Esa mañana del jueves 3 de octubre de 1974, Lima había amanecido más tranquila de lo habitual. Los chicos, en lugar de ir al colegio, estaban en casa, disfrutando desayunos largos y ociosos, pues el gobierno militar había declarado feriado por el sexto aniversario del golpe que los puso en el poder. Aquella medida castrense, de carácter arbitrario e imperativo, terminaría siendo un alivio para muchas familias que al menos pudieron estar juntas cuando la tierra empezó a temblar. A las 9:21 de la mañana, un creciente ruido en las ventanas, que parecían querer desprenderse con furia de sus marcos, fue el preámbulo del terror: de pronto, el suelo comenzó a oscilar, mientras que las paredes tronaban como si fuesen a venirse abajo. Gritos se escuchaban en varias casas. Los reportes de El Comercio relatan que la población se volcó a las calles en sus ropas de entrecasa, inundaron calles y plazas y no fue raro ver a muchos de rodillas, implorando en ese momento de angustia por algún perdón divino.
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Fueron dos minutos y quince segundos de pavor, mientras en las calles de Chorrillos, en La Molina y el Callao, o en el mismo Centro de Lima se veía cómo algunas viejas casonas zigzagueaban para luego desplomarse sobre sus habitantes. Una de las fotos más impactantes de El Comercio, publicada al día siguiente, mostraba a un niño tratando de sacar a su hermanito de los escombros. El sistema de buses había colapsado y la gente empezó a correr hacia sus casas. Algunos en auto se ofrecieron a jalar a los peatones que iban por el medio de la pista. El músico Pedro Suárez-Vértiz recordó alguna vez cómo su mamá también corrió ese día desde su centro de trabajo en San Miguel hasta San Isidro, y no paró hasta constatar que sus hijos seguían vivos. Al verlos en la puerta de su casa, sanos, salvos y asustados, la señora cayó de rodillas en la esquina y rompió en llanto.
Cuando la tierra por fin dejó de moverse, lo que pareció una eternidad, llegó el momento de respirar y empezar a contar los daños. A la mañana siguiente, se supo que más del 40% de las casas en Chorrillos, de construcción antigua, quedaron inutilizables. En La Molina se estimaba que fue un 90%. La gente quería sintonizar la radio, el principal medio de información, pero el apagón en Lima era masivo. La única emisora que logró filtrarse, ante el despeje de las otras ondas, fue una pequeña de Cañete que comenzó a informar que en el sur chico el terremoto había sido igual de devastador. En el Centro de Lima, 400 familias que vivían en el jirón Amazonas se quedaron sin lugar para vivir y tuvieron que ser trasladadas a carpas.
Cada limeño experimentó el evento de una forma distinta. Fue el caso del campeón mundial de surf Felipe Pomar, quien ha contado en varias oportunidades cómo, luego del sismo, se lanzó con su tabla al mar de Punta Hermosa junto a su amigo Pitty Block, dispuesto a surfear “lo que viniera”. No lo pensaron muy bien. “No contamos con la posibilidad de que el mar se retiraría tanto y nos arrastraría mar adentro, como en realidad sucedió. Después de pasar momentos realmente aterradores en medio de un mar caótico e impredecible, logramos cruzar la bahía y agarrar cada uno una ola de esas que llaman tsunami, del tamaño de una casa de dos pisos”, comentó alguna vez. Al enterarse luego de la magnitud de la tragedia en Lima, prefirió ocultar ese episodio durante muchos años, por respeto a las víctimas.
EN LA CIUDAD DE LA FURIA
Lima, desde luego, nunca ha sido ajena a los grandes sismos. En 1966, un terremoto de gran magnitud asoló la capital y el Callao, con un saldo de más de 200 muertos. Y en 1940 ocurrió otro terremoto, el mayor sismo que vivió la capital en el siglo XX, que dejó una enorme estela de destrucción, como bien lo recordaban nuestros abuelos. “El antiguo líder aprista, Armando Villanueva, que purgaba prisión en la isla El Frontón por aquellos años, comentó una vez que él vio cómo la capital desapareció ante sus ojos, porque se levantó una nube de polvo de los acantilados tan alta que ya no se podía ver la ciudad desde la isla”, recuerda Hernando Tavera, presidente del Instituto Geofísico del Perú (IGP). El experto considera que el terremoto del 74 fue de magnitud moderada, de grado 7,7, y no se compara al terremoto de Lima de 1746, tan devastador que el Callao desapareció, así como buena parte de lo que era la Lima virreinal. “En aquella época no había medidores, pero nosotros estimamos que ese sismo pudo ser de grado 9″, apunta Tavera.
Para el titular del IGP, lo de “terremoto” o “temblor” son, en verdad, categorías coloquiales que el mundo académico no admite. “La gente dice que es un terremoto si se cae una casa”, señala. Lo que no duda es que Lima no ha vuelto a tener un sismo de gran escala desde aquel año, lo cual es preocupante desde un punto de vista puramente científico. Al menos dos generaciones no han conocido esa experiencia, y hay energía que no se está liberando. Esto, en una ciudad como Lima, donde 7 de cada 10 viviendas son autoconstruidas, podría significar un desastre de gran magnitud.
Las cifras del terremoto de 1974 son dispares. El Comercio señalaba que a tres días del sismo se contaban 73 muertos, más de 1.000 heridos y 4.000 viviendas destruidas, además de 22.000 personas damnificadas. Cifras posteriores que maneja el gobierno elevan la cifra a 252 fallecidos.
El movimiento telúrico del 74, ocurrido nada menos que en octubre, el tradicional “mes de los temblores”, desató una creencia errada en la población. Como habían sucedido sismos grandes en 1966, 1970 (Huaraz) y 1974, muchos pensaron que el siguiente terremoto podría manifestarse en 1978. La progresión aritmética no tenía lógica alguna, pero eso a la gente nunca le ha importado cuando se trata de supersticiones. Una pequeña histeria se vivió en ese mes de octubre de 1978, pero al final nada ocurrió. Lo que sí ha ocurrido desde entonces sigue siendo un preocupante silencio. //
El Comercio ha preparado un especial completo que te enseña cómo reaccionar frente a un sismo de gran magnitud. En una ciudad que no ha experimentado un terremoto de grado 8,8 en 277 años, su revisión es urgente. Aprende desde cómo armar una mochila de emergencia hasta los protocolos de seguridad que podrían salvarte la vida. Consulta el especial en este enlace: https://especial.elcomercio.pe/estemoslistos/
2 minutos y 15 segundos fue la duración del terremoto de 1974. El epicentro fue en el mar, aproximadamente a 60 km de Cerro Azul.
7,7 grados de magnitud tuvo el terremoto, según la estimación más precisa del Indeci. En su momento, se decía que había sido de 5,6 en la desusada escala de Richter.
1.500 atenciones médicas se registraron en los hospitales de Lima en el día uno de la tragedia. La data pudo haber sido tres veces mayor, dicen los reportes de la época.
2 mil scouts salieron desde el día uno a apoyar a los socorristas. En el cementerio El Ángel la cifra de entierros se duplicó al día siguiente.
15 mil toneladas de ayuda en medicamentos, frazadas, colchas y ropa envió el gobierno de Chile al día siguiente del terremoto.