Durante una semana fui testigo de cómo mi hija se preparó para el debate en clase, siguiendo las instrucciones de su profesora escribió argumentos, buscó neutralizar probables contrargumentos e identificó potenciales puntos débiles en la posición contraria para atacar precisamente ahí.
Hace unos días vino a mí con la frase del título de este artículo, estaba exultante porque su profesora además de declararla ganadora, la había felicitado por lo bien preparada que había ido al lance erístico.
Me contó con todo lujo de detalles lo excelente que había estado en su esgrima oratoria, terminó con una frase muy llamativa: «… le dije eso y boom -la onomatopeya adolescente de moda que indica un golpe verbal que anonada al rival- la dejé calladita, los demás me aplaudieron». Fin de la narración.
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Quedé perplejo al comprobar que eso había sido todo el debate, que la profesora no había hecho nada más. En ese momento reflexioné sobre todo el proceso. Durante una semana supuse que mi hija se había preparado para dialogar; pero no, ella se había preparado para ganar, sin más.
Enseñar a debatir a los jóvenes de esta forma puede ser una herramienta profesional útil; pero claramente no cultiva su capacidad de consenso -ingrediente de toda sociedad democrática sana-, eché en falta que la profesora al final del debate los haya interpelado para ver que posiciones tenían en común, que puntos de encuentro había en ambos lados y cómo desde ahí podían construir un acuerdo.
Un debate que levanta muros y cava zanjas en vez de abrir puertas y tender puentes es perjudicial. Un debate que genera ese odioso boom que ridiculiza al otro puede dar una victoria en el corto plazo, pero también un enemigo en el largo. Mi hija se preparó para hablar, para decir, pero no para escuchar. No perdamos de vista que aprender a escuchar al otro es también una forma de cuidar la libertad de expresión.
Tal vez en las aulas de hoy estemos formando a esos padres de la patria a los cuales mañana reclamaremos que no saben llegar a acuerdos. Tal vez hoy estemos cultivando a aquellos que perennizarán la fragmentación de nuestro país.
Termino con una frase del científico cognitivo Tom Stafford: «Es interesante tratar de entender lo que la gente quiso decir, en lugar de simplemente burlarte de lo que crees que quiso decir». //
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