La licenciada Cynthia Pérez (36) trabaja en el área de emergencia del hospital de Ate Vitarte, con pacientes entubados. Su
equipo de protección consiste en mascarilla 3M, cuatro prendas (uniforme, mameluco y dos mandilones), guantes descartables, tres gorros (de tela,
quirúrgico y del mameluco) y un casco. Le ha dado infección urinaria y cistitis por retener la orina (salir del turno significa sacarse todo, botarlo
a la basura y volver a vestirse; tiempo valioso que no puede perder). No toma agua un día antes del turno para evitar ir al baño. (Foto: Héctor Bartra - Hospital de Emergencia de Ate)
La licenciada Cynthia Pérez (36) trabaja en el área de emergencia del hospital de Ate Vitarte, con pacientes entubados. Su equipo de protección consiste en mascarilla 3M, cuatro prendas (uniforme, mameluco y dos mandilones), guantes descartables, tres gorros (de tela, quirúrgico y del mameluco) y un casco. Le ha dado infección urinaria y cistitis por retener la orina (salir del turno significa sacarse todo, botarlo a la basura y volver a vestirse; tiempo valioso que no puede perder). No toma agua un día antes del turno para evitar ir al baño. (Foto: Héctor Bartra - Hospital de Emergencia de Ate)

El día para María Lourdes Gutiérrez (49), la enfermera de mayor edad de la Villa Panamericana de Essalud, inicia antes que salga el sol, entre rosarios, ejercicio y yoga. Es una preparación que le da paz para enfrentar la dureza de su oficio en esta pandemia. Este 25 de marzo, la licenciada cumplirá un año desde que se mudó a tiempo completo a este centro de atención y aislamiento temporal para pacientes de COVID-19. El sacrificio que hizo: dejar de ver a su hija adolescente, a sus papás, por más de seis meses. Así es la profesión. Recién en el último tramo del 2020 le llegó el respiro, cuando la curva de contagios bajó y pudo visitar a su familia. Pensó que al fin todo se acababa... hasta que empezó de nuevo.

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