Hablar del Estadio Nacional de Lima es hablar de nuestra historia reciente: de momentos deportivos que se han instalado en el imaginario de los peruanos, pero también de sucesos que nos han marcado como país. Esta empezó a escribirse en 1951, cuando el entonces presidente de la Sociedad de Beneficencia de Lima, Miguel Dasso, alentó la reconstrucción de un nuevo estadio que reemplace al pequeño Nacional levantando con tribunas de madera en la época del gobierno de Leguía. El general Manuel Odría, presidente de la República, aprobó la iniciativa y no solo eso: promovió esfuerzos extra para acelerar su proceso de construcción.
Fue así que la obra culminó en el tiempo récord de dos años. La idea era que esté lista para el Campeonato Sudamericano –hoy Copa América- de 1953, pero Odría adelantó su inauguración para el 27 de octubre de 1952, coincidiendo con la fecha en que instauró su “revolución restauradora”, tras el golpe militar que dio al gobierno de José Luis Bustamante y Rivero en 1948.
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El proyecto original del nuevo Estadio Nacional estuvo a cargo del arquitecto Alberto Jimeno. Se proyectó que tuviera una capacidad para 55 mil asistentes. Las dos tribunas populares (norte y sur) albergaban un aproximado de 16 mil espectadores cada una y las tribunas preferenciales (oriente y occidente) contaban con tres bandejas: alta, baja e intermedia.
Con la renovación del 2010 se cambiaron los revestimientos exteriores, se colocaron butacas y se remodelaron los camerinos y la zona de transmisión para la prensa deportiva. Pero la estructura principal del estadio, construida íntegramente de cemento, se mantiene hasta la actualidad. La que también se mantiene como en sus primeros días es la imponente torre de la tribuna norte, siempre vigilante, la cual se logra divisar tanto desde el centro de Lima como de la avenida Javier Prado.
OBRA MAESTRA
Pocos estadios del mundo tienen un elemento tan distintivo como la torre de la tribuna norte. Si hacemos un rápido ejercicio de memoria, el primero que podría venirnos a la cabeza es el estadio Centenario de Montevideo y su torre ubicada en zona preferencial. Y de ahí paramos de contar.
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Según se sabe, la construcción de la torre del estadio nacional obedecía principalmente a razones protocolares. En un principio se llamó Torre de los Homenajes, pues se acondicionaron ambientes para recibir a dignatarios y personalidades a los cuales había que darles un trato especial. La estructura tiene una altura de 47 metros y desde su palco principal la vista es privilegiada, aunque no se pueda distinguir bien a los jugadores en el campo de juego.
El proyecto inicial contemplaba una cafetería, comedores y salas de té, en la tribuna preferencial y en la torre. “Esto a fin de facilitar estos servicios a los espectadores que salen tarde de sus labores y oficinas y residen en lugares distantes, teniendo que ahorrar tiempo y dinero para llegar a los espectáculos en momento oportuno”, recoge la desaparecida revista ‘El arquitecto peruano’, que dirigía Fernando Belaunde Terry.
En la Torre de los Homenajes también se había incluido el funcionamiento de un restaurante de lujo, mientras que en la parte de la tribuna sur que colindaba con oriente un comedor que habría permitido presenciar el desarrollo de los espectáculos, desde su interior y sentado. Y aunque suene insólito, el estadio consideró el de alquiler de oficinas ara bancos y tiendas con salida a la calle.
Nada de eso pasó. Si bien la vista desde la torre es privilegiada, no tiene la mejor ubicación para presenciar un partido de fútbol. Estuvo en desuso durante mucho tiempo y no fue hasta el 2004, cuando Perú fue sede de la Copa América, que se remozaron sus ambientes interiores y cambiaron la iluminación. Por estos días, esta pieza icónica de la ciudad, rebautizada como torre Miguel Dasso en honor al hombre que promovió la construcción del Estadio Nacional, es utilizada para las transmisiones de partidos y eventos deportivos y recibe muy ocasionalmente a visitantes. //
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