Generación tras generación, se han compartido mitos y leyendas con personajes mágicos e increíbles en muchas regiones de nuestro país. Las sirenas han sido uno de los seres más presentes en este tipo de narraciones, como habitantes enigmáticos de ríos, lagunas y cascadas de nuestro territorio. “Leyendas como la de las sirenas, el bufeo colorado y el Chullachaqui, parten de esa fascinación que tiene el ser humano con la posibilidad de que existan criaturas mágicas con formas humanas habitando entre nosotros, impartiendo una suerte de equilibrio o justicia social frente a diversas problemáticas”, explica el escritor y director cinematográfico Paco Bardales, nacido en Iquitos en los años 70.
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Para él -investigador del tema y escritor al respecto en libros como “Relatos de caucho y oscuridad”- el papel de las sirenas en el imaginario peruano ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, adaptándose a las distintas generaciones y llegando a ser vistas ya no tanto como seres cautivadores y vengativos, sino más bien como justicieras y protectoras.
“Si antes se les atribuía una personalidad negativa, es porque creo que todo aquello que no conocemos siempre va a dar miedo, va a causar cierto sentido de prevención. Por ejemplo, en la selva, muchos pescadores aún huyen de los delfines, pues creen que estos son malignos y tienen el poder de mimetizarse con los seres humanos. Si te das cuenta, si se mantiene esa percepción, es por mero sentido de supervivencia”, añade Bardales.
Pero no siempre es así. “Yara”, por ejemplo, es uno de los mitos más conocidos en la Amazonía, y cuenta la historia de una guerrera indígena que fue maltratada por hombres forasteros blancos que llegaron a desterrarla a las aguas de un río. En consecuencia, ella adquiere un poder mágico y emerge de las aguas en forma de sirena, con el fin de cobrar justicia y proteger a su comunidad de quienes la abusaron. “Últimamente, las sirenas son más percibidas como defensoras contra el abuso, contra los depredadores, los desalmados. Eso es interesante, pues los mitos nacen siempre con un fin pedagógico, que en este caso sería alertar frente al hecho de cuidar y respetar el medioambiente, la moral... ya que si no se hace, vendría la sirena a justiciar”, reflexiona el iquiteño.
GUARDIANAS DE MÍSTICA BELLEZA
Nacido también en la Amazonía, el artista plástico Gino Ceccarelli ha tenido a las sirenas como musas de sus pinturas por mucho tiempo. “Desde pequeño me insertaron en ese mundo mítico y mágico de las sirenas, pues uno de los rasgos más fuertes de la identidad de la Amazonía son nuestras leyendas ribereñas y nativas”, comenta, además de precisar que admira la belleza y exoticidad del personaje, cualidades que sin duda resaltan en sus pinturas.
Estas tradiciones orales también cobran vida en regiones de nuestra sierra peruana. De hecho, mientras capturaba unas postales para el artículo de “La sirenita” que encontrará en las siguientes páginas, el fotógrafo Omar Lucas recordó una de las historias que le contaba su abuela, originaria de Puno, cuando era niño.
“Había una cueva que me prohibía visitar. Decía que detrás de ella, al cruzarla, se encontraba una laguna custodiada por una sirena, y que aquellos que osaban navegar, eran capturados por esa sirena para no volver jamás”. El escritor Paco Bardales apunta también el otro uso importante de mitos y leyendas, que es la prevención que daban los más sabios del hogar o la comunidad a las generaciones más pequeñas, a fin de que se alejaran de los peligros o personas extrañas.
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En esta misma locación, Puno, existe otra sirena popular, custodiando el frontis de la catedral labrada en madera. Se dice que es la guardiana de las lagunas del departamento, y su mito se centra en una protectora que cobra venganza, sobre todo, frente a mineros forasteros e ilegales.
Sin alejarse demasiado, a unas cinco horas de Lima, el oasis de la Huacachina atesora una de las leyendas más nostálgicas del país con una sirena que sufre por amor. La dramaturga Patricia Denegri, que vivió en Ica durante su infancia, ahonda en el relato: “La sirena de la Huacachina representa la tristeza. Dice la leyenda que había una doncella hermosa que conoció un día al amor de su vida, pero que este tuvo que ir a pelear en una batalla y murió. Ella quedó llorando desconsolada envuelta en unas sábanas blancas que la protegían del frío. Cuenta la historia que tanto dolor convirtió sus sábanas en las dunas que hoy conocemos, y sus lágrimas en la laguna”.
Queda claro que las sirenas no son seres que viven únicamente en el imaginario del ratón más famoso del planeta. La cultura y tradición peruanas también las han atesorado en sus relatos colectivos durante décadas. Y así seguirá siendo. //