Martín Vizcarra
Martín Vizcarra
José Carlos Requena

Tras confirmar su holgada victoria, el presidente Martín Vizcarra anunció que daría un mensaje a la nación que permitiría conocer los pasos siguientes luego de la aprobación de tres reformas constitucionales.

No lo hizo. Más bien optó por un discurso con aires de Fiestas Patrias por su extensión y contenido: en vez de centrarse en las tres medidas que requieren prontas adecuaciones legales, prefirió dedicar casi media hora a enumerar varios aspectos de su breve mandato.

La verborrea es un recurso legítimo. Pero el enfoque de permanecer en campaña es algo que el presidente debiera revisar con miras al plazo que le queda de mandato, si no quiere seguir vaciando el contenido de las palabras que utiliza.

Dos términos que retumbaron la noche del miércoles han sido usados tantas veces que ya no se sabe qué esperar de ellos: ‘reforma’ y ‘diálogo’. “Las reformas aprobadas por el pueblo son un gran avance para el fortalecimiento de la democracia. Pero esto no es suficiente para recuperar la plena legitimidad de nuestras instituciones.

Tenemos que dar el siguiente paso”, dijo el presidente, a pesar de los reparos que causan la prohibición de la reelección y la negativa a tener un Congreso bicameral.Ahora Vizcarra anuncia una nueva comisión de alto nivel, y hasta le pone agenda mínima (“la reglamentación del financiamiento de partidos políticos, la inmunidad parlamentaria y el voto preferencial”). Pero bien se sabe que, mientras no se revise la representación territorial o se sincere la evaluación de los partidos que tienen registro electoral, el reformismo de Vizcarra y su comisión no pasarán de ser cosméticos. La reforma correrá, así, el riesgo de quedar como un mero recurso retórico.

Otro tanto sucede con el ‘diálogo’. Luego de referirse tácitamente a varios de sus más férreos críticos (“algunos eternos congresistas parecen haber olvidado el sentido principal de su trabajo, privilegiando sus intereses personales por encima del Perú”, dijo), el presidente invita a dialogar. “Esperamos que todas las fuerzas políticas acudan al diálogo con ánimo constructivo. Pues encontrarán a este presidente con la mejor disposición para escuchar y, sobre todo, para avanzar en las obras, acciones y reformas que el Perú necesita”, expresó Vizcarra.

Pero es incierto qué esperar del diálogo. Entre el hecho de tener a los líderes de oposición en apuros judiciales y la poca estima que Vizcarra y su entorno han mostrado por los espacios de deliberaciones y debate, seguramente el diálogo no será más que una imagen que circule por las redacciones de los medios de comunicación. Desde los tiempos iniciales del hoy devaluado Acuerdo Nacional, el país no ha reeditado espacios reales de diálogo.

El que las palabras vayan perdiendo su real significado no es exclusivo de la precaria democracia peruana. De hecho, Mark Thompson se refiere a ello en su libro “Sin palabras” (Debate, 2017). La sociedad, dice Thompson citando a Salustio y Catón, ha perdido “los verdaderos nombres de las cosas”.