Tres proyectos de ley presentados recientemente en el Parlamento buscan lograr la creación de un distrito electoral para los peruanos que residen en el exterior (El Comercio, 31.10.2016). Simultáneamente, la realidad ha recordado que, en vez de crear más mecanismos de representación, quizás se haría bien en ampliar y optimizar los ya existentes.
Si no, que lo digan los ciudadanos del distrito de Curimaná (provincia de Padre Abad, en la región Ucayali), donde esta semana tres muertes mostraron fatalmente las altas vulnerabilidades de una política con un alto grado de judicialización.
Por sus componentes meramente locales, lo sucedido en Curimaná recuerda de algún modo el trágico caso de Samanco (El Santa, Áncash), un pequeño distrito no muy lejos de Lima, que el año pasado saltó a la luz luego de que su alcalde fuera asesinado. Investigaciones posteriores involucraban en el crimen a varios miembros del concejo municipal.
Si bien ambos casos se refieren a la política local, las regiones que cuentan con pocos representantes en el Congreso pueden presentar similares problemas, ya que el poder es otorgado electoralmente a un número muy limitado de personas. El caso extremo es Madre de Dios, que solo cuenta con un representante en el Parlamento.
Por si fuera poco, varias regiones tienen grandes distancias –más que geográficas– entre sus conglomerados poblacionales, que complejizan su representación. Las viejas rivalidades entre Juliaca y Puno, Huaraz y Chimbote, Abancay y Andahuaylas, por solo nombrar algunas regiones, tienen un peso que muchas veces se desdeña.
Asimismo, existen numerosas regiones que tienen una relación muy limitada con sus representantes en la política formal asentada en Lima. Por ejemplo, en todas las regiones amazónicas (incluyendo a Huánuco), la suma de ausentismo y votos nulos y blancos en la votación para el Congreso oscila entre el 55% y el 60%.
Además de todas las consideraciones internas, por diversas razones (geográficas, prácticas, de desapego) los peruanos en el exterior (aproximadamente 4% del electorado) no han mostrado gran entusiasmo por votar. En las elecciones de abril del 2016, el 57 % de los peruanos aptos para votar en los Estados Unidos no se presentó a las urnas, un porcentaje que triplica el promedio nacional (18,1%). En dicho país, cuando el elector participó, optó mayoritariamente por viciar su voto. La situación no es muy distinta en otras latitudes.
El país no ha dejado de ser ese “conjunto de provincias mal gobernadas, con un soberano nominal al frente” al que se refería Jorge Basadre para describir al Perú colonial. Por ello, resulta más oportuno pensar en los peruanos en el interior. Es a ellos a quienes se debe brindar más y mejor representación.