Las primeras señales que brinda el gobierno de Pedro Castillo son preocupantes: el contenido efectista y demagógico de su mensaje a la nación de ayer, y el hecho de que, al momento de darlo, se desconocía el nombre de quién liderará su Gabinete. Ambos hechos –que no deberían llamar a la sorpresa si las referencias que se tenía de Castillo eran las de líder sindical en el 2017 o las de candidato en el 2021– son una mezcla peligrosa de retórica vacía aunque potente, e improvisación clamorosa. Hay una coherencia en medio del desorden.
La alocución ante el Parlamento fue profusa en anuncios, con pocas medidas concretas. Aún en los casos de estas (el ingreso libre a universidades o el tren de Puno a Cajamarca), quedaron muchas preguntas sueltas, por lo que deben tomarse como anuncios efectistas, con una concreción que pasará a ser parte de la ficción. ¿O es posible creer que el “golpe de inversión pública” puede realmente generar “un millón de empleos en un año”?
MIRA: Pedro Castillo: lee aquí el texto completo del primer mensaje a la Nación
Más importante, abre una retórica autoritaria que vale la pena no pasar por alto, un riesgo para los entusiastas de los gestos paritarios o plurinacionales. De hecho, la propuesta de involucrar a las Fuerzas Armadas en proyectos de desarrollo (no emergencia, en las que su rol es vital) o la de hacer obligatorio el servicio militar para un sector amplio de la juventud (1,3 millones, según cifras citadas por Oswaldo Molina, El Comercio, 20/9/2020) van en ese sentido.
Por otro lado, el mensaje de unidad de Castillo la noche de la proclamación y su matizada mención a la asamblea constituyente en aquella ocasión hicieron pensar que le perdería algo de entusiasmo a la idea. No fue así. Castillo dijo que respetaría los fueros parlamentarios, pero también admitió que la actual Constitución de 1993 no contempla dicha figura. Sobre este hecho, Castillo se preguntó: “¿Quiere decir ello que el pueblo peruano está condenado a seguir prisionero de esa Constitución”. Y él mismo se respondió: “La respuesta, sin duda, es que no”.
En el lado de la formación del Gabinete, la improvisación es llamativa e inédita, aunque tampoco debería causar sorpresa. De hecho, las posibilidades de Roger Najar o Dina Boluarte al frente de la PCM son coherentes con el rol que desempeñaron durante la campaña: encargado del llamado Plan Bicentenario de la segunda vuelta y acompañante en la plancha presidencial, respectivamente. Si el equipo ministerial es una versión ampliada del grupo que participó en el debate técnico de la segunda vuelta, podría ser un torpe inicio, pero de ninguna manera debería provocar asombro.
Visto así el panorama, el futuro se avecina como un escenario lejano a lo que su elector moderado de segunda vuelta aspiraba, negándose a ver las sucesivas señales que lo anunciaban. De hecho, entre el Castillo del ideario de Perú Libre de la primera vuelta y el del Plan Bicentenario de la segunda no había gran diferencia. Pero por motivaciones de diversa índole, se optó por refugiarse en una expectativa sin querer ver la realidad.
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