En los últimos meses han aparecido varias noticias en la prensa sobre personas que siguieron viviendo, sin mayores efectos adversos, a pesar de tener extensas partes de sus cerebros dañadas o haberlas perdido completamente.
Esos casos cuentan una historia sobre la mente que va más allá del impacto inicial que provocan. No es sólo que no entendemos cómo funciona el cerebro, sino que quizás lo intentamos comprender de la forma equivocada.
Este año, por ejemplo, se supo que una mujer se quedó sin cerebelo, una región que contiene la mitad de las células del cerebro. No se trata sólo un daño cerebral, le falta la estructura completa.
Sin embargo, esta mujer vive una vida normal. Se graduó, se casó y tuvo un niño después de un embarazo y parto sin incidentes. Una biografía estándar para alguien de 24 años.
La tomografía muestra la ausencia del cerebelo. (Foto: NewScientist)
La mujer no quedó totalmente bien. Durante su vida ha padecido dificultades por sus movimientos inseguros y torpes.
Pero lo sorprendente es que pueda siquiera moverse, tras perder una parte del cerebro que es tan fundamental que evolucionó con los primeros vertebrados; los tiburones que nadaban cuando los dinosaurios estaban sobre la Tierra tenían cerebelos.
ÓRGANO COMPLEJO
Ese caso hace resaltar un triste hecho acerca de la ciencia del cerebro. No solemos proclamarlo a los cuatro vientos, pero hay grandes lagunas incluso en nuestra comprensión más básica sobre su funcionamiento.
No podemos ponernos de acuerdo ni siquiera sobre algunas de las más importantes de sus regiones, como el cerebelo. Casos raros como el de la mujer que no lo tiene, muestran esa ignorancia.
Es frecuente que alguien camine en un hospital y un escáner de su cerebro revele las sorprendentes diferencias que podemos tener dentro de nuestras cabezas, diferencias que podrían tener solo pequeños efectos observables en nuestro comportamiento.
Aún existen muchas dudas respecto a este órgano. (Foto: Reuters)
Parte del problema quizás sea nuestra forma de pensar. Es natural ver al cerebro como una pieza de tecnología seleccionada naturalmente.
Resulta que, en tecnología humana, hay muchas veces una relación directa entre estructura y función.
Si tengo una tostadora, el calor lo suministra el calentador eléctrico, el tiempo está controlado por un temporizador y lo que hace saltar el pan es un resorte. No hay un esquema así de simple para el cerebro.
Aunque nos encanta hablar de este órgano para la vista, el hambre o el amor no hay tales regiones porque en el cerebro no hay una tecnología donde cualquier función es gobernada por una parte solamente.
ADAPTACIÓN Y "DEGENERACIÓN"
Tomemos otro caso reciente, el de un hombre al que se le encontró una lombriz solitaria en su cerebro.
Durante cuatro años, el gusano cavó de un lado al otro, provocándole una variedad de problemas tales como convulsiones, problemas de memoria y sensaciones de olores raros.
Si el cerebro funcionara como la mayor parte de la tecnología de diseño, esto no sería posible. Si una lombriz cava de un lado al otro de un teléfono, el aparato dejaría de funcionar.
De hecho, cuando una de las primeras computadoras electromecánicas funcionó mal en la década de los 40 del pasado siglo, una investigación reveló el problema: una polilla quedó atrapada en un relé, el primer caso de un bug ("insecto", en informática "fallo" o "virus")
Parte de la explicación por la aparente resistencia del cerebro es su "plasticidad", una habilidad para adaptar su estructura basándose en la experiencia.
Pero otra pista viene de un concepto propuesto por Gerald Edelman, un neurocientífico ganador del Premio Nobel de Medicina en 1972.
Edelman se dio cuenta de que las funciones biológicas muchas veces están apoyadas por estructuras múltiples, es decir que características físicas individuales son codificadas por múltiples genes.
De manera tal que si se elimina un solo gen eso no impide que una característica se desarrolle aparentemente de forma normal.
"Degeneración" fue el terminó que le dio a esa habilidad de las distintas estructuras múltiples de apoyar una sola función.
Y así resulta ser con el cerebro. Las funciones importantes que lleva a cabo no son distribuidas a una parte específica de sus regiones, sino que son apoyadas por múltiples de ellas, muchas veces de forma similar pero de maneras un poco distintas.
Si una estructura se daña, otras son capaces de arreglarla.
SISTEMAS MÚLTIPLES
Esto ayuda a explicar por qué los neurocientíficos tienen tantos problemas para comprender lo que hace cada distinta región del cerebro.
Si uno intenta entender las zonas del cerebro, usando una regla simple de una función por región y una región por función, nunca podrá diseñar los experimentos necesarios para desmontar el entramado de la estructura y la función.
Múltiples circuitos aseguran que diferentes partes del cerebro contribuyan a una misma función. (Foto: Allan Ajifo / Flickr bajo licencia Creative Commons)
El cerebelo es más conocido por controlar los movimientos precisos, pero otras zonas del cerebro tales como los ganglios basales y la corteza motriz están íntimamente involucradas en mover nuestros cuerpos.
Preguntarse cuál es la única cosa que hace una determinada área quizás no sea la interrogante correcta, cuando todas contribuyen a que suceda.
La memoria es otro ejemplo de una función biológica esencial que parece recibir el apoyo de sistemas múltiples del cerebro.
Si te encuentras con alguien que conociste una vez, quizás recuerdes que tenía reputación de ser alguien bueno, recuerdas un incidente en particular en el que se comportaron de buena forma o simplemente retienes una sensación vagamente positiva sobre su persona.
Son todas formas de la memoria que te dicen de confiar en esta persona y todas se apoyan en distintas partes del cerebro que hacen el mismo trabajo, en una forma un poco distinta.
Ederman y su colega, Joseph Gally, llamaron a la degeneración una "propiedad biológica ubicua, una característica de complejidad", afirmando que es un resultado inevitable de la selección natural.
Eso explica por qué algunas condiciones inusuales del cerebro no tienen efectos tan catastróficos como podría pensarse y, también, por qué los científicos encuentran a este órgano tan complicado de intentar entender.