Vanessa Cruzado Alvarez

En plena tercera ola de , con más de 40 mil casos nuevos cada día en el Perú, los síntomas no son tomados a la ligera. Un leve malestar nos hace asumir que el virus ha tocado nuestra puerta. En ese trance, aumentan la desesperación, el pánico, la culpa y, sobre todo, la . “Reconozcamos que la ansiedad es una sensación en el cuerpo provocada por lo desconocido y que no podemos controlar”, explica la psicóloga Carmen Valenzuela, directora del Centro Ciapla. Para que no nos agobie, prosigue, recordemos a un importante aliado: las vacunas. “En la primera ola nos quedó el trauma de morir en la calle esperando oxígeno. Las vacunas permiten que estemos protegidos y desvinculan la condición de mortalidad con el covid. Eso nos debe ayudar racionalmente a decir: ‘Ahora es diferente’”.

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Durante el pánico, otro factor que ayuda es apoyarse en la comunidad. Es una gran oportunidad para entender (y verlo así en adelante) que los vínculos van más allá de lo físico. “Una persona con síntomas, que solo quiere echarse a la cama y no puede hablar con nadie, puede instalarse más expresión de depresión. Si sé que estás mal de la garganta, cabeza o con miedo, una llamada amable con un ‘cómo estás’ ayuda mucho […] hay recursos de audiolibros, o conectarse con amigos para leer, cocinar, hacer ejercicio en casa. La distancia física es para evitar la transmisión del ‘bicho’, pero necesitamos sentar –por ahora de forma virtual– muchos más lazos amicales, familiares o incluso académicos”, indica Valenzuela.

“Volver a encerrarnos genera doble ansiedad porque nos recuerda lo que vivimos y nos da miedo no poder soportarlo en todo sentido. Es muy probable que no volvamos a un encierro, pero psíquicamente sí lo estamos".
“Volver a encerrarnos genera doble ansiedad porque nos recuerda lo que vivimos y nos da miedo no poder soportarlo en todo sentido. Es muy probable que no volvamos a un encierro, pero psíquicamente sí lo estamos".

El aislamiento alimenta el estrés. “Volver a encerrarnos genera doble ansiedad porque nos recuerda lo que vivimos y nos da miedo no poder soportarlo en todo sentido. Es muy probable que no volvamos a un encierro, pero psíquicamente sí lo estamos”, añade la especialista del Centro Ciapla. Es importante el contacto con la naturaleza, respetando los protocolos. Si hay azotea, aprovechar para respirar aire fresco. En la noche hay menos aglomeración, pueden dar una vuelta cerca de casa. Estar en el parque, alejados de las personas. Que sea un momento para nosotros mismos. “Son recursos que nos ayudan a perder humanidad. Que esto es transitorio, que no tiene que ver con la muerte -en tanto estén vacunados, claro-. El miedo a volvernos como zombies se está instalando en las personas: un zombie no tiene nada de vida alrededor. Es instalar un miedo sobre otro. Lo hace más complicado de salir”. (Consultas: 997 383 310). //

Los niños también se preocupan

Hay que explicarles lo que está pasando, sin exagerar ni minimizar. Es importante escuchar lo que sienten y piensan. “Hay que atender el cuerpo y la mente con lo que hay alrededor. Dejemos que los pequeños vuelquen ahí lo que es de ellos: expresar a través del juego lo que van sintiendo”. En ese proceso, Valenzuela sugiere usar recursos que están a la mano: papel o cartón para sus dibujos; juguetes para graficar lo que quieren decir.

Tenga en cuenta

En caso de haber estado en contacto con una persona con (sospecha) COVID-19, el Minsa recomienda quedarse en casa durante 10 días. Use una mascarilla para proteger a sus familiares. Acondicione una habitación separada y ventile el lugar.

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