A mediados de los años 50, cuando el ritmo de la música mundial estaba siendo transformado por genios del jazz como Charlie Parker, Dizzie Gillespie, Thelonius Monk o Max Roach, un jovencito londinense de 14 años recibía un regalo que le cambiaría la vida. No era, sin embargo, un saxofón con el que buscaría emular a Parker, el que a su juicio era el genio más sorprendente no solo del jazz, sino de la música contemporánea. Se llamaba Lo que recibió el melómano púber fue su primer set de batería para intentar darle algunos golpes como lo hacía Roach. Y sí que lo hizo.

“My heart is bumpin’ louder than a big bass drum”, dice una línea de Bitch, tema del Sticky Fingers que, aunque firmado por el tándem Jagger/Richards, parece describir el impulso que condujo la vida de Watts los 80 años que duró su existencia sobre esta tierra en la que él y sus compañeros Stones fueron satánica realeza. Pero el muchacho de 14 años que recibió aquel inocente regalo no tenía idea aún de cuánto le cambiaría la vida a él y a los millones de seguidores de la banda en todo el mundo.

Sin embargo, el primer acercamiento real de con un instrumento lo tuvo al comprarse un banjo. Harto de intentar aprender a tocarlo, le cortó el mástil y comenzó a golpearlo rítmicamente con un par de escobillas. Viéndolo, sus padres –operaria de fábrica ella, camionero él, en una Londres de posguerra que intentaba recuperar la alegría-, decidieron comprarle su primer kit de percusión. Algo inextricable y mágico une el origen de la batería en su vida, con las maneras musicales que desarrollaría, lejos de aspavientos o excentricidades, y que lo convirtieron en uno de los mejores bateristas de todos los tiempos. “Charlie era una roca. Un baterista fantástico, firme como una roca”, dijo Paul McCartney, compañero de generación, al conocer la noticia de su muerte. Confirma la solidez del músico. Y también la del hombre.

Foto de los Rolling Stones en 1965 tras uno de sus conciertos en Londres. De izquierda a la derecha el baterista Charlie Watts, guitarrista Brian Jones, guitarrista Keith Richards, vocalista Mick Jagger y bajista Bill Wyman. (Foto: AFP)
Foto de los Rolling Stones en 1965 tras uno de sus conciertos en Londres. De izquierda a la derecha el baterista Charlie Watts, guitarrista Brian Jones, guitarrista Keith Richards, vocalista Mick Jagger y bajista Bill Wyman. (Foto: AFP)
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La tocó, la tocó

“Watts nunca estuvo en la lista de los mejores bateristas de rock. En las encuestas de la revista Pelo de los 70, de los 80, siempre salían Alan White y Bill Bruford, de Yes; Carl Palmer, de Emerson, Lake and Palmer; Keith Moon, de The Who; Neil Peart, de Rush, y, para mí (y para muchas y prestigiosas publicaciones internacionales de rock), el que siempre fue, es y será el número 1: John Bonham, de Led Zeppelin” escribió el periodista argentino Pedro Schillaci al conocer la noticia, dándole carne a la polémica. En un texto publicado en el diario La Capital de Rosario, titulado , el también baterista sostiene que la muerte de Watts debería marcar el final de los Rolling Stones, del mismo modo que la de Bonham marcó el de Zeppelin, por ser ambos irreemplazables. “Watts fue un baterista que, además de ser preciso y tocar a tempo (condición indispensable para un buen batero), tenía un estilo tan austero como personal. Su toque en el que le quita un golpe a las semicorcheas en el hi hat para que quede limpio el golpe en el tambor es tan sencillo como único. Se destaca plenamente en “Start Me Up”, pero aparece en casi todos los temas del grupo. Es una sutileza que para muchos puede ser casi insignificante, pero es vital para el sonido Stone”, aseguró.

La revista Rolling Stone, por su parte, le dio a Watts el puesto 12 en su lista de los 100 mejores bateristas de todos los tiempos, por detrás de sumos sacerdotes de la percusión mencionados también por Schillaci, como Bonham, Moon o Peart, además de Ginger Baker, Gene Krupa, Mitch Mitchell o Stewart Copeland. “Más allá de esporádicos proyectos jazzeros, Watts se complementó perfectamente con Jagger, Richards y el resto, con swing (”Brown Sugar”), ritmos tensos en cuatro por cuatro (“Satisfaction”) y un discreto impresionismo (“Sympathy for the Devil”), rara vez alardeando, durante más de 50 años”, escribió la Rolling Stone, confirmándolo como uno de los bateristas más influyentes de la historia.

Precisamente, dicha revista acaba de publicar un artículo titulado “Nadie impresionó a Charlie Watts. Ni siquiera los Stones”, firmado por el periodista Rob Sheffield. “Nunca habrá un mundo sin Charlie Watts, porque su ritmo de fondo cambió cómo suena el mundo”, escribió. “Para mí, la mística de Charlie está ahí, en su intro de batería de cinco segundos de “Let It Bleed”. Es una de las mejores melodías de los Stones, pero no es más que la banda escuchando tocar a Charlie. Mick solo trata de seguirle el ritmo, mientras que las guitarras intentan seguirle el ritmo a Mick, pero Charlie es el tipo al que todos los demás se esfuerzan por impresionar. Hizo grandes a los Stones al no concederles nada”. A pesar de ese nivel de habilidad, Keith Richards rescató su sencillez en una entrevista de 1981: “No hay nada forzado en Charlie, y mucho menos su modestia. Es totalmente real. No puede entender lo que la gente ve en su percusión “.

Para Sheffield, autor de varios libros sobre rock, Tattoo You es un disco perfecto para el baterista británico. “Incluso cuando la canción no es más que Charlie avanzando, él se ocupa de los asuntos. “Neighbours” es un gran ejemplo de una canción fantástica en la que todo el mundo suda para seguir el ritmo de Charlie. Cuando Sonny Rollins interviene con su solo de saxo, es uno de los únicos momentos en los que casi puedes escuchar a Charlie parpadear sorprendido”.

En 1970, Watts apareció por única vez completamente solo en la portada de un disco de los Stones. Bueno, completamente, si no contamos la compañía de un burrito que aparecía cargándole tambores y tarolas. Se trataba de Get Yer Ya Ya’s Out, segundo álbum en vivo del grupo. “No tengo duda de que es el mejor concierto de rock que se ha grabado”, llegó a decir el crítico Lester Bangs, un hombre nada complaciente, sobre aquella grabación. Robert Christgau, por su parte, dijo que Watts era “el mejor baterista de rock”. Llegados a este punto, es importante recordar que tuvo la capacidad para interpretar con destreza todas las etapas de la banda: la sicodelia, el rock and roll, el funk, el reggae o lo disco, siempre con esencia rock blues y el jazz que corría por sus venas.

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El amigo Charlie

Antes y durante los Stones, en enero de 1963, Watts fue parte de algunos proyectos musicales vinculados al jazz o el blues, como la Alexis Korner´s Blues Incorporated –donde lo escucharon sus futuros compañeros-, Rocket 88 –ya a fines de los 70-, o su propia big band de 32 músicos –con la que llegó a grabar el disco “The Charlie Watts Orchestra: Live Fullham Town Hall”-. Si Jagger, Richards y Jones no se hubieran cruzado en su camino y no hubiera tenido éxito en la música, Charlie Watts hubiera sido artista de todos modos. Estudió diseño gráfico en la Harrow School of Art y su trabajo se vio en discos y afiches de la banda. Como parte de su pasión por Charlie Parker, escribió y dibujó a mano Ode to a Highflying Bird, una pequeña joya hoy muy cotizada en Amazon. Tenía un interesante portafolio y un prometedor futuro en el diseño, carrera que solo dejó cuando los Stones le aseguraron que ganaría mucho más si aceptaba tocar con ellos. El arte, en sus distintas facetas, influyó también en su manera de tocar.

A diferencia de otros bateristas con mucha mayor parafernalia, Watts siempre optó por lo simple. “Así es como toqué siempre. Tengo un trabajo suficientemente duro tocando con eso; la verdad es que no quiero tocar con más. Mi batería es una Gretsch modelo 58. La he usado en mis discos de jazz y también con los Stones”. Después de todo, es el mismo hombre que ha dicho también “Prefiero tocar sutilmente que alardear con la batería”. Charlie Watts también confesó su pasión por las cosas antiguas, incluyendo la propia colección de vinilos que conservaba desde joven, la que le dio las primeras herramientas para ser el baterista que fue, el que seguirá siendo en los discos de la banda.

A diferencia de la mayoría de sus compañeros, solo se dejó llevar por los excesos durante una corta etapa en los 80. Según confesó, entre 1983 y 1986 se enganchó fuertemente con las drogas y el alcohol, como una manera de lidiar con algunos problemas familiares, en lo que llegó a calificar como “una crisis de la mediana edad” que puso en riesgo su matrimonio con el amor de su vida, Shirley Ann Shepherd, quien lo acompañó a lo largo de 57 años, en las buenas y en las malas. “A veces ensayamos ocho o diez horas en un día por eso. No sé cómo lo ven los demás, no tengo idea. Los problemas no son los mismos de un guitarrista. Tocar la batería es algo muy físico”, dijo alguna vez Watts sobre las exigencias de su oficio y la presión a las que están sometidos los artistas a ese nivel, detalles a considerarse al momento de evaluar los desórdenes cometidos y las sustancias evasivas o alucinógenas con las que experimentó.

SIR PAUL SOBRE CHARLIE WATTS:

Fue tras esos años inquietos, ya en los 90, cuando Watts logró poner en práctica su deseo primario, aquel que imaginó escuchando a Miles Davis, John Coltrane, Max Roach, Chico Hamilton o Charlie Parker cuando niño: tener un combo dedicado al jazz, el Charlie Watts Quintet, con los que también hizo conciertos. El periodista y crítico de jazz de The Guardian, John Fordham, se refirió así a la performance jazzística de Watts junto a su quinteto en 2004: “Desempeña un papel de acompañante discreto en el espectáculo y celebra la creación de jazz sin sumergir su creatividad en la nostalgia o interponerse en su camino”. Cambie usted “jazz” por “rock” y podría ser, casi, casi, lo que hizo durante 58 años con los Rolling Stones: empujarlos a una locura coherente desde su aparente discreción. Ser el factor rodante detrás de las piedras. Todo esto ha labrado, a lo largo de décadas, el estilo del músico fallecido ayer que, años atrás, confesó a The New Yorker “La diferencia entre tocar jazz en clubes y tocar rock and roll con los Rolling Stones era el volumen”. Curiosamente, una nota publicada por The Guardian tras conocerse su partida, dice: “Watts es considerado como uno de los más grandes -y el más estilizado- de los bateristas de rock de todos los tiempos”. El periodista Fernando Navarro, por su parte, escribió en El País: “En una existencia con tan pocas certezas, la muerte de Charlie Watts es como ver caerse uno de los rostros de granito de ese Monte Rushmore llamado The Rolling Stones”.

¿Convierte todo esto a en el mejor baterista de la historia? Incluso los más celebrados tienen mareas de críticos. Incluso los más criticados tienen también quienes los celebren. Se diga lo que se diga y aunque muchos prefieran otros nombres, Watts seguirá siendo, no solo para los fanáticos de su banda, el más grande baterista de rock más allá de su muerte. Por eso, quizás, las palabras de despedida de Mike McCready, baterista de Pearl Jam, sean las más exactas y justas con su figura: “Los Rolling Stones siempre han sido mi banda favorita, y Charlie era el motor de ritmos sutiles y pesados (…) Cualquiera de nosotros en una banda de rock no estaría aquí si no hubiera sido por Charlie”.

BONUS TRACK

Diez temas de los Stones (Sin ningún orden de prioridad) para apreciar el talento de Charlie Watts y decidir si es el mejor baterista de la historia

1. Jumpin Jack Flash

2. Get Off of my Cloud

3. Bitch

4. Paint it Black

5. Sympathy fo the Devil

6. Shake Your Hips

7. Rocks Off

8. All Down the Line

9. Rain Fall Down

10. Dirty Work

EXTRA: Gimme Shelter

Joya recomendada: Charlie Watts/Jim Keltner Project, disco grabado en colaboración con otro experimentado baterista amigo, el año 2000, y que muestra una amplia combinación de ritmos e influencias. Cada tema del álbum llevaba como título el nombre de algunos de sus bateristas favoritos: Elvin Jones, Max Roach, Kenny Clarke o Art Blakey.


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