tres hijas y fue en busca del Papa en los exteriores del hogar "El Principito".

Convenció a un agente militar que le dejara acercarse hasta la zona por donde pasaría el Papa. Con su hija de 5 años en brazos y aún con el casco puesto por si tuviera que salir corriendo, Rosa esperó a Francisco en la calle. Los agentes de seguridad la motivaban para que se calmara. Rosa no dejaba de llorar. Finalmente, el Papa salió, pudo verlas y extenderles la mano.

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