Llevaba varios días sin parar de llorar y casi no comía. Cada día que pasaba, aumentaba en él el temor de que algo le suceda, y se aferraba al recuerdo de sus seres queridos. Willy Castañeda Rivadeneyra tenía solo 14 años cuando Sendero Luminoso irrumpió en el centro poblado El Paraíso, en Huánuco, y lo secuestró. Era 1986 y Willy, huérfano de madre, vivía en casa de su tía, a quien ayudaba en las labores agrícolas y ganaderas. Eran tiempos en que el grupo terrorista secuestraba niños y adolescentes para obligarlos a sumarse a sus filas.
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Willy recuerda que su llanto se hizo aún más ensordecedor cuando llegaron a un campamento en Uchiza (Tocache, San Martín). Poco tiempo después, ya sea por compasión o hartazgo, sus captores decidieron liberarlo. No se ha establecido aún cómo ni cuándo llegó a la ciudad de Iquitos (Loreto) en completo estado de abandono. Tras varios días deambulando por las calles y pasando hambre, fue hallado por una mujer que lo ayudó a permanecer oculto y luego a cruzar la frontera hacia Brasil.
Desconfiado aún por lo que había vivido, Willy escapó y se internó en la Amazonía brasileña. Tras caminar por el suelo escabroso de la selva, llegó a la comunidad fronteriza Santa Terezinha, donde finalmente una familia lo acogió y le dio el nombre de Joao Castello.
La familia biológica de Willy lo buscó, pero al no hallar rastro de él, desistió al cabo de un par de años. A esta tragedia se sumó la desaparición de uno de sus cinco hermanos, Walter, quien fue asesinado durante el combate al terrorismo. Esto llevó a pensar a la familia que Willy había sufrido el mismo destino. Treinta y dos años después, en el 2018, un hecho fortuito les dio la oportunidad de aferrarse a la posibilidad de que estuviera vivo.
Habían transcurrido apenas unos días desde que la numerosa familia de Willy se había juntado para pasar el Año Nuevo y, como era tradicional, sus hermanos se habían tomado una foto y la habían colgado en Facebook. La publicación tuvo bastantes comentarios en pocas horas, pero había uno que llamó la atención, pues quien lo escribió se parecía físicamente a los hermanos, aunque ninguno de ellos sabía quién era Joao Castello.
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“Yo sí lo reconocí de inmediato. Era Willy. Estaba casi segura porque era el que más se parecía a mi esposo Walter. Sentimos una gran emoción. Lloramos de alegría”, recuerda Rosaura, cuñada de Willy.
Apenas habían pasado algunos meses desde que la Dirección General de Búsqueda de Personas Desaparecidas (DGBPD) del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos le comunicó a Rosaura el hallazgo del cuerpo de Walter y de su restitución. Ella no lo pensó dos veces y acudió nuevamente a la oficina regional para reportar que el niño que creían muerto estaba con vida en Brasil.
“Fue en el 2018, tras la restitución del cuerpo de su esposo, que Rosaura se acerca para reportar la desaparición de su cuñado. Nos da los datos y empezamos con las investigaciones. Días después regresó la señora con la noticia de que se habían contactado con Willy por Facebook”, explica Mónica Barriga, titular de la DGBPD.
—El momento esperado—
La DGBPD inició el análisis de datos del perfil de Facebook de Willy, la revisión de fotografías y las entrevistas con él y su familia. El objetivo era cotejar la información brindada por ambas partes. El resultado una vez culminada esta etapa era alentador: había muchos datos exactos de la infancia.
Lo único que faltaba eran los exámenes de sangre y establecer si efectivamente se trataba del niño secuestrado hace más de 30 años.
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“Tomamos muestras de sangre a los hermanos y un biólogo tuvo que viajar a Brasil, a una zona del Amazonas muy alejada donde se llega en lancha, para realizarle un examen de ADN a Willy. Se hizo el contraste de los perfiles genéticos y el informe reveló un 99,99% de parentesco de consanguinidad”, cuenta Barriga.
—Reencuentro virtual—
La noticia fue recibida entre abrazos y festejos por parte de la familia. Las ganas de volver a abrazar a Willy eran tales que la DGBPD programó un reencuentro familiar para el 2 de abril de este año; sin embargo, debido al estado de emergencia esto quedó descartado.
Se programó, entonces, un reencuentro virtual para el pasado martes 21 de julio, donde tanto Willy como sus hermanos y demás familiares pudieron verse y decirse todo lo que tuvieron guardado durante tanto tiempo. Las lágrimas se mezclaron con las sonrisas; la tristeza, con la alegría.
“No puedo creer que esté frente a mis hermanos. Estoy infinitamente agradecido a mi país de origen por tomarse un tiempo para ver mi caso y darme esta oportunidad. Mantengo el deseo de abrazarlos algún día”, expresó visiblemente emocionado Willy.
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El resto de la reunión estuvo lleno de palabras de afecto y sentimientos encontrados. Willy estuvo acompañado de su esposa y sus dos hijas.
Antes de despedirse, dijo que siempre supo que llegaría el día en que volvería a ver a su familia. “La esperanza es algo que nunca muere. Este reencuentro no tiene precio”, expresó entre lágrimas.
—Investigación—
En el proceso de investigación de casos de desaparición de niños y adolescentes, lo que menos hay son fuentes que ayuden a una rápida reconstrucción. Los informes o denuncias al respecto casi no existen. Además, la mayoría de menores no contaba con un documento de identidad al momento del rapto.
“Estos grupos necesitan una estrategia específica de búsqueda”, resalta Mónica Barriga, de la DGBPD. La reconstrucción de estos casos pasa por los testimonios y entrevistas. Además, en caso el menor haya fallecido, la fragilidad de sus restos óseos dificulta su identificación.
La mayoría de estos casos no resultan exitosos. “Estas búsquedas no siempre tienen un final feliz, por eso es un privilegio poder celebrar este caso”, destaca la ministra de Justicia, Ana Neyra