(Foto: Heroína Estudio)
Café a Bistró
Nora Sugobono

Pequeños detalles hacen grandes diferencias. No tengo idea de dónde proviene esa frase –alguna campaña publicitaria; un libro de autoayuda– pero me sirve para explicar lo que pasa en Café A Bistró. Si Ashton Mullikin pudiese pescar el salmón que aparece con frecuencia en varios platos de su carta, lo haría. No puede, entonces elabora el pan, las salsas (todas), las pastas. Su hamburguesa –la molienda de carne, evidentemente, se hace en casa– lo catapultó al estrellato y con razón. Tan bien le ha ido que desde hace un tiempo Mullikin prepara panes para otros establecimientos y ha abierto una tienda con productos para llevar (Café A. Market; Av. del Ejército 375, Magdalena), que también le sirve de taller. Pero esa es otra historia. Hoy hablamos de su mesa. 

La visita a Café A Bistró siempre sorprende y la nueva carta es muestra –excusa para volver– de ello. El local se ha remodelado, pero conserva su esencia: es pequeño, acogedor y está situado exactamente entre un chifa y una pollería en un grifo sanisidrino. Lo otro que se mantiene es el horario amplio. Uno puede ir a tomar desayuno (mi horario favorito para venir por aquí) o a tomar un gin tonic o chilcano (hay solo una versión de cada uno en carta; nadie quiere complicarse) por la noche. Los domingos tienen brunch, esa bonita combinación de desayuno y almuerzo (¿desayuerzo?) que tan de moda se ha puesto. No nos quejamos. 

Los platos del brunch van entrando y saliendo, pero el menú suele incluir huevos benedictinos con salmón y papas fritas (S/ 35), tostadas francesas rellenas de crema pastelera (S/ 27) y ravioles con ricotta y kale (S/ 34), por nombrar algunos. En almuerzos y cenas sigue reinando la comida con toque casero. Desde la sartén con salmón y lentejas (S/ 45) hasta el pollito bebé con papas caseras y salsa de romesco (S/ 30) que ya es un clásico de la carta. Y sí, la hamburguesa sigue igual de buena. 

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