La vida cambió en el 2015 para el pescador artesanal Manuel Caminiti y un grupo de chalacos dedicados a la pesca de consumo. Ese año perdieron el permiso para pescar anchoveta y decidieron que había que cambiar de rumbo para sobrevivir. La acuicultura les pareció la mejor opción, teniendo en cuenta que, en los alrededores de la isla San Lorenzo, el Callao cuenta con un banco natural de conchas de abanico, un yacimiento que, a pesar de la protección estatal, venía siendo explotado por extractores informales.
“En el 2010, las conchas llegaron a tener el tamaño de un plato”, dice Caminiti con entusiasmo. Su plan era formalizarse y solicitar un área en concesión para trasplantar conchas de abanico y cultivarlas, hasta conseguir ejemplares dignos de exportación. Pronto él y sus compañeros se dieron cuenta de que tendrían atravesar un denso bosque de trámites para obtener los permisos necesarios, desde agruparse en una MYPE hasta lograr autorización de entidades como SANIPES, DICAPI y la región Callao. Pero siempre surgían nuevos obstáculos. Por ejemplo, no hace mucho supieron que estaba prohibido trasladar semillas del banco natural hasta cualquier concesión (prohibición que se levantó temporalmente) y que no podrían exportar sus productos porque el mar del Callao, como buena parte del mar peruano, presenta algún grado de contaminación.
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Según la ingeniera Jessica Pino Shibata, para los pescadores artesanales tener un área acuática ha sido una larga lucha: emprender los extenuantes procesos administrativos que exige el Estado, presentar una carta fianza emitida por una entidad financiera por un valor de 12% de la UIT por cada hectárea concesionada, la elaboración del instrumento ambiental y paciencia, mucha paciencia para dialogar con los funcionarios de los Gobiernos regionales de turno o de Produce. Asimismo, tuvieron que coordinar con la autoridad sanitaria para poder monitorear las aguas donde se realiza la actividad y, por último, luchar contra la contaminación, que puede darse por otras actividades cercanas a las áreas acuícolas. Una larga batalla para ver su sueño hecho realidad.
“Hay lugares como el Callao que necesitan tener plantas depuradoras para que la producción acuícola pueda exportarse. Por estos motivos, muchos pescadores artesanales ven en la acuicultura una actividad difícil”, señala Pino Shibata.
EL SUEÑO DE UNA PLANTA DEPURADORA
La actividad acuícola en el Callao está representada por concesiones de categoría AMYPE (Acuicultura de Micro y Pequeña Empresa), que consiste en una producción no mayor de 150 toneladas al año. Las cuatro concesiones otorgadas por el Gobierno Regional del Callao están ubicadas frente a la isla El Frontón. Una de ellas pertenece a la empresa Cumac S. A. C., representada por Manuel Caminiti, quien, a pesar de aún no poder comercializar su producción, siente que aprendió mucho en el camino.
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Una observación suya es que a los formales se les prohíbe el comercio, pero los informales siguen extrayendo y comercializando, a pesar de los operativos. Luego de invertir tanto tiempo y dinero, solo le quedan dos alternativas: esperar a que las autoridades descontaminen el Callao, lo cual parece imposible por la inversión astronómica que requiere, o que se construya una planta depuradora.
La condición sanitaria del mar chalaco es de tipo B (condicionalmente aprobada), esto quiere decir que, para poder comercializar los recursos hidrobiológicos provenientes de esta área, deberían ser depurados o tratados térmicamente. Otras áreas del Perú sí cuentan con la categoría A y su producción se comercializa fuera del país. En general, los supermercados cuentan con mariscos certificados. Usualmente, Paracas y Sechura son proveedores de conchas de calidad. La clasificación sanitaria B, establecida por SANIPES, se debe exclusivamente a la contaminación producida por las industrias situadas en todo el litoral del Callao.
Para Manuel Caminiti, instalar una planta depuradora en el primer puerto no solo permitirá descontaminar los recursos que provienen de los centros acuícolas concesionados en la zona, sino que convertirá a la provincia constitucional en un eje productivo para actividades sostenibles, como la acuicultura y el turismo. Dicha planta debería ser financiada por el Gobierno Regional del Callao, por ser de su competencia.
Pero el gran reto es que las autoridades ambientales supervisen y fiscalicen a las empresas del litoral del Callao y se les exija cumplir con reducir los vertimientos y emisiones al mar. Cuando esto se cumpla, iniciativas ecológicas y sostenibles como la que proponen Manuel Caminiti y sus socios serán posibles. Y el mundo entero podrá disfrutar de las excelentes conchas de abanico chalacas directamente salidas del mar. //
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