Luego de tres meses de cuarentena la curva de muertes por COVID-19 en el país sigue inalterable, una terquedad al alza que empieza a quebrar el espíritu de los ciudadanos. Ya nadie da para un día más de enfermedad, de encierro, sin trabajo o sin familia, y algunos dan menos que otros. Los aplausos en las ventanas han sido reemplazados por un silencio sepulcral a las 8 de la noche, excepto por el sonido de los cláxones que revientan en las calles como para recordarnos que además de los nuevos males que nos aquejan, los viejos también siguen ahí.
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