Ana no tiene edad, o no la recuerda. Pero sabe que nació en 1964, año de protestas por derechos civiles en EE.UU., el año de la tragedia en el Estadio Nacional y también del nacimiento de la banda Velvet Underground. En aquel tiempo, su barrio de Miraflores era como su patio, y Lima o Trujillo –la tierra de su padre– eran suyas, el refugio protector donde nada le faltaba. En realidad, algo le faltaba. Hasta hace poco no podía abrir un álbum de su infancia, principalmente porque no existe tal álbum ni fotos de ella de niña. Pero eso cambió cuando, hace unos años, pidió prestadas fotografías a sus hermanos y amigos, de niños, o con sus padres, y puso su imagen sobre las de ellos y ellas. Se hizo su propio álbum infantil, como una forma de curar una de sus dolencias, pero también como una manera de quebrar el tiempo y transgredir sus reglas. Se diría que ha vivido deconstruyendo estructuras y patrones desde que era una adolescente y alguien le dijo: “no se puede” o “las cosas son así, no van a cambiar”. Eso la enloqueció, y a lo largo de toda su vida de artista multidisciplinaria se vio reflejado.
Contenido Sugerido
Contenido GEC