No habían pasado ni siquiera tres meses del gobierno que ofrecía honestidad para hacer la diferencia cuando estalló el primer escándalo de corrupción: el congresista Omar Chehade, segundo vicepresidente de la República y ex abogado de la pareja presidencial, fue denunciado por ejercer influencias a favor de su hermano y de una azucarera.
La cuenta de aquella cena en el restaurante Brujas de Cachiche fue altísima: Miguel Chehade –el hermano– fue condenado a 4 años de prisión efectiva, y el congresista fue suspendido 120 días de su labor parlamentaria y tuvo que renunciar a la vicepresidencia.
La condena moral que Nadine Heredia tuiteó entonces será recordada por varios años más: “¿Tan difícil es caminar derecho?”.
Casi cuatro años más tarde, Omar Chehade disfrutaría el plato frío de la venganza: cuando el programa “Panorama” reveló los contenidos de cuatro agendas de Nadine Heredia, el parlamentario dijo, en términos similares a los que la primera dama le dedicó, que debía allanarse a una investigación: “Yo creo que no es tan difícil ponerse a derecho”.
Nadine Heredia, claro, negó que las agendas en cuestión, que daban cuenta de extrañas transferencias financieras, fueran suyas (aunque solo meses después). Pero en tiempos del Twitter, el debate sobre la propiedad de estos cuadernos tuvo su punto más irreal cuando, a través de un ‘direct message’, le dijo a la periodista Rosa María Palacios: “La verdad es mi letra. Pero no puedo adelantarme pa q saque provecho Fiscalía”.
Por esos días la aprobación de Ollanta Humala tocó su punto más bajo: 13%, según la encuesta de Ipsos de setiembre del año pasado. Y la segunda razón más frecuente para desaprobarlo (el 51% la mencionaba) es que había corrupción en el gobierno: Y es que el repaso de la gestión de Ollanta Humala demuestra que su suerte estuvo amarrada a la de su esposa.
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— Política El Comercio (@Politica_ECpe) 26 de julio de 2016
