A inicios del siglo XX, Lima era una ciudad que se transformaba. La capital peruana intentaba llegar con su mejor cara a las celebraciones por el centenario de la Independencia. Se construyen la avenida Colmena, el Puente Balta, la Plaza San Martín y una serie de edificaciones que hoy son íconos arquitectónicos, como el Teatro Colón, la Casa Barragán –donde funcionaba el célebre Palais Concert– y la antigua Estación de Desamparados. En materia de transporte, el tranvía pasa a funcionar con electricidad e incluye dos nuevas líneas: Lima a Chorrillos y Lima al Callao. Un proceso de renovación urbana estaba en marcha.
Por esa época, en 1903, ocurrió un hecho que llamó la atención: el periodista alemán W. Schwiegershausen arribó al Callao en abril de ese año para iniciar una travesía por todo el continente americano en bicicleta. Antes de pisar suelo peruano había recorrido en dos ruedas Turquía, Siria, Palestina, Irán e Irak, para llegar finalmente a las ruinas de Babilonia, según cuenta una crónica de la revista ilustrada “Actualidades”. En un país que aún vivía desconectado del mundo y donde el uso de bicicleta era casi exclusivo de la élite limeña, la noticia de que un ciclista venía a cruzar el continente resultaba, por lo menos, exótica.
“La bicicleta, en su versión moderna que conocemos, llega al Perú a fines del siglo XIX en el contexto de la República Aristocrática (1895-1919). Las primeras bicicletas las traen jóvenes limeños que tienen la posibilidad de viajar a Europa y ven cómo se desarrolla una cultura de entretenimiento en torno al ciclismo. Y también a través de migrantes ingleses que ponen de moda deportes como el fútbol, el ciclismo y la natación y que luego forman los primeros clubes deportivos de la ciudad”, cuenta Jorge Lossio, historiador y docente de la PUCP. A partir de entonces, el Club Ciclista Lima –fundado en 1896– organiza las primeras competencias de ciclismo en escenarios como el desaparecido Velódromo de Santa Beatriz, donde cada fin semana se reunían los primeros aficionados a esta actividad deportiva.
El historiador Lossio cuenta, además, que el uso de la bicicleta no se limitaba a los hombres, a pesar de ser una época especialmente conservadora. “Con el ciclismo las mujeres empezaron a experimentar un mundo libre, con fronteras amplias; al mismo tiempo, este deporte se convirtió en un objeto simbólico de ser moderno, del mundo “de elegancia”, de sobriedad, que se vinculó con lo nuevo y con una nueva estética”, se lee en el libro "Diversiones públicas en Lima (1890 -1920): la experiencia de la modernidad", de la historiadora peruana Fanni Muñoz.
Pero no fue hasta pasada la década del veinte, explica Lossio, que la bicicleta adquiere una connotación más popular. Esto de la mano con el crecimiento de la población y la creación de nuevos barrios y unidades vecinales en lo que era la periferia de la ciudad. De hecho, El Comercio reportó en 1925 el desembarque de unas 900 bicicletas en el puerto del Callao, un número bastante alto para aquellos años. Antes de que nos consuma el cemento y la falta de planificación, Lima parecía destinada a ser más amigable con sus ciudadanos.
TIEMPOS MODERNOS
La primera ciclovía oficial que se construyó en Lima ya no existe. Esta se inauguró en 1989 y su trayecto iba desde el puente Atocongo hasta la avenida Javier Prado, pero solo funcionó hasta que se hizo el Trébol de la Panamericana Sur, en la década del 90. Desde entonces han pasado 30 años y la ciudad sigue sin contar con un circuito integrado de ciclovías.
Por estos días, más que ser un medio de transporte, la bicicleta resulta una herramienta para luchar por mejores espacios públicos. Es como lo entiende Nilton Rojas, director ejecutivo del colectivo “Cicloaxion”, quien hasta antes de la pandemia usaba la bicicleta como parte de su día a día, yendo desde San Martín de Porres hacia Miraflores o San Borja para trabajar. “Para que la cosa cambie, las autoridades deberían tomar acciones más agresivas y no tan tibias, para darle una mejor accesibilidad a los peatones y a los vehículos no motorizados”, comenta Nilton.
Aunque estamos lejos de acercarnos a una ciudad con un transporte sostenible, son cada vez más las personas que optan por un vehículo alternativo para su uso diario: según un reciente estudio del Observatorio Lima Cómo Vamos, un 17.5% de limeños se movilizaba en algún modo activo (caminata, bicicleta o scooter) antes de la pandemia. Uno de ellos es la periodista Mónica Delta, que de un tiempo a esta parte emplea la bicicleta para trasladarse a donde vaya, dejando de lado el automóvil. “He recobrado mi salud física. Antes me dolía todo, me costaba hacer ejercicios. Si hubiera más ciclovías, así como yo, más personas saldrían beneficiadas con la experiencia”, concluye Mónica.
El momento es inmejorable para poner manos a la obra. //
PERMISO PARA CONDUCIR
Un lector de la campaña #NoTePases de El Comercio, que investiga el transporte en el Perú, envió una joya histórica: un antiguo brevete para manejar bicicletas. Fue emitido en abril de 1968 en Áncash, un departamento con gran afición por las dos ruedas y un desafío deportivo de primer nivel que se realiza actualmente: la Vuelta al Huascarán en Bicicleta.