Yerko Vilina, biólogo marino experto en aves, cuenta que “existen relatos de antiguos naturalistas que dicen que en invierno, cuando los cormoranes guanay se movían hacia el sur [desde Perú a Chile], el cielo se ponía negro”. El experto asegura que “en el mar, desde Antofagasta hasta Arica, había millones de aves, pero todo eso murió, se acabó”.
El mar peruano en cambio sigue teniendo millones de aves guaneras, entre ellas el cormorán guanay (Phalacrocorax bougainvillii), el piquero (Sula variegata) y el alcatraz (Pelecanus thagus), que desde tiempos incaicos han sido objetivo de conservación debido al gran valor fertilizante de sus heces. Sin embargo, las poblaciones de estas aves también han disminuido drásticamente.
Desde hace ya varias décadas que los investigadores peruanos han establecido la estrecha relación que existe entre la disponibilidad de anchoveta en el mar y las salud de las poblaciones de aves guaneras. En efecto, cada vez que disminuye la cantidad de anchoveta en el agua, también disminuye el número de aves. Pero lo que hasta ahora los científicos no habían podido hacer era evaluar, efectivamente, la interacción que estas aves tienen con su presa y con los barcos pesqueros.
Hoy, gracias a la tecnología, un grupo de científicos de la Unidad de Investigación de Ecosistemas Marinos – Grupo Aves Marinas de la Universidad Científica del Sur podrán llenar este vacío de información colocando cámaras, en los lomos de las aves, para filmar la batalla que se libra en el mar entre las embarcaciones anchoveteras y las aves guaneras.
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Un duro golpe para las aves marinas
“En los últimos cinco siglos han habido por lo menos 120 episodios de El Niño, según las investigaciones históricas”, asegura el Ministerio del Ambiente a través de su página web.
“El niño hace que la anchoveta se profundice buscando aguas más frías o se dispersen al sur. Las aves, al no tener disponibilidad de alimentos, abandonan los nidos, se dispersan. En casos extremos las aves adultas mueren”, explica Carlos Zavalaga, director del grupo de investigación de ecosistemas marinos.
El científico cuenta que, por ejemplo, que El Niño de 1925 fue muy fuerte y provocó altas mortandades. Sin embargo, “ya para inicios de la década de 1950 la población de aves llegaba a 33 millones de individuos, es decir, se había recuperado de manera impresionante”, asegura el biólogo marino Yuri Hooker.
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La buena noticia no duró mucho tiempo, pues a mediados de los años cincuenta, una nueva amenaza apareció. El Perú había descubierto que a partir de la anchoveta era posible fabricar harina como alimento para animales y se dio inicio a una industria pesquera, que hoy coloca al Perú como el principal exportador mundial de harina de pescado.
Las capturas de anchoveta fueron creciendo exponencialmente, hasta que en la década del setenta alcanzó su máximo de 12 millones de toneladas anuales. “Un número extremo si se compara con las capturas anuales actuales que fluctúan entre las tres y las cuatro millones de toneladas”, precisa Zavalaga. Sumado a la intensa extracción pesquera, en 1972 otro evento de El niño terminó por hacer colapsar el recurso pasando la captura de 12 millones de toneladas a solo 100 toneladas. La población de aves guaneras volvió a entrar en crisis. “Solo bastó una década para disminuirla en más del 80 por ciento”, señala Hooker. El problema es que nunca más se recuperaría del todo.
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Filmaciones bajo el mar
Las aves guaneras de la Reserva Nacional de Paracas no sobrepasan hoy los 4 millones de individuos y “en los últimos tres o cuatro años, se ha vuelto a reevaluar el efecto que tiene sacar 4 millones de toneladas de anchoveta del mar sobre el hecho de que las aves guaneras no tengan la capacidad de recuperarse”, dice Zavalaga.
De hecho, Hooker asegura que “en la última década el promedio poblacional ha sido de 3,6 millones de aves, aunque en los últimos años la tendencia es a la baja, llegando en el 2017 a solo 2,5 millones de aves”.
Pero existen otros factores que amenazan también a las aves. Entre ellos están los parásitos, como las garrapatas, y especies introducidas como ratas y gatos, aunque la pesquería de anchoveta sigue siendo la principal causa de la baja densidad de aves en comparación a lo que alguna vez fue.
Es por eso que los expertos en aves marinas de la Universidad Científica del Sur han querido dar un salto en las investigaciones relativas a la relación entre la anchoveta y las aves guaneras. Para ello han decidido sumar el uso de tecnología para entregar datos nunca antes observados.
Se trata del proyecto ‘Aves Marinas Como Centinelas del Mar’, que consiste en poner videocámaras con GPS a los piqueros y cormoranes para que graben el comportamiento que estos tienen cuando salen a comer. “La idea es que registren las interacciones que las aves tienen con las pesquerías”, explica Zavalaga. “Si es que las aves se han acostumbrado a seguir a las embarcaciones de anchoveta, porque saben que los barcos van a identificar los cardúmenes, con qué frecuencia lo hacen y qué porcentaje de aves lo hacen”, precisa el científico.
Además, será posible registrar qué comportamiento tienen las aves durante la interacción con las pesquerías, es decir, si esperan los descartes o si se introducen en las redes para pescar anchovetas. Incluso será posible saber, dependiendo del ángulo en el que se encuentre la cámara, el nombre de la embarcación y su matrícula. “De esa manera, dice Zavalaga, podremos estudiar justamente como las aves marinas se relacionan con las pesquerías y cómo ocurre in situ esa competencia”.
El proyecto, cofinanciado por el Ministerio de la Producción, tiene presupuestado monitorear 100 aves por temporada de pesca a lo largo de dos años. Es decir, los científicos seguirán los movimientos de entre 200 a 300 aves.
Aunque el proyecto tenía contemplado empezar durante la segunda temporada de pesca del 2019, es decir, en noviembre del año pasado, el cierre extraordinario de la temporada de pesca por parte del Ministerio de la Producción cambió los planes. Aun así, los científicos se encuentran realizando grabaciones de las aves para registrar sus comportamientos cuando no hay actividades de pesca y así luego poder compararlos cuando los barcos vuelvan al mar.
Yerko Vilina señala que una investigación como esta puede arrojar información importante acerca de la pesca incidental de aves, es decir, la captura no intencional de estos animales en las redes de pesca para anchoveta. Estudios de Birdlife International estiman, por ejemplo, que en Argentina “alrededor de 13 500 albatros ojeroso (Thalassarche melanophris) mueren en las flotas de arrastre cada año”. Vilina explica que en ese caso lo que ocurre es que “los albatros y los petreles muerden la carnada y quedan atrapados en los anzuelos”.
Para capturar anchoveta no se utilizan anzuelos, pero Vilina señala que con el proyecto se podrá “dar luces sobre la real incidencia que hay en pesquerías de redes con aves guaneras”.
El artículo original de Michelle Carrere fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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