Esa mañana del sábado de 16 de junio, Rusia amanecerá con un verano embustero. Hará algo de frío en las primeras horas, vientos fuertes también. Aquel día de diez grados centígrados, Paolo Guerrero despertará después de tantas pesadillas y abrirá los ojos para sentir que ha viajado al centro de un Mundial.
Saransk, la ciudad sede del primer partido de la selección peruana en Rusia 2018 ante Dinamarca, está ubicada geográficamente al medio de todo en el país ruso. Está a poco más de 600 kilómetros de Moscú, su aeropuerto habilitará vuelos internacionales y su estadio, el Mordovia Arena, tendrá la misma capacidad que el estadio Nacional. Cuarenta y cinco mil personas podrán ver cómo Paolo –porque tiene que ser él- aparece por la puerta del túnel con el banderín blanquirrojo y la cinta de capitán. A doce mil kilómetros, en distintos rincones del Perú, los hinchas fieles que llenaron sus álbums de Panini se recuperarán de la resaca del viernes con quincena al saber que todo era cierto. Las figuritas peruanas que coleccionaron estaban formándose en el campo de juego. Eran de verdad.
Si el 15 de noviembre del 2017 fue la noche que nunca vamos a olvidar (el repechaje ante Nueva Zelanda), el 16 de junio viviremos una interminable mañana de carnaval. Para la selección peruana habrá sido un camino largo para llegar hasta allí. Antes de ese debut mundialista, la blanquirroja se midió en marzo ante Croacia e Islandia en Estados Unidos. Su despedida debió ser contra un europeo accesible (Holanda sin estrellas y Grecia como opciones al cierre de esta edición) y en Europa aspira a un cierre de preparación de alto voltaje (contra Inglaterra o Polonia).
Para ese día del partido ante Dinamarca, Perú habrá acumulado poco más de una semana en Moscú. “Hemos buscado los sitios donde hay mejor logística, Perú viajará un día antes a cada de una de las ciudades donde jugará”, explica el gerente de selecciones, Antonio García Pye. Antes de la Copa del Mundo, la selección podría pasar unos días en la cómoda Viena. En esa ciudad de cantos corales, Ricardo Gareca espera escuchar la versión más afinada de su orquesta.
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