Lo hizo todo. Cinco veces campeón con Cristal. Ganador de la Sudamericana y la Recopa. Figura de Perú tercero en la Copa América 2011. Futbolista de la temporada 2014 para El Comercio. Papá de Vannia, Aliah y Mia. Capitán del Sporting Cristal y héroe decenas de veces con esa camiseta, fue quien mejor reunió la sabiduría de dos ídolos de ese club: goleador como Jorge Soto y talentoso como el Chorri. Solo le faltó jugar en el extranjero a Lobatón, pero no quiso. Cuando uno encuentra el verdadero hogar se queda a vivir allí para siempre.
Es una deuda, claro. Un futbolista del tamaño de Carlos Lobatón tendría que haber jugado en un club importante del extranjero, en un país en el que la inevitable comparación con el viejo fútbol peruano de los 70 cobre mayor valor. La historia es que nunca quiso. El 2014 recibió una oferta importante del fútbol mexicano. El dinero no era problema. La liga de ese país tiene 22 jugadores que ganan por encima del millón de dólares anuales, según Forbes México. Ni la MLS paga esos salarios en Latinoamérica. Era, sin duda, una gran chance. Millonaria. Ni siquiera se detuvo a discutir de montos o cláusulas. Lobatón encontró en Cristal el lugar ideal para destacar, ganar dinero, tener una familia. No lo ocultaba: “Si juego bien los seis primeros meses, me voy a quedar para siempre aquí”, le dijo ‘off the record’ en el 2005 a un periodista de DT. Rompo este pacto porque, efectivamente, la rompió. Y se quedó.
Se quedó 15 largos años hasta que ayer, un breve tuit puso punto final a su brillante carrera en el club que mejor lo cobijó para lucir.
No fue la única oferta que tuvo el capitán que se va. Lo quisieron de Brasil, de Argentina, de Colombia. A Daniel Peredo, en radio Capital, le contó alguna vez por qué no se fue: “Hace años tuve una de Vasco da Gama. Luego recibí una oferta de Rosario Central, pero se presentaron algunas situaciones complicadas, el equipo peleaba el descenso y el tema económico nunca estuvo claro. Y mejor me quedé”.
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¿Qué tipo de jugador es Lobatón? Les arrancó elogios a todos sus técnicos. Sampaoli dijo que representaba como pocos la esencia del fútbol peruano. Del Solar contó que Carlos era ideal para jugar en Argentina. Uribe decía de él: “Quizá Lobatón va a marcar menos, pero lo marcarán más. Eso es ser inteligente”. Markarián lo vio por primera vez en el 2010 y quedó sorprendido por su lectura de juego. Todos le buscaban los ojos que parecía tener en la nuca. Daniel Ahmed, el técnico con el que encontró la asombrosa costumbre de hacer golazos (el de 60 metros a Aurich, el olímpico a Cienciano) fue más allá: “Me hace acordar a la ‘Brujita’ Verón”.
Lobatón escuchó y se sonrió. Y a los dos meses, fue campeón nacional por primera vez con los celestes.
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Como pocos, Lobatón encarna lo que los archivos en Sudamérica dicen sobre el juego peruano: técnica para darle a la pelota. Con él se cumple lo que identificaba al equipo de Didí, eso de que el futbolista peruano no le pega, acaricia. Para los críticos de su físico, un dato: desde que cumplió 35 años, ha jugado 164 partidos, el 80% de los que jugó Cristal, su club. Marcó 106 goles en todo lo que jugó cuando fue rimense, un promedio altísimo para un creativo. Un inventario de los últimos 40 años dirá que Cueto hacía en los 80 con la zurda, lo que Lobatón jugaba en los 2000 con el otro pie.
Pudo llegar antes a la selección y no ser ese viejo inexperto que llegó al ciclo Markarián con un solo partido internacional. Pudo tener una despedida mejor del club donde se va como ídolo, aunque haya tardado dos horas en responder luego del tuit del adiós. Pero qué importan las redes sociales para quienes tenemos memoria.
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Carlos Lobatón, 39 años, quince de ellos siendo el mejor cuerpo celeste. Una prueba de que si encuentras un hogar, no te debes ir nunca.