“Iba de camino a Suiza para recoger medicamentos. Lo que recuerdo es que, en un momento, nos sentamos a hablar en el piso, pero Bob no habló con el habitual tono positivo que empleaba siempre. Finalmente se levantó, fue a otra habitación y trajo un montón de discos de oro y de platino para mostrármelos. De algún modo, sentí que me estaba preguntando si realmente había merecido la pena. Llegado a ese punto, no sabía qué significado tenía todo. Entonces, se sentó y empezó a tocar la guitarra, tocaba una canción que yo no conocía en ese momento. Después supe que se trataba de Redemption Song. Tal vez, yo fui el primero en escucharla”. Dennis Morris es hoy un reconocido fotógrafo y diseñador, pero en la Londres de mediados de los 70, era solo un colegial cuando se acercó por primera vez a Bob Marley para hacerle unas fotos. La buena onda fue inmediata y la amistad, el siguiente paso. Morris siguió fotografiando a The Wailers y formó parte de su círculo más cercano hasta la muerte del artista. Tuvo, además, la suerte que cuenta: un entristecido Bob tocó por primera vez, ante sus ojos, Redemption Song, la canción con que se despidió de la vida.
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Entre fines de 1979 e inicios de 1980, tiempo aproximado en el que compuso el tema, Bob Marley sentía cómo se agravaba el cáncer que le detectaron a mediados de 1977. Aunque aún tenía fuerzas para continuar, el mal que surgió originalmente en uno de sus dedos del pie, se esparcía por todo su cuerpo sin pausa. “Won’t you help to sing/ These songs of freedom?/ ´Cause all I ever had” (“¿Me ayudarás a cantar/estas canciones de libertad? Porque son todo lo que tuve”) cantaba Bob en esta última canción –de la que logró hacer un video-, casi como un ruego por perennizar su música más allá de la muerte.
Cuando entró a los estudios Tuff Gong de Kingston, entre enero y abril de 1980, para grabar el disco Uprising (Rebelión), Bob intuía ya que sus días estaban contados, aunque muchos de sus amigos y músicos no tenían una idea clara. Entre octubre del 79 y los primeros días de la nueva década, habían estado inmersos en el Survival Tour, que los llevó a Estados Unidos –en cuya primera presentación en Boston compartieron escenario con Stevie Wonder- Canadá, Trinidad y Tobago, Bahamas, Gabón y Zimbabwe, donde The Wailers y Bob participaron de las celebraciones por su independencia, que él luego calificó como uno de los momentos más importantes de su vida. Su voz gritando “¡Viva Zimbabwe!” al iniciar su presentación, fue uno de los momentos cumbre de la noche.
Get Up Stand Up
Survival, su anterior disco, era un evidente testimonio político y social. Canciones como “Africa Unite”, que aboga por la unidad panafricana, o “Zimbabwe”, dedicada al país que estaba por independizarse y abandonar su nombre colonial, “Rhodesia”, fueron emblemáticas de esta etapa. Ahora, estaba ante un reto mayor. Uprising sería el décimo disco de su contrato con Island Records, la disquera que fundó Chris Blackwell y que fue fundamental en la explosión del reggae al mundo, junto a otras como Trojan y Studio One. Este disco tenía que ser inolvidable desde su portada y Bob tenía al hombre indicado: Neville Garrick, artista de origen jamaiquino. Era casi un integrante más del grupo pues, incluso, giraba con ellos, y había sido responsable antes de las portadas de discos como Survival, Kaya, Rastaman Vibration, Babylon by Bus o Exodus. Garrick tuvo la idea clara desde el principio: un rastafari se yergue triunfante y poderoso ante un nuevo amanecer al pie de las montañas: es Bob Marley, el hombre cuyo canto reivindica a la raza negra en el planeta, sobreponiéndose a la vida y a la muerte. Garrick estaba entre las personas más cercanas al artista. Sabía perfectamente que esa tenía que ser una portada optimista, un tributo a su vida. Como lo fueron las canciones y los mensajes que dejó en ellas: “Coming in From The Cold”: “Would you let the system make you kill your brotherman?” (“¿Dejarías que el sistema matara a tu hermano?”), cantaba en el tema que abrió el disco) o “Real Situation”: “Well, it seems like: total destruction the only solution/ And there ain’t no use: no one can stop them now” (“Bueno, parece que la destrucción total es la única solución/ Y no hay uso: nadie puede detenerlos ahora”), además de otras melodías con cadencia, calidez y profundos mensajes: “Bad Card”, “We And Dem” y “Work”, que integraron el lado A del disco. En el B, “Zion Train”, “Pimper’s Paradise”, la emblemática “Could You Be Loved”, su declaración de amor a Dios “Forever Loving Jah”, y la que, finalmente, se convirtió en su última voluntad: “Redemption Song”.
Frases como “Emancipate yourself from mental slavery” (“Libérense de la esclavitud mental”) o “None but ourselves can free our minds” (“Nadie más que nosotros puede liberar nuestras mentes”) Bob las tomó prestadas de un célebre discurso que el predicador Marcus Garvey dio en 1937. Garvey es considerado Héroe nacional de Jamaica y una especie de reencarnación de Juan el Bautista para los rastafari, por su reivindicación del hombre negro, sus críticas a la segregación racial y su constante motivación por unir a todos los pueblos y hombres de origen africano. Un mensaje tan vigente en los años 30, como en los 70 del éxito de Bob, como hoy, tras las protestas contra la violencia racial que se han dado en Estados Unidos y otras partes del mundo como consecuencia del asesinato de George Floyd cometido por policías.
Waiting in Vain
Entre mayo y setiembre del 80, Bob Marley & The Wailers realizaron el Uprising Tour, que incluyó 38 presentaciones en un periplo que los llevó a Suiza, Alemania, Francia, Noruega, Suecia, Dinamarca, Bélgica, Países Bajos, Italia, España, Irlanda, Inglaterra, Escocia, Gales y Estados Unidos. El disco Uprising apareció un 10 de junio, mientras ellos tocaban en Orléans, Francia, ante miles de espectadores, tras haber sido acompañados por Fleetwood Mac una semana antes en Munich y Kaiserslautern. El 20 de junio, más de 100 mil espectadores los vieron en el estadio Giuseppe Meazza de Milan. El 23 setiembre, en el Stanley Theatre en Pittsburgh, Pennsylvania dieron su último concierto. Además de sus canciones más conocidas, Bob tocó Redemption Song por última vez. Esa noche estuvieron a su lado, como en toda esa gira, las fieles I Threes, Judy Mowatt, Marcia Griffiths y Rita Marley, y la banda que lo acompañó en esos últimos meses hacia la eternidad: Aston “Family” Barret en el bajo, Junior Marvin y Al Anderson en las guitarras, Earl “Wya” Lindo y Tyrone Downie en los teclados, además de Alvin “Seeco” Patterson y Carlton Barret en la percusión. Excepto Carlton Barret (asesinado en 1987) y Wya Lindo (fallecido por enfermedad el 2017) todos viven hasta hoy, inmersos en distintos proyectos musicales.
Ironías del destino, la última canción que tocó aquella última noche en Pittsburgh fue “Get Up Stand Up”. “Fue espectacular. La multitud estaba eufórica. Creo que todo el mundo sabía, por parte de los miembros de la banda, los roadies o el luminotécnico, que esta era probablemente su última puesta en escena”, recordó años después Rich Engler, el promotor que lo había contratado para ese concierto.
Pocos días antes, el 19 y 20 de setiembre, la banda se presentó en el Madison Square Garden de Nueva York –como teloneros de The Commodores-, pero la gira estuvo a punto de ser suspendida cuando Bob se desmayó mientras hacía footing en Central Park. A pesar de todo, insistió en viajar a Pittsburgh. O, lo que es lo mismo, insistió en despedirse con dignidad, sobre un escenario.
Después de aquella última noche ante su público, vinieron los días más tristes y confusos de su vida. El empeoramiento de su salud era notorio, por lo que buscó respuestas en algunas clínicas, entre Manhattan, Miami y México. Recurrió, incluso, a Rodrigo Rodríguez, el mismo médico mexicano de Steve McQueen que ofrecía tratamientos sorprendentes contra el cáncer, pero esos métodos poco ortodoxos no funcionaron para ninguno de los dos. McQueen falleció en noviembre del 80. A Bob solo le dieron un mes de vida. Tenía solo 35 años y metástasis en pulmones, cerebro e hígado. Entonces, voló a Alemania para atenderse con el polémico doctor Josef Issels, que prometía una cura revolucionaria contra el cáncer en su clínica de Bavaria. El pasado de este doctor era tenebroso: se comentó siempre que había colaborado con el diabólico nazi Josef Mengele en los retorcidos experimentos que hizo en Auschwitz. Aunque la vida de Bob se prolongó algunos meses más de lo esperado y celebró su cumpleaños 36 en febrero del 81, el tiempo que pasó con Issels fue una tortura. Por si fuera poco, muchas versiones señalan que la CIA lo seguía de cerca por su activismo político. Incluso, los más “conspiranoicos” insisten aún en que fueron ellos quienes acabaron con Bob, tal como hicieron 6 años después con Carlton Barret y Peter Tosh, los ex Wailers asesinados.
Rastaman Vibration
El 4 de noviembre de 1980, Robert Nesta Marley, “Bob” para todos quienes encuentran en el tuteo una comunión, un lazo de amistad con él y con su música, fue bautizado en la Iglesia Ortodoxa Etíope como Berhane Selassie por el arzobispo Abuna Yesehaq, el mismo que meses más tarde oficiaría el funeral del hombre que dijo alguna vez, interrogado por la magnitud de su éxito como artista: “¿Las posesiones te hacen rico? Yo no tengo ese tipo de riqueza. Mi riqueza es la vida, siempre”.
Cerca del mediodía del 11 de mayo de 1981, después de que convivieran en los últimos años de su vida el reconocimiento del público y la enfermedad, Bob Marley cerró los ojos para siempre y le legó al mundo su música, prueba incontrastable de la trascendencia de un mensaje siempre vigente.
El 29 de noviembre del 2018, la UNESCO declaró al Reggae como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Un logro inmenso, conseguido gracias a la voz del primer músico originario del Tercer Mundo que llegó a la fama mundial. Uno que cantó canciones que vienen con mensajes de paz. Canciones necesarias. Canciones para cada momento feliz. Canciones que viajan cantadas por el viento, desde un cálido rincón del Caribe, hacia el mundo. ¡Irie!