Sarratea, a secas, sin dirección (es 179, por si acaso) fue un limbo entre la serenidad rural de Chugur, el caserío chotano donde vivía la familia Castillo Paredes; y la sordidez que se instaló en Palacio de Gobierno. Las claves de “Palabra de maestro. Crónica de un desgobierno” están allí. Stefanie Medina se la pasó jornadas enteras viendo quienes entraban y salían, chequeando placas y hasta se hizo amiga de Alejandro Sánchez, el dueño de casa, a quien llamaba ‘el primer amigo de la nación’ (la referencia es a Adam Polak, quien fue el mejor amigo de Toledo).
Allí, la autora, con más celo y herramientas de reportera que de contadora de historias, encontró los círculos de poder turbio formados por sobrinos, chotanos, el chofer de campaña y luego ministro del MTC Juan Silva, el amigo de huelgas Bruno Pacheco que llegó con Samir Villaverde a prestar ayuda interesadísima, además de otros visitantes de la oportunidad. Stefanie siguió, en medio de ellos, al presidente pavorosamente accidental que había cubierto desde que empezó a descollar en la primera vuelta. “Una vez para un enlace le pregunté por una denuncia contra Guillermo Bermejo y me dijo que no la conocía, con una ingenuidad tal, que tuve que buscarla en el celular y leérsela”, me cuenta.
Meses después, ya en Palacio, la inocencia, si algo hubo de aquella en la campaña, se había perdido del todo; pero la ingenuidad e improvisación cundían al punto que Mirtha Vásquez le contó a Medina que le dijo esto a Castillo cuando le ofreció la PCM (pág. 171). “A propósito, presidente, ¿ya presentó su renuncia Guido Bellido?. ‘Ay, la renuncia, verdad ¡Auner¡ -[Castillo] hizo un gesto con la mano-anda pídele la renuncia”. El asesor Auner Vásquez no pudo respirar tranquilo hasta que Castillo fue convencido, por su espantada nueva premier, de que lo correcto era que él mismo hablara con su aún premier. Pero no nos adelantemos.
Doble de sombrero
Stefanie me contó que pensó que tenía un libro por hacer cuando se quedó sin trabajo en el verano del 2022. Fue a Chota y buscó a las fuentes que conoció en su cobertura. Allí está, por ejemplo, una nota de prensa del gobierno regional cajamarquino de 2013 que menciona a PC como cabeza del Sutep en Chota. En su directiva, aparece su buen amigo Segundo Quiroz, actual congresista del Bloque Magisterial. De cómo su vínculo con el Sutep tradicional devino en relación peligrosa con el Conare (facción magisterial del Movadef), han dado cuenta varias investigaciones policiales y periodísticas. Se dijo que Zenón Pantoja, uno de los líderes del Conare, había sido mentor de PC. Sin embargo, Medina habló con el propio Pantoja, que rechaza esa afirmación.
El episodio de su caída impostada en medio de una huelga –'¡tírate!’, le dijo un correligionario y este lo hizo ante las cámaras- y sus tratos con el entonces fujimorista Héctor Becerril para fastidiar al Minedu en tiempos de PPK; también están cubiertos. Medina ha encontrado la publicación de Perú Libre en la que se consigna una foto del primer encuentro –forzado por Castillo- que este tuvo con Vladimir Cerrón en Huancayo. Y así, con algunas elipsis arbitrarias, llegamos al día de la juramentación en la Pampa de la Quinua, en Ayacucho, con un relato ‘en on’ de Guido Bellido, en el que confiesa que hasta el último momento tuvo dudas de si, en efecto, él sería juramentado. No solo él, que fue ungido, tenía dudas; también las tuvo Verónika Mendoza que quería y creía poder ser primera ministra. Y así empezó el desgobierno.
Medina cuenta que en más de una ocasión vio que Castillo se escabullía de las cámaras y de la gente que lo acosaba con sus pedidos, poniéndole el sombrero a alguien de su entorno. De allí sale una teoría sobre la posible fuga de su cuñada Yenifer Paredes de Palacio, cuando este fue allanado por el equipo especial de fiscales y policías. Yenifer, con sombrero, se habría escabullido, acompañada de Lourdes Huanca, en medio de ronderos que asistieron a un evento en el patio palaciego. A los pocos minutos apareció entregándose en el Ministerio Público. En plena farsa del desgobierno, un toque de sofisticación con ‘doppelgangers’ de cabeza cubierta.
¿Qué hago acá?
Las tensiones entre Castillo y el cerronismo ya se habían hecho evidentes desde el día uno. Bellido tenía varios enemigos en su propio gabinete que preferían un premier progresista. Podíamos adivinar que entre estos estaban los ministros de Nuevo Perú, Pedro Francke y Anahí Durand, además de Aníbal Torres que guerreaba en público con Perú Libre. Sin embargo, quien más ímpetu puso en el fichaje de Mirtha Vásquez como sucesora, fue Betssy Chávez.
Stefanie cuenta, siguiendo el relato de Vásquez, que Chávez la llamó para presionarla para que fuera a Palacio a hablar con Castillo, quien ya había sido convencido de que ella debía suceder a Bellido. Mirtha estaba en el Cusco y llegó a Palacio desde el aeropuerto, con su maleta, en la noche previa a su apurada juramentación. Al día siguiente regresó a Palacio, muy temprano, creyendo que pasaría el día con Castillo armando el gabinete. No fue así. Todo se precipitó, Castillo ya tenía pensado los cambios, se los pasaron en un papel, ella pedía explicaciones y ni siquiera tenía su celular, pues lo habían requisado. Betssy lo recuperó y le dijo que no podían salir de Palacio sino era juramentadas. De esa forma, Mirtha se enteró que Betssy también sería ministra.
Tal era el afán de Chávez para que saliera Bellido y juramentaran ambas que, cuando Castillo les dijo que pensaba anunciar que habría un cambio de gabinete por Twitter, lo convenció de que mejor era hacer un mensaje a la nación. Ambas, Chávez y Vásquez, escribieron el mensaje. He aquí un antecedente de que Chávez participó, por lo menos, en la redacción de un mensaje de Castillo previo a aquel del golpe fallido del 7 de diciembre, de cuya autoría es una de las sospechosas. Por la implicancia de este antecedente, y la riqueza de detalles que recoge Stephanie en su mejor capítulo, llamé a Mirtha Vásquez. La ex primera ministra, me confirmó lo que les he resumido y que Chávez la convenció de venir del Cusco a Lima a asegurar la transición en la PCM. Es más, “me ayudó con el cambio de los pasajes y me fue a recoger al aeropuerto”, me dijo. Y al día siguiente, con idas y venidas de Castillo y, sin su celular, no solo estaba desconcertada sino que, “me llegué a sentir secuestrada”, cuenta. Si aceptó el encargo, es porque, ya recuperado su teléfono, le pasó los nombres de los nuevos ministros a su entorno, para que los investigaran rápidamente. En aquellos no estaba el mayor problema, sino en el único nombre que Castillo no se lo dio sino a última hora, el del ministro del Interior, Luis Barranzuela.
Mira: El Poder Judicial ordena levantar el secreto de comunicaciones de Pedro Castillo.
Mirtha Vásquez le contó a Medina detalles de su mayor crisis en los meses en que fue ministra. La provocó la terquedad de Castillo en no pedirle la renuncia a Barranzuela y la determinación suya de renunciar ella si aquel, que ya acumulaba cuestiona mientos y escándalos, no se iba. La tensión llegó al punto que ella entró al despacho de Castillo y le dijo que si el fulano no renunciaba en una hora, ella difundía su renuncia en Twitter. Bruno Pacheco, aún secretario general, trató de convencerla de esperar un día, pero ella se cerró en su plazo. Y aquí sucedió algo que se cuenta en el libro, pero le pedí a la ex primera ministra que me lo cuente: “De pronto, me llama el presidente Sagasti y me dice ‘¡qué ha pasado!, no hagas nada, yo estoy yendo’. Él estaba fuera de Lima y evidentemente el presidente lo había llamado. Pero parece que se quedó con la duda y me volvió a llamar. Yo le conté de qué se trataba y me dijo, ¡ah, yo te apoyo!”. ¿Y llegó a ir a Palacio?. “Sí, horas después, ya en la noche. Ya a Castillo no le interesaba, porque seguro antes le dijo que me iba a apoyar, y conseguí la renuncia de Barranzuela. Se superó la crisis. Llegó a aparecer su visita en un medio y se tejieron especulaciones falsas contra él. Luego él me contó que habló un rato con Castillo y le recomendó que me hiciera caso”.
Tras la caída de Vásquez en enero del 2022, el libro de Medina resume con apuro la gestión del gabinete de Aníbal Torres, deteniéndose apenas en hechos y escándalos que tenemos frescos en la memoria. Anotemos un detalle trascendente: el Comando Conjunto de las FFAA, presidido por el Gral. Manuel Gómez de la Torre, hizo consultas al constitucionalista Luciano López porque querían entender el marco normativo en el que tendrían que actuar si es que Castillo decidía interpretar que se le negaban dos cuestiones de confianza y pretendía cerrar el Congreso (pág.246). Si las FFAA no son deliberantes, ¿debían hacer caso a una orden inconstitucional? Esa era la inquietud militar. Pero no se presentó ese escenario. Castillo culminó su desgobierno con un harakiri involuntario.
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