Busco en Netflix El Reino, la exitosa serie argentina estrenada en agosto de 2021 y que hace una semana ganó en España tres premios Platino. A los veinte minutos del primer capítulo, la serie ya no me parece argentina, o no solo argentina. Sus temas son aplicables a la gran Latinoamérica. La historia de cómo un pastor evangélico, de la mano de un partido político conservador, adquiere poder hasta llegar a integrar una fórmula electoral como vicepresidente –sumada a otra historia, acaso más atrapante, donde la perversión moral parece devorarlo todo–, podría haber sido filmada no solo en Buenos Aires, sino en Lima, Santiago, Bogotá, Quito o Ciudad de México. La serie no va explícitamente de narcotráfico, prostitución ni violencia en las calles y, sin embargo, muestra drogas, muestra esclavismo sexual y muestra violencia, muy dura, perpetrada de manera clandestina, tras bambalinas. La corrupción, desde luego, aparece a lo largo de la serie como un tema transversal, una suerte de paisaje costumbrista o telón de fondo.
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No es casual que utilice expresiones como “tras bambalinas” o “telón de fondo”, pues en El Reino, como en la política latinoamericana, la cotidianidad funciona como espectáculo, y como en los espectáculos, hay un escenario dividido en dos partes: una visible, el proscenio, donde los actores entretienen al público mediante una obra; y una oculta, el trascenio, donde los operarios disfrazan el mecanismo gracias al cual esa obra resulta convincente. Si la serie tiene una premisa, esta podría verbalizarse así: la realidad tangible y verificable convive con una realidad que no alcanzamos a ver, que por lo general es más turbia y esconde secretos que muy pocas veces salen a la luz.
Hay dos personajes que resultan cruciales: Emilio Vásquez Pena, líder religioso que ha conseguido levantar un imperio familiar gracias a su carismática prédica de la palabra de Cristo, y la combativa fiscal Roberta Candia, que pese a las presiones del jefe del Ministerio Público, trata de llevar su investigación hasta las últimas consecuencias. Son los pálpitos de la fiscal los que podrán contrarrestar las oscuras ambiciones del pastor. El mérito central es de los actores Diego Peretti (que por momentos recuerda a Al Pacino, al menos desde la gestualidad) y Nancy Dupláa (quien interpretara a Victoria en el recordado episodio “Bombita”, de Relatos salvajes). Junto a ellos vemos una sucesión de asesores siniestros, parientes cómplices, niños vejados por falsos protectores, feligreses sugestionados y un puñado de justicieros que intenta alcanzar la verdad.
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Como hacen las buenas ficciones, El Reino deja al espectador deshojando varias preguntas perturbadoras: ¿cuántas maniobras ilegales de los poderosos se salvan de ser denunciadas?, ¿qué porcentaje de los escándalos se llega a conocer?, ¿qué servicios de inteligencia nacionales están operativos y cuán controlados nos tienen?, ¿por qué nuestras sociedades han permitido el ascenso político de figuras surgidas de canteras que nada tienen que ver con la política?, ¿por qué hemos dejado que fuerzas ultraconservadoras ganen terreno, poniendo en riesgo las escasas conquistas democráticas alcanzadas en los últimos treinta años?, ¿estamos atrapados en un irreversible ciclo histórico que no solo tiende a repetirse sino, además, a degradarse? La respuesta a estas dos últimas interrogantes la dio hace unos días, en una entrevista, la estupenda escritora Claudia Piñeiro, creadora de El Reino junto al muy talentoso director Marcelo Piñeyro (quien actualmente se encuentra filmando la segunda temporada). Para ella, la insatisfacción con la democracia y el hecho de que por años ningún sector político haya podido garantizar un mínimo estado de bienestar para las mayorías ha favorecido la aparición de fanáticos que lo único que buscan es regular, o directamente restringir, los derechos individuales. Ante esa situación, constatable en varios de nuestros países, dejó esta advertencia o consigna: “No basta con haber ganado los derechos. Los derechos están siempre en riesgo de perderse, por eso hay que estar listos para defenderlos”. //
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