Ante las puertas cerradas de la Embajada de Venezuela, en la avenida Arequipa, un grupo de ciudadanos venezolanos se concentra todos los días. Se los puede ver de civil o con sus habituales prendas rojas, azules y amarillas, los colores de su país, tratando de buscar una explicación, quizá un consuelo, al sueño de libertad que de pronto les explotó en la cara.
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Hace solo una semana, una caravana de autos multicolores recorría las avenidas Arequipa, 28 de Julio y Brasil, mientras hacían sonar sus bocinas y sus ocupantes salían por las ventanas de los vehículos a cantar victoria por lo que, se creía entonces, había sido la derrota definitiva del régimen de Nicolás Maduro y el triunfo del opositor Edmundo González. Muchos peruanos aplaudían el paso de la bulliciosa comitiva, por la alegría contagiosa que se respiraba en el aire. Hoy solo hay desazón y desconcierto en los alrededores ante lo que muchos llaman un fraude electoral en toda regla.
“La crisis que se vive actualmente en Venezuela sobrepasa las fronteras del país, e inclusive la región. Lo que tenemos hoy es un régimen cívico-militar que controla las instituciones, una red criminal que opera en el país y que tiene relaciones estratégicas con países como Rusia, China, Irán, Turquía, etc., que no tienen la más mínima intención de perder el espacio conquistado en Sudamérica”, señala a Somos Maibort Petit, polítologa venezolana y especialista en crimen organizado transnacional. La experta señala que se tiene conocimiento de que ya se ha incrementado la inmigra - ción de venezolanos debido a esta nueva crisis política. Estima que actualmente hay unos 7,2 millones fuera, y es posible que salgan más. “Hay un temor fundado en la evidencia de que la gente no quiere vivir bajo el régimen y si no hay un cambio van a huir del país”.
Lo mismo que piensa Petit es el sentir de muchos de los venezolanos que protestan estos días en la puerta de la embajada, los mismos que llegaron al Perú entre los años 2017 y 2018 huyendo de la pobreza, la inestabilidad política, el desabastecimiento de productos y los altísimos índices de violencia que se viven en el país de Simón Bolívar. Siempre se extraña la tierra, pero ninguno desea volver a ella en las circunstancias actuales y temen, más bien, que la situación empeore el estatus de sus familiares que viven allá, lo que podría derivar en un nuevo éxodo.
La inmigración de los hermanos vinotintos nos ha cambiado para siempre. Según datos de la organización Coalición Activa por Venezuela, habría en nuestro país unos 1,3 millones de venezolanos, de los cuales casi 800 mil estarían en una situación mi - gratoria regular. De estos, aproximadamente 600 mil serían mayores de 18 años, es decir, con capacidad para votar. Pero en las últimas elecciones apenas 659 estuvieron habilitados para ello, debido a las muchas trabas que el régimen madurista les puso para impedir que ejercieran su derecho a elegir. Apenas 210 venezolanos pudieron sufragar en estas elecciones acá. Solo nueve de ellos votaron por Maduro.
Testimonios de una inmigración
Para comprender mejor lo que se juega en estos días, hay que acercarse a los venezolanos en el Perú. Cada uno de ellos es una historia distinta. El reconocido chef venezolano Juan Luis Martínez, por ejemplo, conoció los sabores del Perú mucho antes de siquiera imaginar que podría llegar a vivir en esta tierra. “Llegué al Perú después de vivir en Europa porque sentía que necesitaba un poco más de calor latino. Mi principal motivación para salir de mi país fue seguir aprendiendo, pero si escogí no regresar y quedarme en el Perú a vivir fue porque la situación en Venezuela se había complicado”, recuerda. Llegó a Lima el 2014 y aquí ha llevado una serie de propuestas gastronómicas entre ellas el restaurante Mérito, destacado en las listas mundiales. Considera que los resultados de las elecciones del 28 de julio fueron un atropello, aunque no es la primera vez que vive esa decepción. Martínez no tiene más familia cercana en Venezuela. Todos migraron, y él no piensa regresar: “Aquí me quedo, siento que aquí es mi casa”.
Otra venezolana afincada en nuestro país es Vanessa Rolfini, quien llegó a Lima en 2016, el día de la Virgen del Carmen. Dice que su proceso migratorio fue distinto al de otros, pues arribó con un contrato bajo el brazo como periodista especializada en gastronomía. Aunque finalmente, “migrar es migrar, con mejores o peores condiciones, todos sentimos la misma tristeza en algún momento”, nos dice Vanessa. Decidió establecerse aquí, en el paraíso de la buena comida, cuando el Perú estaba en su momento estelar. Es conocida por sus deliciosas catas y artículos periodísticos. Para ella, en las elecciones pasadas, “la trampa estaba cantada. Quien piense que si gana María Corina y Edmundo el país mañana va a estar bien, creo que tiene un exceso de expectativas y esto hay que llevarlo con mucha calma. Venezuela no va a ser el país que fue, espero que sea mejor”. No tiene planes de regresar a vivir a su tierra, aunque sí piensa visitar a su familia, a la que no ve desde hace ocho años, si es que se puede dadas las condiciones.
Un valioso testimonio final nos lo da el polítologo y docente universitario Luis Fernando Nunes, quien salió de Venezuela en 1998, justo cuando Hugo Chávez ascendía al poder. Después de vivir en Mozambique unos años, se trasladó al Perú para observar las elecciones presidenciales del año 2000, y al año siguiente volvió para presenciar la victoria de Alejandro Toledo. Su primera experiencia en el Perú fue trágica, recuerda. Acababa de pisar el país e iba por la Costa Verde cuando le tocó presenciar, a pocos metros, el accidente que le costó la vida al futbolista de Alianza Lima, Sandro Baylón.
La postura activista de Nunes por las libertades democráticas le ha valido las antipatías del régimen madurista, y se lo hicieron saber la última vez que fue a su país, para el velorio de su madre, por la multitud de trabas que tuvo que sortear. “El día de las elecciones fue mi cumpleaños, así que imagínate cómo lo viví, pero yo estoy seguro de que de esto vamos a salir con la frente en alto. Vamos hasta el final porque hemos ganado estas elecciones con una paliza histórica, mucho más que en 2013 o en 2018″. Para Nunes, la forma de salida de Maduro tendrá que ser negociada, entre la presión de la calle y la presión internacional. “Aunque me dolería muchísimo dejar el Perú después de 25 años, los años que me quedan me gustaría ofrecérselos a Venezuela. Soy optimista y creo que esto se acaba más temprano que tarde”. //
La actual situación en Venezuela afecta en todos los sentidos posibles a los venezolanos que vivimos acá, porque estamos en una crisis de desplazados; hemos sido forzados a dejar el país justamente por los problemas que hay allá, debido a la crisis humanitaria compleja. Esto se ve reflejado en la crisis política, económica y social, que llevó a que casi 8 millones de personas salieran del país. Esta situación ha cambiado definitivamente la balanza migratoria de Venezuela, que históricamente durante los 200 años de república ha sido más un país de inmigración que de emigración. Este es un fenómeno reciente. Algo importante que hay que entender es que no se trata de ser chavista o antichavista, sino del respeto a la Constitución y a los derechos fundamentales que en Venezuela no se están dando. Nosotros denunciamos la vulneración del derecho y el irrespeto a la voluntad soberana expresada en el proceso electoral del 28 de julio. Además, condenamos la represión y persecución contra los ciudadanos que protestaban por esta situación insostenible. Es necesario que todos los actores responsables se sienten a dialogar. Dentro del propio chavismo hay una facción democrática que reclama transparencia.
En estas elecciones ha habido muchas irregularidades, pero no es cierto que el sistema haya sido hackeado como dice Nicolás Maduro. Haría falta una computadora cuántica para tal fin. Lo que sí hubo fue muchas trabas. Negaron el derecho a la participación de los venezolanos en el exterior, colocando requisitos que no están en la ley, como la residencia permanente y el pasaporte vigente. Estos requisitos son barreras económicas y burocráticas, ya que un pasaporte cuesta 320 dólares. Es probable que con esto aumente el número de personas con necesidades de protección internacional que lleguen al Perú.