A poco más de un año de que Ollanta Humala deje el poder, la figura de su vicepresidenta Marisol Espinoza va fortaleciéndose y cada vez es más evidente el distanciamiento de ella del núcleo duro del poder y de las simpatías de Palacio de Gobierno.
El apartamiento de Espinoza del círculo palaciego no es nuevo. Desde el 28 de julio del 2011, a la vicepresidenta solo la dejaron en ese papel. No hubo ni ministerios ni presidencia del Parlamento. Ella solo sería la encargada de los asuntos protocolares en ausencia del mandatario, y su relación con la primera dama y presidenta del partido sería nula o inexistente.
El espionaje del que ha sido víctima evidenciaría que ella sería considerada, más bien, como una opositora, antes que como una oficialista, pese a que el mandatario ha negado “tajantemente” que el seguimiento a la “compatriota” Espinoza provenga del gobierno. Ella, más bien, no descarta esta posibilidad. Fuentes allegadas a la congresista piurana señalan incluso que el objetivo del reglaje era conocer con quién se reunía Espinoza. Los temores de un complot para generar una vacancia presidencial no serían tan descabellados para algunos, de ahí el seguimiento para apagar cualquier fuego.
Las discrepancias no son nuevas, saltaron a la luz pública cuando Espinoza fue propuesta –por los ahora disidentes de Gana Perú– para presidir el Parlamento en julio del año pasado, lo que fue rechazado por la pareja presidencial.
En las crisis que han remecido al gobierno, como los casos López Meneses y Belaunde Lossio, Espinoza siempre se pronunció a favor de las investigaciones y no se sumó al coro oficialista de defensa a la pareja. Y en los arranques de Urresti a través de Twitter, en los que ofendió a más de una señora, Espinoza fue la primera voz del oficialismo en calificar este acto como bajeza, lo hizo antes que la propia Ana Jara. Sobre la ‘ley pulpín’, es conocida su posición y cuando se dieron las primeras marchas, estuvo a favor de la protesta, en el contexto de que los jóvenes deben ser escuchados. Esto ha generado que ella, junto con Daniel Abugattás, estén con un pie afuera del oficialismo, situación que se agudiza y es de pronóstico reservado tras la renuncia de Sergio Tejada.
Como se ve, la figura de Espinoza resulta expectante. Sin embargo, mal haría la congresista en saltar de Gana Perú para sumarse al movimiento de Salomón Lerner Ghitis, que le ha declarado la guerra a sus ex aliados en el gobierno.
Lo que pretendería Lerner con Espinoza es construir una candidatura presidencial de izquierda para lograr colocar una bancada en el Parlamento del 2016.
Espinoza debe medir muy bien los pasos que dará en el futuro. Es una figura que podría construir interesantes consensos e incluso tentar con la oposición la Presidencia del Congreso que le fue negada por sus “compatriotas”.
El camino aún es largo, y ella no puede –ni debe– quemar todas sus naves. El 2016 está a la vuelta de la esquina. No es momento de equivocarse.