En Perú, los recuerdos de los daños que dejaron las fuertes lluvias y desbordes ocasionados por la presencia de fenómenos de El Niño despiertan temor ante la posible llegada de un nuevo evento de esta naturaleza.
Todavía están grabadas las imágenes de devastación de los años 1982-83 y 1997-98, cuyas pérdidas alcanzaron 3283 millones de dólares en la primera ocasión y 3500 millones de dólares para el evento de fines del siglo XX, de acuerdo a información del Ministerio del Ambiente recogido en el documento El fenómeno El Niño en el Perú.
Un evento más reciente, el llamado Niño Costero del 2017 —que si bien tiene características más locales a diferencia del fenómeno global que significa El Niño— también dejó efectos devastadores de los cuales el Perú aún no se recupera.
Por eso, el anuncio de la llegada de este evento climático para diciembre de 2018 y primeros meses de 2019 despierta todas las alertas.
En efecto, la Comisión Multisectorial encargada del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (ENFEN) ha anunciado, en su último boletín publicado el 12 de octubre, que están presentes “las condiciones para que ocurra el fenómeno El Niño en las costas del Pacífico central y en el Pacífico oriental”. Es decir, la alerta se refiere a la llegada de ese evento climático global que no solo afecta la costa norte del Perú y el sur de Ecuador, sino también a otros países de América y de otros lugares del mundo.
Hasta ahora se menciona que la magnitud de este Niño será débil. Sin embargo, los especialistas no descartan que las condiciones puedan variar en los próximos meses.
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Un fenómeno global
Pedro Ferradas, asesor de la Red Global de la Sociedad Civil para la Reducción de Riesgos de Desastres, señala que las condiciones de El Niño pueden variar y convertirse en un evento más intenso o, simplemente, desaparecer, como sucedió en el año 2015-16, cuando se esperaba la llegada de un fenómeno de grandes magnitudes, pero la acción de los llamados vientos Alisios enfrió las aguas cálidas y los efectos no llegaron en la dimensión que se esperaban.
“Un fenómeno El Niño débil o moderado siempre significa lluvias por encima de lo normal en la costa norte y central de Perú, así como en el sur de Ecuador. Pero también puede traer sequías para las zonas altoandinas de Perú y Bolivia, así como para Colombia”, manifiesta Ferradas.
El especialista en gestión de riesgos y desastres explica que uno de los efectos de El Niño que poco se conoce son justamente las sequías. Recuerda, por ejemplo, que el Perú enfrentó un gran estiaje o nivel más bajo de sus cuerpos de agua como consecuencia del fenómeno en la década de 1950. “Sus efectos en los Andes peruanos fueron de tal magnitud que ocasionó un gran cambio en el Perú, pues produjo una de las más importantes migraciones de personas en el país”, puntualiza el experto.
El Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno El Niño se encarga de monitorear cómo se presenta y cuáles son los efectos de este evento climático en los países de América Latina.
En un reciente informe indica, por ejemplo, que entre septiembre y noviembre habrá lluvias por encima de lo normal en Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela. Pero también alerta sobre la disminución en las precipitaciones en algunas zonas de Venezuela; gran parte de la región andina de Colombia y Ecuador; en la costa sur de Perú; y en algunos puntos de Bolivia, Chile, Argentina y Brasil.
“En algunos lugares llueve mucho y en otros simplemente no llueve”, dice su director, Eduardo Zambrano sobre los efectos de este fenómeno global que afecta no solo a los países del Pacífico, sino que cambia el panorama en todo el planeta. Zambrano recordó que El Niño 2015-16 no tuvo los efectos esperados en cuanto a lluvias en los países del sur, pero afectó con una intensa sequía a países como El Salvador y Nicaragua.
Otra variación igual de importante a la que se debe poner atención durante un evento El Niño corresponde a los cambios en el mar. Lo que ocurre es una migración de las especies. Los peces de agua fría, como la anchoveta, se dirigen al sur en busca justamente de un mar menos caliente. Otro cambio que ocurre es la llegada de especies de aguas cálidas a las costas de Perú y Ecuador, que normalmente tienen temperaturas bajas pero que se elevan durante El Niño.
El problema aquí, dice Zambrano, se presenta luego de terminado el evento climático. “Muchas veces las especies ya no regresan a su hábitat anterior o, cuando lo hacen, se encuentran con otros animales que ya se instalaron en estas aguas”, sentencia. También le preocupan situaciones como la que se presentó durante El Niño 1997-98, cuando los pelícanos no encontraban alimento en el mar y llegaron hasta los arrozales para comer insectos. “Imagínate el impacto que esto causa en la fauna”.
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¿Cómo va la prevención?
Pese a que ya han pasado casi dos años desde que El Niño costero causara impactos devastadores en el norte de Perú, los trabajos de reconstrucción aún no han terminado. En regiones como Tumbes, Piura, Lambayeque y La Libertad todavía son visibles los efectos en pueblos y ciudades de las intensas lluvias y desbordes de ríos que ocurrieron los primeros meses del 2017.
“Ahora estamos mejor preparados”, asegura Ena Jaimes, subdirectora de Políticas y Planes del Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres (Cenepred), en comparación a cómo Perú recibió los eventos climáticos de 1982-83 y 1997-98.
Jaimes dice que actualmente se están terminando los mapas de riesgo de ocho regiones —Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Ancash, Ica, y Huancavelica— justamente las que resultaron afectadas por las lluvias e inundaciones del Niño costero de 2017. “Estos mapas nos permiten identificar los peligros de cada lugar, porque el trabajo que se ha hecho es muy detallado”, asegura la funcionaria del Cenepred.
Sin embargo, estos documentos solo se terminarán hacia noviembre de este año, un mes antes de que lleguen las variaciones del clima como se han pronosticado. Recién entonces serán entregados a los gobiernos regionales para que tomen medidas ante un probable Niño.
¿No estamos muy tarde para ello? preguntamos a Jaimes. Ella responde que con estos instrumentos las autoridades regionales podrán tomar mejores decisiones para enfrentar cualquier efecto que traiga El Niño. “El desastre no está en la intensidad de las lluvias, sino en la magnitud del impacto”, explica.
Ferradas, en cambio, no es optimista. Para él, la demora en la reconstrucción podría costarnos caro, nuevamente. Le preocupan, por ejemplo, los retrasos en la entrega de fondos para la reparación de canales de riego o que no se haya concluido con el total de viviendas que deberían estar terminadas para esta fecha. “Todavía falta mucho por hacer y las lluvias podrían llegar pronto”, sentencia.
Una versión ampliada de este informe de Yvette Sierra Praeli fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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