(Foto: Google Imágenes)
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Miguel Villegas

Así era el inicio del antes. Cuando todo arrancaba en abril. Cuando no estábamos en cuarentena.

En los 90, antes que una bomba traiga escondido un apagón, un señor de camisa y corbata llegaba hasta la puerta de tu casa, tocaba el timbre y se sentaba en uno de los sillones de terciopelo comprados en la Feria del Hogar para explicar la maravilla dentro de su maletín: los 8 tomos de la Enciclopedia Océano, los 7 volúmenes de la Sopena o los 4 libros de las didácticas Preguntas y Respuestas de Carlitos, Charlie Brown. Luego de arreglar un convenio de 6 o 7 letras de pago, en unos recibos amarillos que se llenaban con lapicero y después de invitarle un vaso de Inka Kola, el señor de saco y corbata sacaba un bonus track: el Baldor o el último Larousse.

Las únicas búsquedas que se hacían entonces eran de cachuelos para saber cómo pagar. Nadie sabía que era . Y así hacíamos las tareas: tarde a la noche, revisando los libros y prendiendo un lamparín.

En los 2000, un señor de camisa y corbata llegaba hasta la puerta de tu casa, tocaba el timbre y se sentaba en uno de los sillones de terciopelo para explicar la maravilla dentro de su maletín: todos los kilos de sabiduría que venían en las enciclopedias de lomo guinda y letras en pan de oro se habían reducido a un endeble cd-room: el instalador de Internet, el invento más revolucionario del siglo XXI. Y con él, después de una sofisticada configuración, la aparición del diccionario de consulta más grande de la historia: .

Fue en un garaje de Menlo Park, de Susan Wojcicki, donde Larry Page y Sergey Brin crearon la primera oficina de Google. Hoy, incluso, gracias a Google Street View se puede volver a ver el lugar en una foto de 360 grados.

Más de viente años después de su nacimiento, esta nota también es un homenaje: al Sopena, Océano, Baldor, Diccionario Larousse Ilustrado, Escuela Nueva y muchos otros libros que nos acompañaron antes de que todo se resuma a un click. Luego de Encarta y antes de Google.

Cuando no sabíamos qué rayos era ‘googlear’.

​Pierre Larousse: él es el autor del diccionario universal.
​Pierre Larousse: él es el autor del diccionario universal.

Bonus track

La maravillosa Escuela Nueva

El 18 de setiembre del 2015, el maestro de todos los niños de Primaria de los últimos 39 años, murió. Una rápida biografía diría que fue un Amauta (1), ese noble vocablo quechua con el que se bautizaba a los educadores en el Imperio de los Incas. Una más profunda, más actual, citaría sus condecoraciones: recibió Palmas Magisteriales en el grado de Gran Amauta el 2005 y Educador en 1986 de manos del Ministerio de Educación. Se llamaba Augusto Benavides Estrada y fue el fundador de la Editorial Escuela, en donde nació ese mítica enciclopedia que fue más que Google, bautizada con romaticismo Escuela Nueva.

En 2012, Escuela Nueva de profesor Benavides fue utilizada por los abogados chilenos ante la Corte Internacional con el propósito de probar que Perú aceptó límites marítimos paralelos con Chile. La periodista Andrea Amesquita lo entrevistó para RPP y el maestro dijo: “No es una prueba, es algo referencial, personal, para ayudar a que mis alumnos comprendieran cuáles podrían ser esos límites, nada más”.

Como sea, quienes ya cruzamos la frontera de los 40 años no conoceríamos nada del Perú de no ser por este libro.

(1) Del quechua: hamawt’a; ‘maestro’, ‘sabio’, eran llamados Amautas aquellas personas que se dedicaban a la educación formal de los hijos de los nobles y del Inca.

¿Quién no tenía una Escuela Nueva?
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