(Foto: Britanie Arroyo/GEC)
(Foto: Britanie Arroyo/GEC)
/ GESAC > BRITANIE ARROYO

Llevamos más de 30 días de confinamiento a causa del . Nos encontramos en un momento crucial, en el cual -según han advertido los expertos- la curva de contagios está llegando a su pico más alto. La preocupación se extiende, pero no solo por el temor a enfermarnos. Con la economía paralizada, una gran cantidad de personas sienten al futuro, a no saber si van a mantener su trabajo o negocio.

. El 86 % de peruanos se encuentra al menos “preocupado” porque su situación económica se complique en los próximos meses, mientras que, de ellos, el 52 % está “muy preocupado”.

La incertidumbre de no saber qué nos depara el futuro incrementa el miedo en las personas, pudiendo ocasionar desde agobio o malestar hasta estrés, ansiedad, depresión u otro tipo de problemas psicológicos graves.

¿Qué podemos hacer para lidiar con esta emoción?

Un miedo que protege y otro que paraliza

Existe un miedo que paraliza y del cual debemos cuidarnos. (Foto referencial: Shutterstock)
Existe un miedo que paraliza y del cual debemos cuidarnos. (Foto referencial: Shutterstock)
/ LucaLorenzelli

Primero hay que saber que no todo el miedo es malo. En realidad, se trata de un sentimiento que nos ha acompañado desde hace cientos de miles de años, cuando aún usábamos las cavernas para protegernos de los peligros del mundo salvaje.

“El miedo es una de las emociones más primitivas que existen. El miedo es instintivo y es protector, ya que nos prepara inmediatamente para la lucha o la fuga, por lo tanto, también inhibe conductas. Entonces, en un sentido es absolutamente necesario”, dice María Paz Sáenz Gonzales, psicóloga clínica y docente de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC).

Por ejemplo, el miedo al contagio ahora nos hace mantener la distancia entre personas, usar mascarillas o lavarnos las manos frecuentemente. Nos advierte sobre qué cosas son un potencial peligro.

Sin embargo, existe también un miedo que paraliza y del cual debemos cuidarnos.

Mayormente, explica Sáenz, cuando tenemos delante de nosotros un desafío, lo que hacemos es una rápida evaluación de su dimensión y de nuestros recursos para enfrentarlo. Si está a nuestro alcance, lo vemos como un reto y nos causa entusiasmo afrontarlo. Pero si el desafío es muy grande, empezamos a verlo como una amenaza, y entonces puede llegar a paralizarnos.

Los efectos del coronavirus en nuestra vida pueden caber en esta categoría. Para muchos, la dimensión de la crisis sanitaria es muy grande y sus consecuencias en otros aspectos de la vida, como la económica, pueden ser paralizantes.

No obstante, aunque podemos tener la percepción de que hoy estamos viviendo una experiencia sin precedente, Diana Díaz Moreno, profesora de Psicología de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), explica que como especie hemos padecido situaciones similares -como la peste o la gripe española-, por lo que ya tenemos ese conocimiento anclado y sabemos que al final vamos a salir adelante.

Pero la especialista recalca también que, sin duda, como individuos, el confinamiento y la incertidumbre nos afecta psicológicamente.

Resignarnos para encontrar un rumbo nuevo

En un primer momento, adaptarse creará resistencia, algunas personas se negarán a la nueva realidad. (Foto referencial: Shutterstock)
En un primer momento, adaptarse creará resistencia, algunas personas se negarán a la nueva realidad. (Foto referencial: Shutterstock)

Para Sáenz Gonzales la mayoría de nosotros -si es que no todos- vamos a pasar un duelo. "Los duelos vienen cuando hemos perdido algo, no solo a un ser querido; en general, todos los cambios significan una pérdida. Y cuando hay pérdida, se pasa por un proceso de duelo, así sea muy pequeñito”.

“Hoy en día, todos los peruanos vamos a pasar por esta experiencia. Nos vamos a enfrentar al duelo de nuestra vida precoronavirus; una vida que ya no existe, señala.

En un primer momento, adaptarse creará resistencia, algunas personas se negarán a la nueva realidad. El tiempo que demoren en adecuarse será variado. Pero luego vendrá un proceso de resignación -que puede estar marcado por una etapa de tristeza e incluso depresión-, tras el cual empezarán a aceptar lo nuevo.

Cuando nos resignamos, se nos abre la oportunidad de encontrar un mundo nuevo. Entonces, podemos empezar a preguntarnos ‘ok, si esto ya se acabó, ¿ahora qué puedo hacer?', señala la especialista.

Será vital, por lo tanto, ser conscientes de estas etapas para que, cuando pensemos que nuestro problema no tiene solución o comencemos a entrar en desesperanza, recordemos que en realidad es el miedo el que nos está paralizando.

Para lidiar con nuestros sentimientos, la psicóloga recomienda además saber dónde focalizar nuestra atención. Aunque tengamos incertidumbre sobre muchos aspectos, hay otros sobre los que sí poseemos más certezas, así que deberíamos de poner nuestra atención en ellos.

Por último, pero no menos importante, es aconsejable contrastar nuestros miedos con la realidad. “A veces, cuando estamos inmersos en una montaña rusa de emociones, empezamos a magnificarlas. Permitámonos sentir miedo, pero ayudémonos a que sea en la dimensión correcta: una cosa es que algo sea terrorífico u horrible y otra es que solo sea desagradable o incómodo”.

Cambio de paradigma

Es posible que tengamos un cambio de paradigma social y económico, cree Diana Díaz. (Foto: EFE)
Es posible que tengamos un cambio de paradigma social y económico, cree Diana Díaz. (Foto: EFE)
/ Paolo Aguilar

Para Díaz Moreno, “van a poder sobrellevar mejor la crisis las personas que son más conscientes de su mundo interno y de sus sentimientos, las que tengan confianza en sí mismas y aquellas con una red afectiva -familiar o amical- que les permita compartir lo que sienten”.

De igual manera, la resiliencia será una capacidad esencial para adaptarse a las circunstancias adversas. Al contrario, serán más susceptibles de sufrir estrés postraumático quienes no sean flexibles y no entiendan que, ante las circunstancias, también vale improvisar.

Para la profesora de la UPCH, es posible que tengamos un cambio de paradigma social y hasta económico.

“Actualmente tenemos una generación que vive enfocada en el futuro y no en el presente. Por eso, muchas personas han visto afectados sus planes. Yo me preguntaría qué es lo que necesitamos realmente ahora", dice.

"[Como sociedad] nos hemos acostumbrado a basar nuestra felicidad en objetos externos, el mejor carro o el mejor celular. Hay quienes, sin tener carencias, no disfrutan de lo que poseen en este momento”, agrega.

La especialista recomienda, por eso, cultivar nuestro mundo interior. De esa forma podemos incluso volvernos más resilientes. Meditar podría ayudarnos a lograr tal objetivo, nos ayudará a hacernos conscientes del aquí y el ahora, saber qué necesitamos y poder entender y manejar nuestras emociones.

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¿Cuáles son los síntomas del nuevo coronavirus?

Entre los síntomas más comunes del COVID-19 están: fiebre, cansancio y tos seca, aunque en algunos pacientes se ha detectado dolor corporal, congestión nasal, rinorrea, dolor de garganta y diarrea. Estos malestares pueden ser leves o presentarse de forma gradual; sin embargo, existen casos en los que la gente se infecta, pero no desarrolla ningún síntoma, precisó la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Además, la entidad dio a conocer que el 80 % de personas que adquieren la enfermedad se recupera sin llevar un tratamiento especial, 1 de cada 6 casos desarrolla una enfermedad grave y tiene dificultad para respirar, la gente mayor y quienes padecen afecciones médicas subyacentes (hipertensión arterial, problemas cardiacos o diabetes) tienen más probabilidades de desarrollar una enfermedad grave y que solo el 2 % de los que contrajeron el virus murieron.

¿Quiénes son las personas que corren más riesgo por el coronavirus?

Debido a que el COVID-19 es un nuevo coronavirus, de acuerdo con los reportes que se tienen a nivel mundial, las personas mayores y quienes padecen afecciones médicas preexistentes como hipertensión arterial, enfermedades cardiacas o diabetes son las que desarrollan casos graves de la enfermedad con más frecuencia que otras.

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