Desde el segundo piso del penal Sarita Colonia surgen ruidos de máquinas de coser y tijeras, como si de pronto el establecimiento penitenciario del Callao se hubiera convertido en una especie de sucursal de Gamarra. Luego de ingresar al recinto y subir por unas estrechas escaleras, atravesamos un pasadizo rodeado de talleres ocupados ahora por camas y pacientes de covid en recuperación que me saludan demacrados desde su encierro.
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La zona de los ruidos de máquinas de coser es un amplio y moderno espacio donde una docena de internos trabaja vestidos con mamelucos de diferentes colores. Cortan telas, cosen, apilan la mercadería. Esta podría ser una escena de la serie La Casa de Papel pero en vez de máscaras bigotudas los actores llevan mascarillas con estampados de graffiti. Se les ve muy bien dentro de esos trajes que no permiten ingresar partículas virales. De hecho, minutos después estaban modelando ellos mismos la ropa y los barbijos con diseños urbanos.
El administrador, diseñador y jefe de este taller es un joven que hasta antes de caer en prisión tenía una marca de ropa que se vendía en cinco países de Sudamérica. Es una de esas marcas que parecen creadas para salir de la norma, para gente que ama la cultura urbana pero que necesita un toque de originalidad.
La marca es Lima la Gris y el propietario es Hernán Leo, un laborioso confeccionista cuya vida cambió de un momento a otro cuando el 2018 tuvo un accidente mientras viajaba en su moto desde el jirón Gamarra hacia una de sus tiendas en el Jockey Plaza. Un carro lo impactó, lo lanzó por los aires y al caer a la pista otro auto lo atropelló. Sería penoso hablar de todas las roturas graves de huesos que sufrió y de las heridas que le dejó en el cuerpo y rostro. El médico que se dispuso a operarlo le dijo fríamente que había 50 por ciento de posibilidades de que muera.
Durante una investigación paralela a la intervención quirúrgica la policía descubrió que el 2013 Hernán había sido implicado en un caso de narcotráfico. Él asegura que no estaba enterado y que nunca había recibido una notificación. Había hecho una vida normal incluso apareciendo en entrevistas como diseñador. Magullado y enyesado tuvo que enfrentar el peso de la ley. Pero, ¿qué había pasado?
“Mis amigos no saben que estoy aquí”, me confiesa. “Muchos creen que aun me sigo recuperando del accidente. Es la primera vez que lo digo a la prensa”.
Pasó dos días en diferentes carceletas y al tercero ya estaba preso en Sarita Colonia. Lo más difícil fue hacer la recuperación física en el penal. El médico le había aconsejado no caminar en seis meses, pero al tercero ya estaba dando sus primeros brincos.
“Fue muy difícil estar en prisión y a la vez realizar yo mismo mi rehabilitación física. Pero siempre he sido una persona independiente. Empecé mi marca desde cero y llegué a tener una tienda en el mall más importante de Lima. Y otra en Miraflores. Yo estaba muy orgulloso y no podía rendirme”.
Hernán Leo reconoce que el 2013 no tenía las mejores amistades. Sabía en qué negocios andaban. Uno de esos amigos lo mencionó como nexo con los traficantes luego de caer como burrier en una intervención en el aeropuerto. “Es cierto. Sabía que iban a realizar algo”, asume. Su sentencia inicial fue de ocho años. Pero luego se demostró que no había tenido implicación directa en el delito.
Eso ha quedado en el pasado y lo que viene es una libertad responsable. El debería salir este año debido a su comportamiento constructivo y por haber dado trabajo a varios internos que necesitaban un ingreso para ayudar a su familia, pero con las nuevas medidas asumidas en esta pandemia, ya podría empezar los trámites para salir.
Hernán, ya lo dijo, nunca se rindió. Apenas ingresó al penal pensó que su responsabilidad era mantener en marcha una empresa que daba trabajo a unas 14 personas. Iba a ser difícil pues él se encargaba desde comprar las telas hasta dirigir el marketing. Y no pudo caminar por algunos meses.
Pero el taller que dirige hoy es uno de los símbolos de la palabra rehabilitación, en su caso una doble rehabilitación pues ahora el joven se mueve con total normalidad. Con el apoyo del INPE pudo empezar a fabricar su ropa en el mismo penal hasta alcanzar una calidad que iguala a las de cualquier otra marca de su nivel.
El se ha prometido que cuando salga no abandonará a sus compañeros y trabajadores de este taller en Sarita Colonia. Siendo libre podrá conseguir más trabajo para ellos. Y para más internos. Las autoridades del penal le han prometido que ampliarán este espacio pues vieron que durante esta pandemia tuvieron mucho trabajo. Hernán y sus chicos donaron mascarillas para todos los internos. Y fueron los encargados de confeccionar los nuevos uniformes anticovid para los guardias del INPE. Los técnicos de la institución se animaron después a posar como modelos con sus flamantes trajes hechos en casa. //