La encuesta de El Comercio-Ipsos refleja un momento incómodo que atraviesa la realidad política nacional: no hay avances, no hay aparentes cambios a futuro y no hay líderes que atiendan este desánimo. Además, según dice Alfredo Torres, presidente ejecutivo de Ipsos Perú, no es muy común que tan poco tiempo después de iniciadas su gestiones, el Gobierno y el Congreso tengan tanto rechazo por parte de la ciudadanía.
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—La encuesta muestra un fenómeno curioso: la desaprobación al presidente Castillo no ha variado significativamente respecto del mes anterior, a pesar de haber atravesado un intento de vacancia. En cambio, sí aumenta el rechazo al sector considerado moderado en su Gabinete, desde Mirtha Vásquez hasta Pedro Francke y Hernando Cevallos. ¿Cómo leer esta contradicción?
El apoyo de Castillo es básicamente de la población rural y sectores marginales, o urbanos de origen andino, que no están tan al tanto de las investigaciones periodísticas que se hacen en Lima. En el caso de Mirtha Vásquez y los demás ministros del sector moderado, generaron una expectativa de conducir al gobierno al estilo Humala. Y en la medida en que no lo consiguen, decepcionan a ese sector de centroizquierda que esperaría de ellos otra actitud. No tienen el apoyo de la población rural, que parece que ni los conoce, y están perdiendo el apoyo de la población que tenía expectativas de un Gobierno, digamos, más tecnocrático.
—¿La vacancia que no resultó podría haber dado aire fresco a la figura presidencial, como opina algún sector de la política?
Sí, creo que el fracaso de la vacancia lleva a pensar, a quienes votaron por Castillo, que él tenía razón y que fue un abuso, un exceso. Sin duda lo refuerza y debilita el Congreso. Dicho sea de paso, una de las conclusiones de este mes es que el Congreso ha perdido aprobación y creo que tiene que ver mucho con este proceso fallido.
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—¿Es decir, se ‘castiga’ al Congreso por no configurar una oposición concreta? Su nivel de desaprobación era de 44% en agosto y ahora es del 70%.
Lo que estamos viviendo en simultáneo es un proceso de deterioro del apoyo al presidente y del apoyo al Congreso. En ambos casos estamos con niveles de aprobación muy bajos para estar a menos de seis meses de haber empezado su gestión.
—Por la sucesión de hechos escandalosos que involucran al entorno de Palacio uno esperaría que la idea de vacancia tuviera mayor apoyo, pero apenas un tercio del país se muestra convencido, y el índice se mantiene mes a mes. ¿Hay un desapego a la idea de un cambio fortuito?
El apoyo a la vacancia venía creciendo lentamente, pero se precipitó y no se alcanzaron los votos ni siquiera para que el presidente vaya al Congreso; había un sector de la opinión pública que decía: “Bueno, de repente no es momento para sacarlo, pero sí es momento de escucharlo en el Congreso”. Al fracasar en su intento, un sector de la ciudadanía que no sigue necesariamente la política de cerca dice: “Si fracasó la vacancia es porque no había motivos suficientes, y entonces vamos para adelante”.
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—Ante esta polarización, la teoría política sugiere la idea de que hay espacio para figuras de centro. Pero el día a día nos dice lo contrario.
Claro, lo que falta justamente son líderes políticos que despierten una nueva esperanza. Hemos visto en las elecciones presidenciales de este año una votación muy dispersa, lo cual implica que ninguno de los líderes que se presentó logró captar una gran confianza popular y eso se ve ahora entre la gente que rechaza la vacancia. La principal razón es justamente la incertidumbre que generaría un nuevo proceso de vacancia, el temor a que la crisis política se agudice. Y ese temor ocurre precisamente porque no hay nadie que genere una expectativa o una esperanza para un sector amplio de la población. Hay algunos grupos, por supuesto, que tienen a su líder, algunos congresistas que empiezan a destacar, quizá, pero todavía no hay un movimiento, digamos, de ancha convocatoria que pueda despertar esa esperanza en la población.
—¿Es normal que después de unas elecciones, y sobre todo de unas elecciones feroces como las que hemos vivido, haya esta sensación de vacío?
No, no es normal. Comúnmente lo que ocurre es que hay un líder de oposición que está calentando para tomar la posta. Así pasó con Toledo, con García, con Humala. Lo que ocurre ahora es que la candidata que pasó a la segunda vuelta contra Castillo es Keiko Fujimori, pero es la que tiene más anticuerpos, entonces no puede ocupar ese espacio. Los otros candidatos que están en ese lado del espectro político tampoco. No tienen una convocatoria que vaya más allá de sus seguidores inmediatos. Es muy difícil que convoquen al centro. Los candidatos que normalmente ganan elecciones son los que logran convocar parte de sus seguidores a un sector del centro político. No está ocurriendo eso esta vez. Hay una gran desmoralización en la ciudadanía y un gran hartazgo de las opciones políticas existentes.
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—Hay un dato interesante referido a la sensación de progreso. Ahora mismo, solo el 6% de peruanos siente que el país progresa. No se alcanzaba un índice tan bajo desde mediados de 1991.
Sí, es terrible. En el año 91 todavía no se había logrado derrotar la inflación por completo y había terrorismo en alza, había razones para decir que el país no estaba en progreso. En cambio, ahora, si bien hemos sufrido una pandemia y la situación económica está muy golpeada, no estamos en la misma situación de hace 30 años. Lo que ocurre es que la gente no ve un horizonte, no es optimista hacia el futuro, porque los últimos cinco años han sido de una crisis política continua y eso afecta el crecimiento económico de las familias, afecta incluso la seguridad ciudadana porque aumenta la delincuencia, y hay también esta sensación de corrupción generalizada que daña a la clase política. La mayor parte de la gente no está informada de los últimos sucesos, pero para los que sí están informados, esto es una validación de esta sensación de que hay mucha corrupción en la clase política y eso, evidentemente, genera una desmoralización.
—Además, se llega a ese 6% en una escalera descendente que se inicia en la era Vizcarra, luego de la cual solo hubo una crisis tras otra, incluyendo a la pandemia del coronavirus.
Es lógico que la gente vea el problema con poca esperanza. Lo que es raro es que esto ocurra a menos de seis meses de iniciado un gobierno. Normalmente, cada vez que hay un cambio de gobierno hay un renacer de la esperanza. Y eso no ocurrió esta vez. Entonces, sí es una situación más grave.
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—En las estadísticas, después de junio del 91 se empieza a recuperar ligeramente la expectativa, y coincide con que la crisis económica cede de a pocos. En cambio, si nos imaginamos el futuro de aquí a 12 meses, no parece que pudieran darse muchos cambios.
A la gente le preocupa que la economía se recupere. La mayor parte de la gente se autoemplea, entonces que haya leyes laborales, etcétera, les es irrelevante. Lo que ellos quieren es que haya más actividad económica.
—En el gobierno de Toledo, por ejemplo, su aprobación estaba por los suelos, pero los índices económicos iban con un rumbo relativamente bueno.
La economía termina siendo el factor más importante. En la época de Toledo empezó a recuperarse, y avanzó más en la época de García. Entonces, cuando ocurren esos procesos, los problemas que empiezan a preocupar más son otros. En ese momento, por ejemplo, empezó a ser la seguridad ciudadana, la corrupción, pero ya la economía no preocupaba porque la gente tenía claramente una mejor calidad de vida, año a año. Pero cuando la economía se cae, esto se vuelve su preocupación central. Hoy día le preocupa a la gente mucho más la economía que el COVID-19.
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—Según la foto del momento, hay una falta de liderazgo presidencial y los ministros más centrados tienen cada vez menos apoyo; sin embargo, la idea del cambio brusco no alza vuelo. Es difícil saber qué quieren los peruanos.
El peruano promedio en el corto plazo lo que quiere es una mejor gestión pública, quiere que el Gobierno haga buenos nombramientos, que sea eficaz. La gente quiere más inversión, más empleo para que mejore su calidad de vida. En el mediano plazo, quiere un liderazgo. Lo que frena la vacancia es la sensación de incertidumbre, de crisis política que implicaría volver a cambiar un presidente. Pero si el Gobierno se sigue deteriorando o si aparecen más evidencias de corrupción como las que han empezado a surgir, creo que Castillo tendría un serio riesgo de perder la presidencia. Pero lo que hemos visto en este momento es que ese proceso fue muy apresurado y que la gente quiere que mejore la gestión del Estado, que sea eficaz en enfrentar los problemas del país.
—Lo que hay entonces es un país desmoralizado.
Ese es el drama. Efectivamente, hay una pérdida de confianza muy grande en el futuro del país. Yo creo que esa es la principal característica de nuestra crisis política. La gente está muy desmoralizada porque no ve ni en el presidente ni en la oposición un liderazgo que apunte a sacar al país adelante.
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“Oportunidad para líderes”
—Estando el escenario como está, ¿qué podría suceder en las elecciones municipales y regionales del 2022? Hay espacio para el centro, pero también hay sitio para los radicalismos.
El Perú vota por personas y no por partidos. Ahora, las regiones que han votado más por candidatos de derecha probablemente van a elegir a un alcalde o un gobernador de derecha. Y las que han votado por Castillo quizás busquen a alguien más de ese perfil. Podría ser que ahí haya un cambio hacia líderes más maduros, más moderados.
—¿En la oposición hay alguna figura visible? Por el momento, Rafael López Aliaga es quien intenta alzar la voz, pese a que es un discurso bastante radical incluso para el sector de derecha.
Claro, y obtuvo un resultado importante en la presidencial, que fue además su primera candidatura. Y lo estamos viendo en Chile y en otros países. O sea, sí es cierto que hay una tendencia de la población a polarizar y a buscar en extremos. Creo que lo que en realidad busca la gente son líderes fuertes. Un líder fuerte es una persona con conexiones, con ideas firmes que transmite con claridad y, en ese sentido, podría haber alguien más de centro que surja con ese perfil, con ese discurso. Es decir, esta crisis también es oportunidad para el surgimiento de nuevos líderes en la política.
—¿Y qué sucede con las tan mentadas alianzas? La izquierda como la derecha, y el sector oficialista como la oposición tienen los mismos problemas de fraccionamientos y de discrepancias internas y eso lo vemos a diario.
La gente quiere un Gobierno más eficaz y que contribuya a la reactivación económica. Pero en esta polarización que vivimos... Los gobiernos que logran tener más apoyo son los gobiernos que logran ampliar su base de respaldo. Y por el lado de la oposición ocurre lo mismo. Si la oposición sigue fragmentada, no va a ninguna parte. Tiene que haber un proceso de mayor convocatoria, de más ancha base, si se quiere ir hacia un cambio político importante.
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