Cada uno lleva la cuarentena como mejor puede. Hay quienes han retomado el hábito de la lectura. Algunos se han sumergido en el mundo de las series y películas. Otros optan por las redes sociales. Lo que sea con tal de no pasar más tiempo con uno mismo y sus pensamientos. Pero hay muchos que no saben lo que es sentirse solos o aburridos porque conviven con una o más mascotas. Las rutinas los han cambiado por completo, pues pasan juntos muchas horas en casa. Quizá los más felices e intrigados sean los animales: ¿por qué están los humanos tanto tiempo en casa? Quién sabe, pero ¡qué bien!
Eso le pasó a Ramona Jamona, la Göttingen –una raza de cerdos pequeños– de dos años, cuando notó que los esposos Raisa Quiroz del Valle y César Sotomayor ya no iban a trabajar. Les hacía ruiditos –según interpretaron sus dueños– como preguntando qué había pasado. Luego, claro, se adaptó. Anda mucho más cariñosa y necesita que alguien le acomode la cama para recién dormir. “Eso es algo que, fijo, debo hacer todos los días”, cuenta su dueña entre risas.
Una de las cosas que les ha costado es mantener la rutina de Jamona para evitar que se agobie. En las mañanas solían sacarla de entre 20 a 30 minutos; en la noche, el paseo era por una hora. “Al inicio de la cuarentena la sacábamos al parque de al frente, pero en las noches quería salir más y -al ser menos tiempo- se estresaba. Ahora tratamos de sacarla un poco más, con los cuidados necesarios (mascarillas, distancia social, entre otros)”, señala Quiroz.
Los fines de semana la dupla suele estar en cama, viendo películas, con Jamona en el medio. “Está todo el día marmoteando con nosotros. Le encanta estar apachurrada. Nosotros la amamos. Si ella no hubiera estado aquí, esta cuarentena habría sido muy difícil”, admite Raisa.
LA COMPLICIDAD
Había pasado poco más de tres minutos desde el inicio de la plática con Fiorella Pennano cuando la más pequeña del hogar hizo notar su presencia. “Agustina acaba de empujarme al intentar subirse en la silla donde estoy. Todo el día quiere estar conmigo”, comenta entre risas. La minina de seis meses fue acogida a inicios de este año luego de que Cecilia Hamann, madre de la actriz de 29 años, la encontrara en los alrededores del Puericultorio Pérez Aranibar. “La gata estaba en una situación terrible. Mi mamá la bañó, me la trajo y no me pude resistir”. Agustina se sumó rápidamente a las travesuras caseras de Tunis (4) y Mínima (3), también adoptadas.
Una nueva dinámica que tienen –y que Fiorella disfruta– es que ahora las michis la siguen a donde vaya. Si Pennano, por ejemplo, está trabajando en la computadora, va alguna de las gatas y se sienta a su lado. Las otras están en el suelo, también acompañándola. Incluso quieren ser partícipes de sus conversaciones. “Si estoy haciendo un Zoom, se alocan. Saben que el sonido viene desde el teléfono, se ponen al lado, quieren ver con quién hablo y empiezan a acariciar el celular”, agrega. El estar las cuatro en casa ayudó a la actriz a ser más consciente de la tenencia de las gatas y lo que ello implica. “Yo estoy bastante sensible con la cuarentena y es increíble cómo, cuando me pongo mal, automáticamente vienen a mejorar mi situación. Me siento acogida”, dice con Agustina al lado. Y es que basta con que Fiorella mire a alguna de sus pequeñas para sentir calma, que tanta falta hace en estos días.
TIEMPOS DE CAMBIO
En tres meses, Bernarda, una cacatúa ninfa lutina de un año, ha desarrollado la confianza que no había mostrado en los más de ocho meses que vive con Stefany Olivos y su familia. Desde la cuarentena el ave no quiere estar sola en su jaula. “Es un cambio positivo porque es más partícipe de lo que hacemos y le gusta pasar más tiempo con nosotros”. Ahora acompaña a la madre de la actriz teatral de 25 años a cocinar. “A veces se pone a dormir en el hombro de mi mamá mientras prepara algo”.
Si bien la familia Olivos ha criado aves, esta es la primera vez que tienen una experiencia como la que viven a diario con Bernarda. Aunque, claro, no descarta que sea por el tiempo que pasan juntos. Entre las cosas que destaca Stefany es que ahora la ave es el doble de dócil. “Baja la cabeza como dando a entender que quiere más cariño... Dentro de todo el estrés, porque hemos dejado de trabajar, ver su ternura e inocencia es muy bonito y reconfortante”.
Quienes también están más seguros de explorar el resto de habitaciones del departamento de Rosa Bonilla son Mayor Tom (5), Lola (4) y Ziggy (1), sus erizos enanos africanos. “Todo el día estoy acá, escuchan mi voz y, de alguna manera, el cambio de sonidos ha hecho que estén mucho más confiados y sociables”. La mamá (Lola), cuenta Bonilla, solía dormir sola para que nadie se acerque. Ahora se ha mudado a la casa de su hija Ziggy. “Cuando cargo a una y la otra está un poco lejos, viene corriendo. Es algo muy atípico”. Sin sus mascotas, admite la comunicadora, no habría podido reencontrarse con aspectos de ella misma. “Estos chiquititos dejan muchas enseñanzas de empatía y me ayudaron a recordar eso, sobre todo ahora”, reflexiona.
ON SET
Por estos días, Bruno Pinasco graba los programas Cinescape y TEC desde casa. Esta vez con apariciones muy esperadas por su público: Maca (8), su perrita peruana, o Martín, su tortuga de patas amarillas. “Le da un toque más doméstico. Hay momentos donde no quieren salir y normal, pero hay veces en que sí están pendientes y salen en la toma”, dice entre risas el conductor de televisión. Como alguien que desde niño ha estado rodeado de animales, entiende mejor que nadie lo afortunado que es, sobre todo en estos tiempos, vivir con una mascota. “Son seres de amor incondicional. Una persona que tiene la sensibilidad, el cariño y respeto por los animales es mejor persona. Ahora, compartir con ellos todos los días te recarga de energía bonita. Es maravilloso”. //