Caiga quien caiga, por Lorena Salmón. (Ilustración: Nadia Santos)
Caiga quien caiga, por Lorena Salmón. (Ilustración: Nadia Santos)
Lorena Salmón

María Claudia Pecho, 23 años, pidió un taxi de la compañía Uber en la madrugada del domingo 19 de agosto, eso tras divertirse en la fiesta de una amiga. Esto sucedió después: se sentó en la parte posterior del auto y perdió la conciencia. Al recobrarla se dio cuenta de que estaba siendo violada. Entró en shock. No opuso resistencia. Llegó a su casa, contó a su familia lo que había pasado y fue a la clínica y a poner una denuncia policial.  

La joven, luego, decidió no callar, hacer público lo sucedido y afrontar su dolor expuesta y vulnerable. En un video que prontamente se viralizó por redes sociales, sostuvo que si a cualquiera le sucede algo así, no debe sentir vergüenza, sino indignación. Dijo que debemos denunciar para que sirva como protesta y prevención. Tiene razón.  

Esto, sin embargo, no tiene sentido para muchos porque ya sabemos cómo funciona nuestro Poder Judicial y sus representantes, todos hermanados por la ley del ‘protejo a quien me llene el bolsillo’. Puros cochinos. De hecho, días antes de la tragedia vivida por Pecho, otra pasajera en San Miguel denunció haber sido ultrajada por un chofer de la empresa Taxi Beat, al día de hoy no habido. Sucedió que, a pesar de que la pasajera denunciara al chofer y este confesara el hecho, y de las pruebas legales, la fiscal que llevó el caso decidió dejarlo suelto. Agradezcamos para siempre a la responsable con nuestros mejores deseos: la fiscal Susana Cuentas Jaras.  

Y pasa que, aunque quisiéramos eliminar de cualquier puesto de poder a personas como ella, no podemos. Lo que sí podemos hacer, empero, es no callar. Como María Claudia justamente, quien tuvo la fortaleza y el coraje que a otros les falta. Porque hay que ser muy valiente para contarle a una sociedad machista como esta que has sido víctima de una violación.  

Si no me creen, aquí algunos comentarios que despertó su denuncia pública: “Por borracha e irresponsable se expuso”; “Ni tapándole la cara con bolsa negra me atrevería a abusar de ella”; “Que se joda por borracha”; “Por eso recuerden amigos, mujer que toma no vale” [sic].  

La anterior muestra es una vergüenza. Por eso hay que denunciar. Porque vivimos en un país con una percepción de la realidad tan surrealista que la víctima de una violación termina siendo la responsable del delito.  

Ahora, pregunta igual de ridícula que el enunciado anterior, ¿quién en su sano juicio quiere que la violen? Para los que no la tienen clara y aún creen que la víctima de una violación tiene algo de culpa, acudamos a la definición propia de la palabra:  

Violación
Nombre femenino
 1. Acción de violar.
2. Delito que consiste en tener relaciones sexuales con una persona sin su consentimiento o con un consentimiento obtenido mediante la violencia o la amenaza.

¿Queda claro? Las pruebas de los análisis saldrán en algunos días. El acusado, felizmente, está detenido y ‘Macla’ sola no está.

Hay tanto por hacer, tanto que reivindicar, tanto que proteger, tanto que cuidar y tanto que sanar. Que lo que esté pasando no nos sea indiferente a nivel emocional y de empatía. Transformemos esta realidad que nos ha tocado enfrentar poco a poco, paso a paso, denuncia a denuncia. En este país se registran al menos 70 violaciones sexuales al día. El 76% de ellas a menores de edad. Así que canalicemos la ira y la frustración que estos números nos despiertan y usemos nuestra voz, sin miedo. Denunciemos y hagamos caso a María Claudia: ante el abuso, jamás callemos. 

Esta columna fue publicada el 25 de agosto del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

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